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El homenaje al néctar de las rías cumple 70 años

Serxio González Souto
serxio gonzález CAMBADOS / LA VOZ

VEN A GALICIA

Comenzó como una cena a puerta cerrada para la aristocracia de Cambados. En su octava década de vida, la Festa do Albariño se ha transformado en una cita popular imprescindible, capaz de mover a 250.000 personas

04 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«A Festa do Albariño é un punto de encontro e celebración que as cambadesas e os cambadeses agardamos durante todo o ano. Tamén un símbolo da hospitalidade que desprendemos, porque Cambados é un pobo festeiro pero tamén acolledor. Unha festa que representa a nosa forma de entender a vida». Quien habla es Tino Cordal, concejal de Cultura, uno de los arquitectos de la 70 edición de la fiesta vinícola más antigua de Galicia y la vicedecana de toda España, que desde ayer se interna en su fase nuclear. El Albariño es un producto cultural y socioeconómico en sí mismo, una de las fechas más reconocibles en el calendario de las Rías Baixas (solo otras cuatro citas de la provincia de Pontevedra gozan de la categoría de interés turístico internacional: A Rapa das Bestas de Sabucedo, el Corpus de Ponteareas, la Romaría Vikinga de Catoira y la Arribada de Baiona), capaz de movilizar en diez días a 250.000 personas. Existen, por lo tanto, buenas razones para que Cordal resuma como lo hace el orgullo que esta venerable conmemoración suscita entre los cambadeses.

Su origen está en un desafío entre amigos. Bernardino Quintanilla, que poseía una viña en Tragove, retó a Ernesto Zárate, con una buena plantación en Padrenda, a comparar sus vinos para concluir cuál era el mejor. El pulso acabó derivando en una cena que tuvo lugar el 28 de agosto de 1953 en la huerta de Ángel Botana Gómez. A la cita acudieron medio centenar de comensales, y a Quintanilla y a Zárate se les sumaron otros siete bodegueros, dispuestos a que sus elaboraciones compitiesen en igualdad de condiciones. En aquella edición fundacional, quien se llevó el gato al agua no fue ni uno ni otro, sino José Rodiño Oubiña, que sorprendió a todos con un néctar cultivado en Carballás. Los duelos siguientes ya fueron cosa de Zárate, con Quintanilla en segundo lugar.

«O terror da ría de Arousa»

«A festa naceu no seo da xudicatura, poderiamos dicir que os fundadores eran a aristocracia de Cambados. Xente de enorme influencia, moi vinculada ao eido xudicial e, polo tanto, co poder de dar e quitar razón a quen acudía ao xulgado nunha época na que se multiplicaban os preitos por lindes e propiedades», explica el periodista Benito Leiro. Hoy cronista oficial de Vilanova, dirigió durante años la comunicación del Concello de Cambados y tuvo oportunidad de escribir un libro sobre la historia de la celebración cuando el Albariño alcanzó el medio siglo de existencia. «O propio Xulio Camba falaba diso, e sostiña que, como partido xudicial, Cambados era o terror da ría de Arousa», añade Benito con un toque de retranca.

El menú no estuvo nada mal. Lumbrigante, mariscos, empanada de xoubas, pulpo a la marinera, mejillones, pollo en pepitoria y postres caseros elaborados por las hermanas Quintanilla. Hace veinte años, el chef Antonio Botana y el bodeguero Eulogio Zárate, descendientes de dos de aquellos pioneros de la fiesta, rindieron un homenaje gastronómico a la cena fundacional, maridando sus respectivos talentos en los fogones y las barricas. Organizarla costó, exactamente, 4.389,40 pesetas (poco más de 26 euros), que incluían 750 pesetas de subvención por parte del Concello de Cambados y otras 250 que aportó la Diputación de Pontevedra.

Más allá de tentar a los cosecheros, Quintanilla quiso vestir aquellas reuniones con un cariz cultural. De su mano llegó Álvaro Cunqueiro, que se implicó a fondo en la fiesta, y detrás de él, Castroviejo, Blázquez, Fernández del Riego o Isidoro Millán. El Albariño siempre se ha asociado también a la figura de Ramón Cabanillas. «Pero o poeta estaba xa maior, el traballou non tanto na celebración en si como na inspiración en torno ao viño. Chamaba aos colleiteiros a vestir de gala as súas botellas. El era o poeta que lle cantaba ao viño», precisa Leiro. De ser una celebración a puerta cerrada, la fiesta ganó su cariz abierto y popular a partir de los años 60 gracias a la visión del alcalde Fole, que a finales de aquella década ideó el capítulo serenísimo, del que el mismísimo De Gaulle formó parte. Como ven, cada sorbo de rías baixas por degustar hasta el domingo encierra un poso de historia.

La anécdota

El himno que desapareció. La vertiente intelectual que Quintanilla buscó para la Festa do Albariño acabó dotando a la cita de Cambados de una aureola galeguista que en su época no era, desde luego, cosa menor. «En tempos de Franco, tiña mérito que nalgunhas edicións soase o himno galego», subraya Benito Leiro. El poema de Pondal musicado por Pascual Veiga dio pie, de hecho, a una sabrosa anécdota que un antiguo alcalde le refirió al cronista cuando este compuso su historia de la celebración. «Un ano, Celso Emilio Ferreiro trouxera a Cambados un disco co himno galego. Cando quixeron poñelo, o disco desaparecera». Por temor o franco descontento, alguien decidió que lo mejor era prescindir de sus estrofas.