Desde lo más alto se entiende por qué en otros tiempos se construyó un faro, sin duda humilde. La panorámica es enorme
11 jul 2022 . Actualizado a las 09:05 h.Hace medio siglo, un grupo de jóvenes coruñeses y ferrolanos se plantearon contemplar el golfo Ártabro desde esos mismos lugares donde se situaban aquellos antepasados durante la presencia de los romanos del imperio por antonomasia. Pero no todos, sino los que se encontraban en lugares de vigilancia, aquellos puntos desde los que se controlaba un tráfico marítimo que, desde luego, era muy intenso. Y la prueba de esto último es que alguien mandó levantar un impresionante faro que ha llegado al siglo XXI, la torre de Hércules.
Sobre mapa, esos puntos están bastante claros. El monte San Pedro en A Coruña; el Breamo, a cuyos pies se extiende ahora Pontedeume, monte Faro en Ares (de alguna parte le viene el nombre), el hoy San Cristovo situado frente a ese, ría ferrolana por medio. Y monte Campelo, que no es curiosidad que se llame también monte Faro (aunque hay quien distingue las cumbres).
Es posible seguir los pasos de aquellos aventureros del siglo XX y, algunos de ellos lo han hecho en tiempos muy recientes, vengándose a su manera de la historia. Porque a monte Campelo no pudieron subir, ya que estaba prohibido al ser zona militar, con sus baterías. Ahora, a pesar de alguna señal, lo hace todo el mundo.
De manera que carretera de Ferrol hacia Cedeira (salida directa desde la AP-9) y pasado el kilómetro 8, aparece una rotonda y, señalizado, el desvío a la izquierda a la playa de Meirás (o Do Río). Y ahí empieza el pequeño laberinto de pistas. El Campelo es el monte que queda a la izquierda, y una vez en Lavacerido hay que ir por el Camiño de Vela hasta el final, cuando el asfalto se convierte en tierra.
Ahí surgen dos posibilidades: seguir recto o echar a andar por el camino que se abre a la diestra. Una y otra exigen esfuerzo. Nada que no pueda hacer cualquiera mínimamente en forma, pero todo va a ser cuesta arriba y con una pendiente al menos moderada. La primera opción —seguir la pista— presenta una ventaja para los pequeños: no marcha al lado del espectacular, bello y peligroso acantilado. Y una desventaja: es más larga, sube, baja, desemboca en otra y a la derecha.
Pero se elija lo que se elija, se va ascendiendo poco a poco hasta llegar a la cumbre. Desde allí se entiende por qué en otros tiempos se construyó un faro, sin duda humilde. La panorámica es enorme. Un poco más abajo, a la vista, está el mirador del Monte da Vela.
Y al descender, dando una pequeña vuelta, por Areablanca se planta el excursionista ante unas enormes murallas. Es un castro, una aldea donde muy probablemente residirían aquellos vigilantes de la actual costa Ártabra. Hace medio siglo aquel grupo de jóvenes pudieron ver el castro casi entero. Hoy lo mutilan viviendas muy recientes. Pero esa es otra historia.
INICIO
43º35'49”N 8º11'53”W.
EL DESAFÍO
Subir en bicicleta de montaña (no niños).
LA FOTO MÁS PERSONAL
En la cumbre.
LA AVENTURA
Conocer el castro