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Excursión a un monte desde el que se divisa toda la entrada al golfo Ártabro

CRISTÓBAL RAMÍREZ A CORUÑA

VEN A GALICIA

cristóbal ramírez

Desde lo alto de San Cristovo también es posible ver el magnífico castillo de San Felipe y toda la ría ferrolana

23 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando en los años setenta del siglo pasado un animoso grupo de jóvenes coruñeses y ferrolanos quiso ver con sus propios ojos el panorama que contemplaban aquellos hombres de hace dos milenios que vigilaban las idas y venidas de los barcos por el golfo Ártabro, uno de los puntos que marcaron en el mapa fue el monte de San Cristovo. Con el paso del tiempo, a su pie se levantó el magnífico castillo de San Felipe. O sea, ría ferrolana por un lado, los aledaños de dicho golfo por otro.

Las carreteras brillaban por su ausencia en aquel tiempo y otro tanto pasaba con los caminos, que eran de carro. Aquello era monte puro, y lo sigue siendo aunque ahora cargado de eucaliptos. La arboleda dificulta la visión de la entrada a la ría, si bien yendo despacio y parando aquí y allá se comprueba que la panorámica se merece una matrícula de honor, con el Monte Faro al frente, ocultando su cumbre el monasterio medieval de Santa Catalina.

Hoy la carretera desde Ferrol conduce primero a A Malata. O sea, a un lugar donde en esa Edad Media atendían o al menos aislaban a los enfermos, sobre todo a los apestados de la lepra. Por cierto, que A Malata es un topónimo que se repite por Galicia adelante. Esa zona ferrolana es más conocida por su campo de fútbol y sus muy buenas instalaciones deportivas que incluyen un parque para los cada vez más numerosos amantes del monopatín.

Bordeando el agua se llega a A Cabana (magnífico edificio a la diestra, antiguo priorato) y se asciende de manera enrevesada por las estrechísimas calles de A Graña, un barrio con mucha historia. Atención a las dos iglesias que se dejan una a cada mano. El cementerio, que queda a la diestra, es una buena referencia para no perderse, cosa por otra parte nada fácil.

El ascenso parece infinito, pero, claro está, luego hay que bajar. Cuando aparecen las casas de Liñares (sí el cultivo del lino llegó hasta ahí) a la diestra, cójase la siguiente a la mano contraria para descender hasta otro núcleo de viviendas unifamiliares. Es San Cristovo, y ahí lo mejor es preguntar, aunque la lógica tampoco falla, y la cruz que se ha colocado en la cumbre del monte —a 144 metros sobre el nivel del mar— sirve de ayuda a la hora de orientarse. Desde el norte arrancan dos senderos generosos en tojos que conducen hasta ella. Y una vez arriba, toda la entrada al golfo Ártabro a la vista.

Abajo está San Felipe, con su castillo visitable y sus viviendas pegadas al mar, estiradas. Los mayores recuerdan cuando iban a la orilla con un truel y llegaban a casa con un kilo de camarones. Uno de aquellos jóvenes exploradores asegura hoy que al bajar de San Cristovo se comieron unos cuantos camarones: «Los había a patadas». Eran otros tiempos.

La cruz

43º27'52"N 8º17'30"W

Liñares

43º28'38"N 8º16'56"W

La foto más personal

Ante la cruz de San Cristovo.

En bicicleta

Solo para expertos.