El incendio que la semana pasada avanzó descontrolado por la sierra afectó a algunos de los principales reclamos turísticos
15 ago 2022 . Actualizado a las 20:06 h.Cuando el fuego arrasa una superficie de terreno tan basta como la que ardió la semana pasada en Boiro resulta difícil comprender la magnitud del desastre. En las 2.200 hectáreas calcinadas —según un balance oficial que todavía es provisional— había árboles y arbustos, pastos, animales, viviendas y establecimientos hosteleros que pudieron salvarse de las llamas in extremis, infraestructuras de servicios básicos y espacios naturales de gran valor ambiental y también turístico. De hecho, algunos de los paraísos naturales más visitados de la comarca sufrieron las consecuencias del incendio. Una semana después, espacios como las piscinas del río Pedras, A Curota o el acceso al Castelo de Vitres reciben al visitante completamente teñidos de color negro.
Si se circula por la autovía de Barbanza en dirección al municipio pobrense y se mira hacia A Curota, la ladera del monte está, en apariencia, como siempre. Podría pensarse que no ha pasado nada y que una de las grandes cumbres de la comarca ha salido indemne de la destrucción del fuego, pero en cuanto se toma el camino de subida, la cosa cambia por completo. A ambos lados del vial que lleva a la cima se extiende una superficie completamente calcinada, y desde esa altitud puede verse nítidamente el rastro que las llamas han dejado en la sierra.
Arriba del todo tiene Cristian Zimmer su negocio, un establecimiento que fue rodeado por las llamas: «El fuego se quedó a dos o tres metros, llegó por los dos lados y tenemos algunas ventanas afectadas por el calor». Tuvo que desalojar el local precipitadamente, sin tiempo a meter en las neveras mercancía que acabó echándose a perder: «Cuando me metí en el coche vi que el fuego ya estaba aquí, y desde el mirador de Valle-Inclán vi que estaba todo ardiendo. Para mí fue muy fuerte».
Con optimismo
Ya han recuperado la actividad habitual en la tapería, no sin tristeza: «El local no se vio afectado, pero lo que lo hacía bonito era el verde de alrededor, las vistas, yo al subir aquí me sentía contento por el olor del monte, la naturaleza... Siento nostalgia porque nosotros formamos parte de este monte y ahora está todo quemado». Con todo, superado el shock inicial, es optimista. «Yo no me voy a ir de aquí, conocía A Curota bonita y volveré a verla bonita, reverdecerá de nuevo».
Otro importante punto de atracción de visitantes de A Pobra es el río Pedras y sus piscinas naturales, un enclave que generalmente se caracteriza por el verdor que aporta la humedad constante y que ahora está también negro. El fuego llegó a la orilla misma del cauce y no solo afectó al paisaje de este privilegiado espacio, sino que también arrasó los vestigios del monasterio medieval de A Miserela, donde hace unos años se realizó una intervención arqueológica y cuyos restos son bien visibles después de que ardiera todo cuanto había a su alrededor. Las llamas también arrasaron los accesos a las piscinas, por lo que el alcalde hizo un llamamiento para extremar las precauciones por el riesgo de desprendimientos.
También en Oleiros, a pocos metros del cámping Ría de Arosa, hay unas pozas naturales: «Mi hijo lloraba al ver que el monte que recorría para ir a bañarse estaba ardiendo», contaba uno de los clientes habituales del establecimiento.
En Boiro, punto de inicio del incendio, también hubo espacios muy frecuentados por vecinos y visitantes que sufrieron las consecuencias del fuego. El más conocido es el Castelo de Vitres, cuyo acceso quedó impracticable. Y al balance de daños, el regidor boirense sumaba el mirador de A Figueira, una pérdida que lamentaba especialmente porque era un espacio recientemente acondicionado que empezaba a recuperar visitantes.