Todo coruñés debería conocer este enclave de Sobrado dos Monxes
13 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Hay enclaves que todo coruñés —en el sentido más amplio— debería conocer. Algunos están lejos, y la mente se va a O Cebreiro (gracias a esa aldea lucense el Camino de Santiago es ahora lo que es), o el Estaquín Sigüeles en Estaca de Bares, el punto más norteño de la Península Ibérica. Pero otros están cerca, a menos de una hora, y la historia asegura sin posibilidad de error que sin ellos todo sería hoy complemente distinto. Por ejemplo, el campamento romano de A Ciadella, en Sobrado dos Monxes, a quien el arqueólogo que lo excavó en meses pasados prefiere denominar «fuerte». Desde él, en los siglos I y II se controlaban también las tierras de Santiago.
Lo único enrevesado es la orientación, y si el excursionista dispone en el coche o en el móvil de GPS hará bien en ponerlo a funcionar: no hay señales, aquello es un caos de pistas y la pérdida sí es posible. A modo de indicación, en el cruce del centro de Arzúa a la izquierda, y llegando al de Corredoiras, a la misma mano. En Foro (si se alcanza el puente que salva el Cabalar hay que dar marcha atrás), a la derecha, señalizado «Polideportivo», pero a los 50 metros, a la misma mano. Y antes de llegar a San Vicente de Curtis, a la derecha otra vez, desvío a A Ciadella. Un poco galimatías sí que es, pero no porque sea difícil de localizar sino por la mera falta de señalización.
El siguiente inconveniente es que en estos momentos, llevada a cabo la última visita programada, el alcalde aseguró que habría otras organizadas, pero que todavía no sabía cuándo. En cualquier caso, hay numerosos códigos QR con unos magníficos vídeos y, de todas formas, no es mala idea informarse antes de partir de casa.
Sobre el fuerte romano se construyó una iglesia de respetables dimensiones y cuyos cimientos quedan a la vista. El arqueólogo que se pasó allí trabajando desde el principio del otoño pasado, el conocido Tito Concheiro, de Ordes, es de la opinión que estaba puesta bajo la advocación de Santa María. Y lo explica extendiendo el brazo hacia la actual Santa María, a la vista. ¿Y el monasterio de Sobrado, no muy distante? Pues es la continuación del mismo culto: también el de Santa María.
Un paréntesis para indicar que el gran historiador del arte coruñés Ángel del Castillo, hoy en el más injusto de los olvidos, ya había visitado el enclave y había excavado el yacimiento. En su impagable Inventario de la riqueza monumental y artística de Galicia indicó que se había encontrado un horno, monedas y tégulas, y que las lápidas que se descubrieron habían sido estudiadas y publicados los resultados en el Boletín de la Real Academia Gallega, y ahí se pueden consultar hoy en día.
El templo románico permanece algo escondido. De hecho, si se pasa por la pista que cruza la pequeña aldea vecina se deja un lavadero a la derecha, y a mano contraria un alto crucero con una basa que llama la atención por su solidez, un no menos agradable hórreo en impecable estado y una capilla moderna. Y es ahí donde arranca un corto y precioso camino entre árboles que conduce al edificio religioso.
La primera imagen justifica el viaje por sí sola. Todo está cuidado y muy limpio. El edificio fue levantado en granito, con sillares algo irregulares en la sobria fachada en la cual destaca su campanario lateral, y de mejor factura los en un lado y otro, con el tejado sostenido por canecillos. Bonita y sencilla puerta secundaria, y cementerio que no se le echa encima a la iglesia anulando la panorámica. Y el conjunto es un ejemplo para el resto de Galicia, porque en su lenguaje mudo habla a las claras de cómo es posible conservar con unos pocos y no caros cuidados un tesoro artístico.