La romería pontesa regresó tras el parón de la pandemia con la multitudinaria sesión vermú
26 jul 2022 . Actualizado a las 10:42 h.Después de dos ediciones de sequía, el parque de A Fraga de As Pontes volvió a llenarse en los días previos al 25 de julio. Fue la primera vez desde la pandemia que se marcó dónde se levantarían las cabañas, y la primera también que se discutió si todo el mundo estaba trabajando por igual. Este es el séptimo año que Alejandro Pardo construye una caseta con sus amigos para pasar estos días, y para él no todos se esfuerzan igual: «Yo fui el único que estaba aquí para montar la cabaña a primera hora de la mañana». Algo parecido le pasa a Miguel Domínguez que, después de pasarse un buen rato estudiando como conectar la electricidad, lamenta que «si no es por mi, en esta cabaña no tenemos luz». Y es que para pasarlo bien todo el mundo está, pero a la hora de la verdad hay más bajas.
Pero no todos los asistentes a la Fraga se enfrentan a estos problemas: aquí también hay espacio para los ambientes más familiares. Es el caso de Mercedes Corral, Iria Otero y Bea Pita, que llevan «dende que eramos nenas vindo a comer aquí». Las tres están de acuerdo en que lo que más han echado de menos ha sido «poder estar coa xente, falar con todo o mundo». Este ambiente es precisamente una de las cosas que caracterizan a la Fraga: «Reencontros, presentacións e recordos, é case relixioso», explica Claudia Sanjurjo, que todos los años se reúne aquí con sus amigas. Precisamente esta Fraga tuvo mucho de eso: de volver a encontrarse, a lo normal, a lo de siempre.
Hicieron falta tres días completos para intentar recuperar un poco de ese tiempo perdido. El aguante es básico para quien quiera llegar a la hora grande de la Fraga: la sesión vermú del día 25. Pero no es fácil aguantar el tirón de dos días enteros de fiesta y llegar en perfecto estado al tercero, así que suele aparecer algún estrago, como las siestas que se van de las manos o los dolores de cabeza insoportables. Pero para afrontar estos peligros siempre hay estrategias como la de Antón Blanco, que pasa estos días en una cabaña llena de amigos y conocidos: «Yo lo que hago es no irme a casa y así ya no puedo no venir», explica.
El caso es que hay fiesta para todos. En estos días en la Fraga hubo familias comiendo churrasco, niños pequeños con globos de helio atados a la muñeca, grupos de amigos discutiendo si el próximo año se monta caseta o si se compra un toldo y también gente que se acercó por primera vez y no entendía muy bien de dónde salía todo aquello. Todos encontraron, más o menos, su espacio.
La sesión vermú fue el colofón a estos tres días de normalidad, y se recibió con las ganas que merece, pero también con la pena de que todo se acaba. Después, ya solo queda recoger las casetas, limpiar el parque y acordarse de que esta vuelta a la Fraga estuvo bastante bien. Es lo que queda, pero solo hasta el año que viene.