El ourensano Víctor Iglesias recorrió 115 kilómetros «sin forzar el cuerpo»
31 jul 2022 . Actualizado a las 22:05 h.Víctor Iglesias Fuertes (Ourense, 1985) es ultrafondista, rara especie de atletas acostumbrados a maximizar el rendimiento de su cuerpo, pero sobre todo amantes de la práctica deportiva. Es el caso de este competidor multidisciplinar, que en cuanto pudo llegar a la canasta comenzó a practicar baloncesto (de los 8 a los 25 años). Desde entonces a los 30, amplió miras en el triatlón, llegando incluso al Ironman 70.3. En esos tiempos, comenzó a probar en carreras sobre asfalto y trail (montaña). Los desafíos se ampliaron hasta en los períodos de asueto.
«Actualmente estoy en una fase de vacaciones, ya que no competiré hasta octubre y, por tanto, tenía cierta libertad en esta segunda quincena de julio, a nivel de plan de entrenamientos. Y eso, unido a que me falló un viaje de última hora, me hizo improvisar este plan que combina por un lado turismo y, por otro, reto deportivo», relata Víctor a la hora de explicar por qué se metió entre pecho y espalda una carrera desde el portal de su casa, en el ourensano Xardín do Posío, al umbral de la mismísima Catedral de Santiago.
El propio atleta aclara los detalles de la iniciativa: «Sin mucha preparación ni organización previa, se trataba de hacer toda la distancia corriendo y, por supuesto, sin forzar el cuerpo, parando a hidratarme o a comer cuando lo estimase oportuno y a dormir. Sin un plan cerrado de paradas y sencillamente parando a pernoctar donde más me apeteciese. Otra clave era llevar mi propio material, consistente en una mochila sencilla de trail de 10 litros con lo más básico, muda de ropa, cortavientos impermeable, bidones de agua, pequeño kit de farmacia, chancletas o toalla».
Dicho y hecho. Víctor salió el pasado día 21, a las 12.15 horas. Aunque estimaba que la llegada se produciría tres o cuatro días después, la carrera se le dio «muy bien, con buenas sensaciones físicas» y se plantó en la plaza del Obradoiro el día 23, a las 13 horas, apenas rozando las 49 horas naturales.
La estadística de la singular ruta es más que elocuente, ya que Iglesias Fuertes recorrió 115 kilómetros, unos 38 diarios, con un desnivel positivo (en subida) de 2.596 metros. Restando los citados descanso para hidratación, comida y sueño, estuvo corriendo un total de 12.53 horas, para completar el viaje.
La primera jornada concluyó en Oseira, durmiendo en ese albergue tras 33 kilómetros (3.49 horas de carrera). En la segunda, llegó a Silleda, un total de 39 kilómetros (4.17 horas corriendo), para dormir en el albergue local. Al día siguiente, cruzó la meta del Camiño, en Compostela, después de 44 kilómetros y 4.48 horas de ejercicio físico. Para regresar a casa, eligió el tren.
La experiencia le dejó una lectura positiva a Víctor, que tomó buena nota de sus sensaciones físicas a lo largo del trazado: «Me sentí muy bien todo el trayecto. Con mucha fuerza y energías, dosificando, sin crisis, molestias ni dolores de ningún tipo, a pesar de los kilómetros acumulados y del peso de la mochila. A nivel más personal sentí muchísima calma, tranquilidad, una conexión armónica con la naturaleza, muchísima soledad (positiva), disfrutando de los contrastes entre los caminos, las tres provincias, los diferentes pueblos y aldeas. Me crucé con muchísimos animales, casi más que personas (dice entre risas), de hecho en los primeros 70 kilómetros no me crucé a nadie haciendo el Camiño. En la última etapa, llegando a Santiago ya sí y fue un absoluto disfrute continuo, lleno de aprendizajes de la propia naturaleza». Atleta y peregrino. En pleno esfuerzo, el ultrafondista también sintió el misticismo de la ruta xacobea. Unas vacaciones distintas.
Solo cuarenta euros diarios en comida y alojamiento
Unas vacaciones al estilo atlético son mucho más baratas de lo que sería otro plan de los que bajaba Víctor Iglesias. De vuelta a Ourense, su resumen del viaje a Compostela deja ver muchos datos curiosos, comenzando por su ingesta de líquidos: «Bebí más de 4,5 litros diarios de media y quemé unas 8.000 calorías totales, lo que significa unas 2.600 diarias.
Al pasarse buena parte del día corriendo y tomarse sus merecidos descansos, sus gastos también se redujeron a la mínima expresión: «Solo necesité cuarenta euros por día para hacer frente al alojamiento y a la comida».
En cuanto al escenario, destacaba que tras competir en los últimos meses en Asturias, Cataluña, Castellón, Madrid o Zamora, podía asegurar: «No tenemos nada que envidiar a nivel natural. Recomiendo que entre todos pongamos más en valor y visitemos esta ruta (Vía de la Plata) y especialmente otras locales (de Ourense) o gallegas, ya que tendemos a creer que conocemos nuestra tierra pero siempre puede ser revisitada, siempre quedan rincones por descubrir y, sobre todo, nuevas perspectivas desde las que mirar».
Y la épica de la carrera añadió a Víctor otras satisfacciones: «La sensación de estar en caminos perdidos por Galicia o en la plaza de la Quintana y ser consciente de que llegué allí solo con mi propio cuerpo, sin más recursos externos, es absolutamente inclasificable, indescriptible y sencillamente única». Aunque trabaja en Madrid, como director de Estrategia y Marketing Digital, tuvo tiempo para añadir a su trayectoria retos del nivel de la Traveserina (Picos de Europa, 45 kilómetros, con 3.120 metros de subida) o la PDA UTMB, del valle de Aran (Pirineos catalanes), donde terminó entre los noventa primeros de más 1.500 inscritos en una carrera de ultra distancia (55 kilómetros) y 3.301 metros positivos. Eso después de casi ocho horas corriendo. Aún así, de casa al Obradoiro fue otra historia.