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San Fins do Castro recuperó el «feedback» de su ancestral Berro Seco

Patricia Blanco
PATRICIA BLANCO CARBALLO / LA VOZ

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El sacerdote venezolano Liller Alexander Carrillo, liderando el Berro Seco
El sacerdote venezolano Liller Alexander Carrillo, liderando el Berro Seco BASILIO BELLO

El poderoso rito instaurado en su día por el cura Saturnino Cuíñas volvió a esta identitaria romería de Cabana

02 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

San Fins do Castro tiene algo poderoso que trasciende a los tiempos. A esta romería de Cesullas, en el municipio coruñés de Cabana de Bergantiños, ya iban los abuelos de Ainara Vigueret, y antes que ellos sus ancestros. Ayer, en el tiempo de las tradicionales meriendas que extienden el concepto de familia a todo un pueblo, esta joven de 20 años llegada desde Neaño, también en Cabana, decía que ese ritual de ir a San Fins, siempre el 1 de agosto, no se puede perder. Tampoco el del Berro Seco, «unha tradición moi bonita, característica desta festa, que lle dá un toque especial, diferente, algo realmente único». Así lo siguen viviendo tantos años después.

En San Fins se concentra siempre la memoria del legado del cura folklorista Saturnino Cuíñas, quien instauró esta ceremonia del Berro Seco. Hablan de fuerza celta unos, de espantar malos espíritus otros. También de un berro característico de los canteros de Cotobade, tierra natal de Cuíñas, importado por él a Cesullas. Sea lo que fuere, no deja indiferente. De un modo sencillo, y para los profanos en materia, consiste en agacharse y levantarse tres veces, todos los romeros a un tiempo, guiados por el párroco, en un sentir común y un grito unánime.

Parece fácil de liderar, pero no lo es. Lo saben bien aquellos que conocieron a Cuíñas y también al «cura vello», Francisco Domínguez, que lo sucedió. Recuerdan aquella entrega a este momento, cómo lo vivían y trasladaban. Y también lo tiene claro el venezolano Liller Alexander Carrillo, actual párroco de Cesullas, para quien este Berro Seco del 2022 fue el segundo. El primero, en el 2019. Entre medias, el parón por la pandemia. Si hace tres años se reconocía «nervioso», porque todos le habían hablado de la importancia de este ritual para la fiesta, ayer no lo estaba menos. Después de dos años, comentaba ya pasado el momento, «se notaba ese deseo, se vivía, no solo se veía, sino que se sentía, esas ansias de volver a la normalidad, a la fiesta, al jolgorio, a la alegría». Todos aguardaban el Berro de Liller. Y le tocó liderar el momento.

Manuel Gil, presidente de la comisión, lo acompañó en el 2019, pero ayer, por cuestiones médicas, justo se lo tuvo que perder. Así que Alexander Carrillo, aun echándolo en falta, se situó frente a los expectantes romeros «para hacer esa transición entre lo religioso y lo festivo». Minutos antes había oficiado la misa, otro de los pilares de la romería. Cantada por la coral de Cesullas, se recordó en ella a un San Fins mártir, «cargado de amor». Desligarse de este aspecto para meterse en lo otro, en esa exaltación colectiva que es el Berro Seco, impone, pero el sacerdote volvió ayer a acreditar lo que ya sintió en el 2019: «Ese feedback es tremendo». La primera vez que dijo «abaixooo! arriibaaa!» sentía los nervios, pero a la segunda ya se veía animado por los centenares y centenares de fieles. Y a la tercera, más. «Ellos te animan a ti y tú a ellos. Hasta te entrarían ganas de una cuarta vez, pero no se va a romper la tradición», sonríe el sacerdote.

«Que bote, que bote!»

Puede que no haya sido el Berro Seco de años y años de experiencia, pero fue el Berro de salir de tiempos duros, y los presentes respondieron saltando con un «Que bote, que bote, que bote San Fins!» que tuvo la magia del estruendo y del silencio. Hasta siendo un lunes, el paraje estaba a rebosar —costaba y mucho encontrar aparcamiento—, bajo un sol de justicia, y con ánimos renovados. En San Fins, como también instauró Cuíñas (1897-1978), no falta nunca el Santo da Pólvora, la quema de una falla artesanal a modo de rueda que gira. A la de este año, metáfora de este resurgir tras la pandemia, le hubo que dar algo de impulso. Cuíñas, conocido como el cura gaiteiro, quería tener siempre los mejores en esta romería, así que en Cesullas no faltan tampoco ellos. Ayer eran los de O Son do Castro y Os Farrapos.

BASILIO BELLO

Tiene San Fins hasta himno propio. Del escrito por Pondal, y tocado ayer asimismo por la banda que lleva el nombre de bardo, dicen que es el único que empieza con una pregunta. Pero este de Cesullas también se cuestiona: «Meu santo San Fins do Castro, que lles dás aos teus romeiros?». Y se responde: «Auga da túa fontiña [dicen que milagrosa], sombra dos teus bidueiros...». Ayer este San Fins, ya liberado de las batallas de vino de hace años, volvió a mostrarse poderoso, reforzado en esencia.