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Galerías alternativas, lo difícil es sobrevivir

santiago pereira VIGO / LA VOZ

VEN A GALICIA

M.MORALEJO

Un puñado de propuestas fuera del circuito oficial pelean por abrirse un hueco en Vigo

18 jul 2022 . Actualizado a las 09:49 h.

El escenario artístico y cultural no está muerto en la provincia de Pontevedra. Hay todo un mundo más allá de los museos e instituciones que pelea por salir adelante a pesar de que sabe que su oferta no es mayoritaria.

Un puñado de galerías y asociaciones artísticas reformulan el término exposición, tratando de convertirlo en algo «para todos», como indica Saúl Seoane, uno de los creadores de La Contenedora, en Vigo. Se trata de un movimiento que apuesta por el comercio local y la cantera de artistas noveles residentes en Galicia y que no ha hecho más que empezar, pero que lleva varios años gestándose.

Las galerías alternativas incluso van más allá en la formulación de los propios espacios que acogen estas actividades. En Pontevedra, la ahora extinta Galería dunha Escaleira realizó en el 2021 su primera y última exposición ocupando las paredes de una escalera con obras plásticas. En Moaña, Rosa Neutro convive junto a Espazo Neutro desde hace dos años, «es un espacio que evolucionó conmigo y que es mi propia casa», expone Rosa Neutro.

Noe Chant, Leticia Rodríguez y Saúl Seoane son los creadores de la recientemente inaugurada La Contenedora, en Vigo. Un espacio renovado por ellos mismos «que mantiene esa esencia ochentera de los antiguos locales», explica Chant. El lugar cuenta con una tienda que cruza una sala de exposiciones y una cafetería con terraza en la entrada al local. Este nuevo espacio pretende demostrar que las galerías son accesibles a todo aquel que lo desee y que pueden ser áreas transversales.

«Las galerías no tienen que ser exclusivamente paredes en blanco donde se cuelgan obras. También pueden ser un espacio dinámico. El museo como idea tradicional da miedo a la gente», asegura Alfonso Freire, de Cubo, también en Vigo.

Estos rincones expositivos suelen estar dirigidos por personas con una formación ligada a su actividad: antiguos estudiantes de Bellas Artes, Historia o Comunicación Audiovisual. Pero no siempre es el caso. A veces tienen una formación autodidacta o llegan desde el mundo de la economía; eso sí, siempre con el respeto hacia una actividad que consideran esencial.

«En su momento vimos que en la ciudad había una carencia de espacios culturales enfocados especialmente a la ilustración y la obra gráfica», comienza explicando Raúl Bermúdez, de Galería Maraca, también en Vigo. «De todos modos, en nuestro recinto también tienen cabida otras disciplinas, como la fotografía», asegura. Mensualmente organizan mínimo una exposición. «El viernes inauguramos la primera exposición en Galicia de El Marqués», informa. Asegura que «es necesario apostar también por expresiones más allá de la pintura en lienzo o la escultura».

O Galpón Lab, gestionado por Eva Fandiño e Iria Rodríguez, en Pontevedra, empezó su actividad en las redes sociales durante la pandemia. «Si para nosotras ya era duro, para los artistas no nos lo queríamos ni imaginar. Y decidimos hacer algo, claro», se enorgullece Fandiño. Al terminar el confinamiento buscaron un espacio físico. Desde O Galpón buscan crear redes de apoyo entre artistas emergentes de la provincia de Pontevedra. Hacen talleres, clubes de lectura y costura. Su idea es generar un lugar de cruce, aunque en esencia son una asociación de carácter expositivo.

Lo mismo quieren las promotoras de Unartefacto, asociación cultural en Pontevedra y que busca la promoción de artistas con poco recorrido. Las propias comisarias acaban de graduarse este año en la Facultad de Bellas Artes de la ciudad y reconocen que están adaptándose, en palabras de Juncal Castro, una de sus creadoras. «Tener un espacio físico es importante, pero tener un local fijo es muy complicado», reconoce.

Como toda apuesta, tiene un riesgo. «No es fácil salir adelante. Muchas veces somos muy pocas personas, incluso una sola, en mi caso. Conciliar tu vida personal con un trabajo que exige física, económica y socialmente tanto de ti es muy duro. Por supuesto que merece la pena, pero a veces hay que reconocer que dar un parón es necesario», dice Rosa Neutro.

La financiación de todos estos espacios es casi 100 % privada y procede del bolsillo de los propios organizadores o de la venta de obra expuesta. «Es un continuo debate, algunos quieren el apoyo de las instituciones, otros como nosotros, no» dicen desde La Contenedora. «En nuestro caso queremos y necesitamos una libertad total en nuestras apuestas. Al final en los museos se imponen muchos filtros al ser subvencionados, y muchos artistas quedan fuera. No sabemos qué criterios defienden, pero desde La Contenedora no vamos a fomentar un escenario todavía mas sesgado», dice Leticia Rodríguez.

Por otro lado, «la principal dificultad a la que nos enfrentamos es el techo de cristal y la falta de financiación por parte de las instituciones. Si ya es difícil siendo hombre, siendo mujer siempre te encuentras a algún escéptico», señalan en O Galpón.

En diciembre del año pasado Emilio Araújo inauguró Galería Píntega en Pontevedra. Es un ejemplo claro de esas dificultades que sus compañeros mencionan. «La gente se acerca, pero aún no se atreve mucho a entrar, estamos a la expectativa», decía en su momento en La Voz. Seis meses después confiesa preocupado que «la experiencia hasta la fecha ha sido algo negativa. El esfuerzo no se traduce en ventas». Está cerrando los meses en números rojos. «No es solo cuestión de perdidas; tampoco veo mucho interés», protesta Araújo. De hecho, las pocas transacciones que realizó fueron a personas de fuera de la provincia. Sin embargo, Galería Píntega no cesa en su empeño, «A día de hoy seguimos abiertos. Vamos a seguir intentándolo hasta que se pueda», asegura el organizador.

Lanzar una galería alternativa es una aventura en la que el afán de supervivencia es muy fuerte.