Ortigueira, a tope de adrenalina a dos días de que arranque el Mundo Celta
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El escenario ya está listo y Morouzos empieza a coger color de festival
07 jul 2022 . Actualizado a las 22:51 h.Hay expectación y muchas ganas de festival, tras dos años de abstinencia y a dos días de que arranque un Mundo Celta de casi 200 horas, del 10 al 17. Lucía, estudiante de Psicología, y Marcos, ingeniero y programador informático, ahora sin empleo, fueron de los primeros en recalar en Morouzos, el martes. Son madrileños y debutan en el Festival de Ortigueira. «Ya estamos disfrutando... solo la posibilidad de acampar en un bosque, con la playa al lado... Los árboles te hablan por la noche y te hamacan el cerebro», comentaban ayer a mediodía. Medio centenar de tiendas se adelantaron a la fiesta y al cierre de la carretera del arenal, previsto para la tarde del jueves.
Mientras unos gozaban de la paz de Morouzos, otros sudaban para acabar de montar el escenario de la Alameda y los toldos de los puestos de bebidas, y para descargar el tráiler atestado de barriles de cerveza. Un vecino curioso contó hasta cuarenta grifos para saciar la sed de los folkies, que se esperan a millares. «Non se sabe, pero a previsión é que vai vir moita xente», reitera el alcalde, Juan Penabad Muras, preocupado por que nada falle. «Temos que ter todo controlado, as vías de entrada e saída para os servizos de emerxencia son fundamentais, e hai evitar os atascos e o bloqueo de xente nas rúas que dan á Alameda...», repite.
Isabel Rego, la concejala de Centristas, reprocha «la falta de planificación y que no se consulte con la oposición ni con los colectivos afectados», y ve «discriminación» hacia los vecinos en la concesión de pases y en el aparcamiento». Muras pide disculpas por las molestias, apela a la seguridad y da las gracias «ás máis de 300 persoas» que trabajan para garantizar que «todo funcione», entre el personal municipal (desde técnicos a trabajadores del servicio de limpieza, Policía Local o GES) y muchos voluntarios, como los integrantes de la Escola de Gaitas (entre otras cosas, transforman el IES en un enorme alojamiento) o el personal de Protección Civil de la localidad, reforzado con más de 60 compañeros de varios pueblos de la provincia de Málaga.
Diego y Andrea no pueden quedarse. «Hemos venido a pasar unos días, escapando de Madrid, y hemos pillado el otoño aquí», reían ayer, sentados en el Malecón. Victoria, asturiana, y Jose, arandino, han venido a trabajar y a reencontrarse. Son amigos y artesanos ambulantes. Ella crea bisutería con vidrio marino —«los restos de botellas o tarros que la naturaleza nos devuelve como cristal pulido»—, bajo la marca Orbayu, y él diseña todo tipo de piezas con cuero, macramé, vidrio marino o madera, y confecciona amigurumis (muñecos japoneses de croché o ganchillo). En dos días ya han hecho relación en uno de los bares de la Alameda: «Son encantadores». Laura, hostelera, con dos negocios en la zona cero del Mundo Celta, encara con ánimo y cierto vértigo el bullicio que se avecina. «Nos esperan días intensos, a mí y a mis trabajadores». Como a Raquel, del supermercado Claudio, en la avenida da Penela, y a sus empleadas. Hosteleros y tenderos reconocen que merecen la pena los desvelos: «Te da tranquilidad para el invierno».
Aunque la mayoría de los folkies acampan —«no solo de música se vive», dice Juanma, cordobés—, muchos prefieren alojarse en casas rurales, hospedajes o viviendas particulares. Algunos establecimientos lo tienen todo reservado desde hace semanas y hay quien alquila su piso y se muda temporalmente a la casa de sus padres «para sacar un dinerito». En Airbnb apenas quedan opciones en Ortigueira y las que aún resistían ayer para estos días iban de los 153 a los 196 euros por noche. Chelo, su marido y su hija, Jimena, de diez años, se alojan en Espasante. «Nos hubiera encantado ver a As Tanxugueiras [el domingo], pero tenemos que volver a Madrid». Otro año será.