Con el show de «La puta rave» la artista dio un giro de intensidad a su repertorio en el Noroeste
13 ago 2022 . Actualizado a las 17:33 h.Ser fan de Zahara resulta de lo más estimulante. La artista que sacó el álbum Puta en mayo del 2021 no se ha conformado con montar una gira y replicarla de festival en festival. Al contrario: la ha ido ajustando, modificando y reinventando sobre la marcha, ofreciendo nuevos prismas para disfrutarla. Si el año pasado aparecía en eventos como el Atlantic Fest o el Noroeste, cargada de rabia y emotividad en la puesta de largo de un disco que es mucho más que un disco —toda una radiografía en clave techno-pop de la violencia a la que están expuestas las mujeres por el hecho de serlo—, luego resurgió en versión más roquera en clubes (inolvidable su concierto en la Sala Karma de Pontevedra). Ahora, en la revisión de su repertorio, se ha sacado de la manga una versión que mira a la música de baile, los espacios abiertos y el torpedeo electrónico. La puta rave. Lo que se pudo ver el viernes en el Noroeste de A Coruña. Y lo que estaba previsto verse ayer en Pontevedra.
Todo es extraño y familiar en este nuevo espectáculo. Sigue mandando el rojo. Siguen armando el esqueleto argumental los temas de Puta. Sigue la misma puesta en escena a lo banda de tecno-pop de los ochenta Y sigue presidiéndolo todo la bonita voz de Zahara. Pero esos asideros se encuentran semiescondidos en una capa de rareza electrónica que convierte la experiencia en una nueva forma de acercarse a un repertorio enorme. Como la mejor Ana Torroja con suplemento de nervio eléctrico, la artista juega a la deconstrucción y la sorpresa permanente flanqueada por dos bailarinas. Siempre gana. Arrasó de entrada con una Taylor pasada de vueltas en el que la lírica del estribillo se disuelve sobre las programaciones. Se metió al público en el bolsillo con la copla electrónica de Dolores —guiños a Britney Spears y Lola Flores incluidos—. Marcó un pico con una apoteósica Joker, seguramente la más acertada de todas estas revisiones. Y lo dejó todo trillado para una tríada final de delirio.
Ese último tramo lo inauguró Merichane, la canción que es más que una canción de ese disco que es más que un disco. «Yo estaba ahí» y cada una poniendo la fuerza en el verso con el que más se identificaba. Lo continuó La bestia cena en casa, en una felicísima vuelta de tuerca que la hace aún más bailable (y proclive a dar botes). Y lo concluyó con la canción definitiva para este tipo de show, Berlín U5. Allí ante unas 20.000 personas que la seguían en la arena, Zahara bailó e hizo bailar. Convirtió el Noroeste en uno de esos festivales de los noventa en los que aparecía el breakbeat llevando la pista de baile a los grandes recintos. Cantando cosas como «aunque quiera llorar, tú solo llévame a bailar», conquistó al público al que puso la piel de gallina en el 2021 y mucho más. Con la misma esencia, pero rebajando emotividad y girando la manilla de la intensidad, demostró que no solo es uno de los grandes nombres del pop nacional actual, sino que resulta una gozada seguir una evolución constante y fascinante.