Los dolos de Morás forman parte de un parque etnográfico en el que enormes bloques en forma de «t» de 53 toneladas cada uno, restos de construcción del dique de Alcoa, sorprenden a todo aquel que los visita
16 ago 2022 . Actualizado a las 12:54 h.«¡No había visto eso en la vida!», exclama Simón Huerta, emprendedor valenciano que cuando llegó a Morás, en Xove, se encontró con unas auténticas moles de hormigón, estructuras en forma de T quebrada o martillo, como si el mismísimo Thor las hubiese lanzado a esta bella zona costera de A Mariña junto al pequeño puerto xovense. Son restos industriales abandonados, asociados a la construcción entre los 70 y 80 del dique norte de la entonces fábrica de Alúmina Aluminio (hoy Alcoa), que resultarían descartados para la infraestructura de la escollera del complejo industrial, siendo sustituidos por bloques cúbicos que, al parecer, resistían mejor los temporales. Fueron fabricados en el lugar y forman desde 2019 parte de un curioso parque etnográfico en el que configuran todo un «triángulo» de interés turístico, sumado a los llamados «acantilados de papel» y al pasado local floreciente en la pesca de la ballena. Una y de color verde, obra del lucense Diego As, preside majestuosa una de las paredes de A Balea Verde, desde donde Simón Huerta programa rutas en kayak y paddle surf interesantes por toda esta costa que es una gran desconocida. Recorridos con una panorámica de los dolos sin igual desde el mar. Como un «cementerio» en gris, remarca Huerta, valenciano que llegó al lugar en 2017 cautivado por una tierra a la que vio potencial. Incluso se propuso en su día un proyecto para que los dolos fuesen objeto de intervención artística en el futuro. Uno de ellos ya destaca, por su color rosa. Además de que este entorno ha sido escenario de videoclips e incluso de reportajes de bodas. Un enclave único, original y raro digno de un paisaje «marciano». O de protagonizar un capítulo televisivo de Megaestructuras. O una película de corte futurista. O un juego gigante de Tetris.
Es el resultado de la combinación entre la naturaleza del litoral y la acción humana. Cada dolo pesa unas 53 toneladas y tiene una altura de unos cuatro metros; en conjunto podrían sumar 50.000 toneladas de hormigón. Los grandes bloques están esparcidos por una superficie de unos 150.000 metros cuadrados. Ocho de ellos se reubicaron como elementos ornamentales en Morás. Su traslado fue «o traballo de maior dificultade técnica» del ambicioso proyecto.
Simón Huerta señala que los visitantes siguen «alucinando» con los dolos de Morás: «Es una zona diferente y llamativa y, lo que podría echar para atrás a la hora de recuperarlo, se ha integrado en el paisaje». Resalta que este enclave no es «de paso» y que quien esté interesado en visitarlo tiene que acercarse expresamente. Cuando lo hacen, muchos le preguntan «¿qué es? porque no habían visto eso en la vida. Es algo que llama la atención, sobre todo al verlos todos juntos, incluso cuando pueden ver toda la superficie que ocupan desde los acantilados de papel. Visualmente tiene mucho impacto». Huerta no duda en reconocer que ese entorno es un diamante en bruto, un filón por descubrir, a nivel turístico y considera que «se le puede dar un impulso». Los ve ideales para la escalada. «A mí esta zona me cautivó por diferente», remarca.
Podría haber un millar
Serían cerca de un millar de bloques en unos 150.000 metros cuadrados.
Parque etnográfico
Desde 2019. Al lado existe otro, el que recuerda el pasado ballenero de Morás.