Los altavoces vía Bluetooth y las listas de reproducción compartidas son protagonistas en los grupos de amigos
03 ago 2022 . Actualizado a las 17:31 h.En la playa nunca hay silencio. El mar, tranquilo o agitado, está en constante movimiento y, por lo tanto, suena. Un niño llora, una madre cruje el papel de plata que envuelve el bocadillo a la hora de comer. Pero, además, en diferentes puntos se escucha música. A veces, con un volumen casi imperceptible a menos que uno pase justo al lado; otras, por el contrario, demasiado alta. El hilo sonoro que proviene de los altavoces en la playa se asocia de manera inequívoca al calor de la época estival.
Las melodías, aunque provengan de puntos dispersos, coinciden. «Siempre reguetón: Morad, Jay Cortez, Karol G o Raw Alejandro. Lo mítico» dice Sara López. Junto a sus amigas, forma un grupo de seis personas. De forma estratégica colocan las toallas en semicírculo, una pegada a la otra. En el centro, dentro de una cesta para que no se estropee, el altavoz. Así, al estar a la misma distancia de cada una, todas escuchan. «Si un día somos menos, tres o así, nos ponemos en línea recta y da igual. Pero si hacemos eso ahora, al ser tantas, a la que le toca en la esquina no oye», explica.
Para muchos, el altavoz es el bien más preciado. Funciona vía bluetooth, es decir, se conecta directamente al móvil por medio de una tecnología inalámbrica, sin necesidad de cables. Por eso son tan cómodos de llevar.
«Siempre lo traemos y así podemos escuchar todos lo mismo», dicen Carla Sobrado y Cristian Velo. El altavoz, a menudo, es símbolo de unión, de compartir. En vez de aislarse cada uno con su par de cascos, ellos prefieren poner las canciones en alto «como forma de socializar».
La música sirve como telón de fondo. Mientras suena, unos charlan tomando el sol y otros juegan al voleibol. En su grupo son más de diez personas y, para que el sonido llegue a todas, el volumen tiene que estar algo más elevado de lo normal. «Carla, igual tenemos que bajar un poco esto, que no se te escucha», comenta Velo antes de hablar.
Por eso, para no molestar, el grupo se sitúa en un sitio alejado, al lado de las escaleras que marcan el final de la arena. Justo en ese momento suena Formosa, de Bad Gyal. El repertorio de «reguetón puro y duro» sigue la estela de lo que se puede escuchar en otros grupos de gente joven que, al igual que el de Carla y Cristian, deciden extender las toallas hacia el final de la playa.
Canciones de ritmo movido y pegadizo, logrado por unas letras cargadas de rimas y un beat marcado y característico. «Animan y te hacen cantar y bailar. Es como quieres pasar el verano, de fiesta», comenta una pareja que escucha indirectamente la música del grupo de al lado. Ellos también llevan un altavoz en la mochila, aunque, justo en ese instante, lo tenían apagado. «Ya no es por el volumen, pero se escucha mucho mejor, aunque sea en bajito», dicen.
En listas de reproducción
La música se reproduce desde Spotify, la plataforma líder en streaming musical. «É o mais sinxelo porque podes poñer a reprodución ao chou e deixar o móbil por alí», comentan Adela Villar y Maia Agüero. Ellas tienen una playlist propia desde donde escuchan la música cuando están juntas. Así, cada una puede añadir las canciones que le gustan para que luego se reproduzcan seguidas, sin pausas ni ninguna por el medio que no se sepan de memoria. En el grupo de Carla Sobrado y Cristian Velo hacen lo mismo. Al ser tantos, crear una lista conjunta les ahorra los problemas a la hora de elegir qué escuchar. Y, aún así, «siempre hay alguna que quieren saltar», comentan entre risas.
«Así todos estamos de acuerdo con lo que suena y no hay problemas», explica Álvaro Rodríguez. En su grupo son siete personas, «siempre los mismos». Por eso, para bajar a la playa, crearon una lista especial «con canciones frescas». «Esta es solo para venir aquí. Luego, por ejemplo, tenemos otra distinta para salir de fiesta», comenta. Enseña la recopilación: casi todos los temas del nuevo disco de Bad Bunny, la sesión de Bizarrap y Quevedo, Tacones rojos de Sebastián Yatra, Duki o Becky G.
También hay lugar para temas que, en su año, fueron la canción del verano, como Contando lunares de Don Patricio, u otros del consagrado «reguetón antiguo», como alguno de Daddy Yankee o de Don Omar. «Nunca pasan de moda», dice otro chico del grupo. Lo mismo explican Lydia Romay, Paula Pineda e Irene Barizo, que admiten escuchar «La Mafia del Amor, solo eso y en bucle».
Al lado, un grupo de chicos grita: «¡Anuel! ¡Nosotros escuchamos Anuel!». La variedad de artistas y temas es tan grande como grupos hay en la playa. No obstante, la tendencia es clara. Mientras los chicos escuchan el resto de referencias, asienten con la cabeza en señal de conformidad. Ellos también llevan un altavoz: «Es más o menos lo que estamos poniendo nosotros. Bueno, en realidad es lo que pone todo el mundo», concluyen.