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El hombre que quiso ver La Alhambra en Carballo

Carlos Portolés
Carlos Portolés LA VOZ

VEN A GALICIA

María Pedreda

Los empleados de diferentes puntos de información turística de Galicia cuentan sus experiencias más desternillantes

09 ago 2022 . Actualizado a las 18:00 h.

La vida empieza a parecerse a como era antes. Se nota porque el turismo gallego está regresando poco a poco a los índices de siempre. Es decir, todo abarrotado. Las oficinas y puntos de información de los lugares más emblemáticos y visitados hacen lo que pueden para mantener el ritmo en esta época frenética. Llegan ríos de gente llenos de preguntas, dudas y consultas. La mayoría son razonables, pero es más divertido hablar de las que no lo son. Porque todo profesional del turismo que trabaje de cara al público tiene un lustroso compendio de anécdotas estrambóticas que contar. Algunas son tiernas. Otras tan surrealistas que parecen sacadas de una película de Berlanga. Todas sacan sonrisas.

A continuación, desplegamos una somera pero representativa relación de historias reales que nos han contado empleados de diferentes oficinas de turismo gallegas.

El guía hercúleo

Ana Santorun, directora de la emblemática Torre de Hércules de A Coruña, es rauda en sacar a relucir una anécdota concreta de entre todas las que le han sucedido a lo largo de los años. «Fue durante una de nuestras visitas guiadas. Un niño pequeño que estaba con el grupo se quedó mirando fijamente al guía, que era un muchacho muy alto y fornido. Entonces, levantó la mano y preguntó que si nuestro empleado era Hércules». En defensa del muchacho, debe admitirse que su razonamiento era impecable. Si llegas a la Torre de Hércules y lo primero que ves es a un señor musculoso que se ofrece a enseñártela, es más que lógico asumir que se trata de Hércules en persona.

El restaurante submarino

Otra historia que tiene que ver con niños que hacen razonamientos impolutos. Esta sucedió en Combarro. Una de las empleadas de la oficina de turismo recuerda con cariño aquella vez que entró una familia preguntando por sitios para comer en el pueblo. Ella, como hace siempre, les sacó un mapa y les escribió en el margen el nombre de un restaurante de la zona. Al parecer, uno de los niños flipó con esto. Invadido por la curiosidad, no pudo resistirse a preguntar: «¿El nombre del restaurante está fuera del mapa porque hay que ir buceando?». Desde luego, un sitio así sería un magnífico reclamo turístico. La especialidad de la casa serían sin duda los huevos pasados por agua. 

Bares, qué lugar(es)

Érase una vez en Ortigueira. Una diligente informadora turística le explicaba a una pareja cómo llegar al precioso cabo de Estaca de Bares. Cuando termina de dar las señas, pregunta a los visitantes: «¿Alguna vez han estado en Bares?». A lo que la mujer, estupefacta, responde: «Hombres, pues sí, en alguno hemos estado».

¿Es esto la pescadería? Pues póngame un kilo de cerezas

Para el siguiente relato, honestamente, cuesta encontrar explicación. Oficina de Carballo. Suena el teléfono. Al otro lado está un hombre que pregunta: «Buenas, ¿llamo a turismo de Carballo?», a lo que se le responde: «así es, ¿en qué puedo ayudarle?». Ni en un millón de años adivinaría el lector cuál fue la consulta que vino a continuación. «Verá, pues quería reservar unas entradas para visitar La Alhambra».

Todos los caminos llevan a Santiago

De todos los rincones de Galicia, la capital es sin duda el que se lleva la palma en lo que a historias estrafalarias se refiere. Hay mucho (muchísimo donde elegir). Por ejemplo, aquel señor que llegó todo apurado al punto de información porque necesitaba saber urgentemente «qué día, qué mes y en qué año se colocó la primera piedra de la Catedral de Santiago». Por lo menos tuvo la deferencia de preguntar por la primera, y no por la novena o la décima.

Los hay que llegan al centro de información turística con mucha sed. Allí aún recuerdan a los dos hombres que entraron, se apoyaron en el mostrador, y pidieron «un vino y un licor de hierbas». O el que, con toda educación, solicitó que, por favor, «le recargaran el móvil con veinte euros».

Y vale que Galicia es un sitio cosmopolita con gran proyección internacional, pero quizás es exagerado eso de entrar en la oficina de turismo de Santiago diciendo «quiero saber los horarios de autobuses de Atenas a Turquía». Aún más rebuscado (si cabe) fue otro que hizo una consulta similar: «buenas tardes, ¿me puede informar sobre medios de transporte en Polonia?» o el que necesitaba «un plano de Dubai». Una cosa así no te la puedes inventar. Ni al mejor guionista se le ocurre.

 Un mar de líos

Otra constante en los relatos que se encuentran cuando se habla con los profesionales del turismo es la de confundir las aguas. En la oficina de Oleiros cuentan que, hace apenas unas semanas, atendieron a una señora de Cataluña que se mostró profundamente sorprendida cuando se le dijo que esa zona de Galicia, de hecho, no está bañada por el Mar Cantábrico. Y es que el mar es una cosa que da muchos quebraderos de cabeza.

Las peleas de algunos turistas con las mareas son ya un clásico del verano. Desde los que aparcan tan cerca del agua que acaban viendo cómo su coche es arrastrado a las profundidades del océano hasta los que, directamente, se muestran airadamente indignados por eso de que la línea de la costa no se esté quieta. Pero es que para hacer reclamaciones de esa índole no hay que hablar con los pobres señores de las oficinas de turismo. Si eso, habría reclamarle al Altísimo.

Pontedeume, Texas

La preciosa villa de Pontedeume es una de las joyas de la corona de Galicia. Cada año, miles de visitantes de todas las partes del mundo pasan por el municipio para admirar en persona sus muchos y célebres encantos. Y como todo punto de interés cultural y turístico, tiene su puñado de jocosas historias. Como la de aquella mujer que iba por el pueblo empeñada en pagarlo todo en dólares americanos.

Puede que Pontedeume sea un destino célebre y acostumbrado a recibir gentes de muy diversa procedencia. Pero a lo mejor es excesivo lo de sacar billetes con la cara de Abraham Lincoln como si se estuviera en Austin, Texas.