A la tierra de Pondal llegaron ayer más de 80 artistas de toda España. Crearon al aire libre otras tantas obras, como parte del certamen Fernando Álvarez de Sotomayor
24 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.«Más que nunca estoy pintando por amor al arte», confesaba ayer Virginia Perales apostada en el puerto de Corme. Llegada desde Tolosa, luchaba contra el tiempo, el del reloj y el meteorológico, para crear en directo una vista del muelle cormelán y de su esencia. No muy lejos, Óscar Herrán. Como ellos, más de 80 artistas procedentes de los más diversos puntos de España se entregaron al reto de dar vida a otras tantas obras, repartidos sus emplazamientos por las 14 parroquias de Ponteceso.
El municipio se erigió ayer, con la sexta edición del certamen de pintura al aire libre Fernando Álvarez de Sotomayor, en toda una fiesta del arte. La belleza de los paisajes que con su pluma loó el bardo Pondal, ellos la trasladaron a su visión y su lienzo, y no fue cosa fácil. Un reto, porque el lugar, desconocido hasta el momento de crear, les fue asignado por sorteo. Un mérito, también, porque hubieron de luchar contra el viento, que convertía los soportes en vela, y contra el sol, que a otros abrasaba y secaba la pintura en menos de dos palabras.
El artista más madrugador llegó de Barcelona. En el campo de A Trabe, espacio de feria, la asturiana Montse Valera movía su espátula sin perder del vista la estatua de un cesteiro. Hernán Cortés, prestigioso pintor y uno de los miembros del jurado, aludía a la riqueza del ambiente, y a la importancia de la mirada. Al gijonés Diego Fernández le encantó su ubicación, un mercado del que trataría de reflejar dinamismo, algo ya muy logrado cuando todavía no habían dado las doce del mediodía. Pintar sin conocer antes el lugar tiene su aquel, corroboraba Cortés y coincidía Fernando Ferreiro, no del todo cómodo en su emplazamiento. A un nivel muy alto, con pintores ya hechos, aludía Pérez de Armiñán, otro miembro del jurado, durante el recorrido por las manchas iniciales, tan «jugosas» como la que alabaron de otro de los participantes, Victoriano Fernández.
Las luces cambiaban continuamente y con eso también debían jugar los creadores, probando palabras que asimismo expresó Cortés: que la pintura resulta siempre de lo que la cabeza dicta y lo que la mano permite. Buscar la esencia de la materia no es poco menester. En el malecón, un cormelán le daba con ganas a un carballo de ribeira. Andrés Sabarres trasladaba a su lienzo una realista reproducción de la casa natal de Pondal y no muy lejos de él, Roberto Castro hacía lo propio, pero trazando una vivienda llena de color, una casa impresionista. No hay dos miradas iguales aunque el lugar sea el mismo.
A carboncillo, en el Recheo, una carballesa dibujaba tres pandereteiras, y al lado del icónico puente pontecesán, Nuria Liria venía a confesar que el formato concurso «estresa». Desde algo antes de las once de la mañana, hasta las cinco y media, cuando se recogerían los cuadros, Ponteceso logró ayer articular en torno a estos pintores todo un itinerario de admiración, algo que facilitó el tren turístico que unía los emplazamientos asignados. Los creadores tuvieron sobre sí muchas miradas, y eso da nervios, decía la carballesa Nazaré Franco desde su rincón verde. A su lienzo llevaba una bailarina.
Lo más grande de este certamen, además de la cifra de participantes y premios, 12.600 euros que lo convierten en el más importante de toda Galicia, es que «contribuye a mantener la pintura como fenómeno», en palabras de Cortés, admirado ayer de cómo logra atraer a tanta gente. La jornada, de la que salió como máximo ganador el gijonés Beni Rodríguez, se completó con actuaciones variadas, agradecidas y concurridas. El arte está casi en todo. También en los panos que portaban las bailadoras del grupo Inllar y que a Maya Álvarez de Sotomayor, nieta del pintor que da nombre al certamen, hicieron viajar hasta aquellos cuadros costumbristas de su abuelo.