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Y volvió san Roque y mandó llover

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

VEN A GALICIA

ADRIÁN BAÚLDE

La lluvia quiso ser protagonista en la Festa da Auga, pero fue obviada por quienes disfrutaron a todo tren

17 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Llovió en la Festa da Auga, tal y como se preveía, pero hizo menos frío del aguardado, con lo que el estropicio fue menor de lo esperado, y se pudieron aguantar los calderazos con relativa solvencia. No hubo mangueras ni tampoco, al menos al inicio del despiporre, agua en la plaza de A Independencia, que era uno de los lugares establecidos como abrevaderos. Molestaba la lluvia, en fin, y se agradecía el sol que más calienta, en una situación que se dio ayer y que no es fácil que vuelva a repetirse. Bailó san Roque y mandó llover.

El paseo matutino desvelaba que, quizás, el porcentaje de foráneos en la fiesta era menor del habitual. Y así pareció. Nunca tan cómodo fue andar por la rúa Edelmiro Trillo, así que el traslado da la imagen de san Roque fue movido pero sin mayores problemas. Los atascos llegaban porque la peña iba sobrada de tiempo y saludaba a los vecinos y amigos que estaban en los balcones. Andaba por allí la lluvia, que quería su cuota de protagonismo, pero no hay peor desprecio que no hacer aprecio, con lo que los chaparrones, que cayeron en determinados momentos con buena intensidad, no enfriaban los ánimos.

La gran duda, en realidad, era si habría procesión de subida a la capilla. A las doce menos veinte había ya una importante cantidad de personas a las puertas de la iglesia. Los músicos de la banda, perfectamente pertrechados, con sus chubasqueros. Caían algunas gotas, tampoco era aquello el diluvio, pero de repente se abrieron las puertas del templo y apareció la imagen de san Roque, embutida en un plástico para que la lluvia no la dañara. Y la aparición derivó en una ovación. A partir de ahí se siguió el operativo habitual. Comenzaron a sonar las notas del pasodoble Triunfo y arrancó el traslado. Con Carlos Guerrero y su sombreo holandés al frente de las operaciones. Tocaba ir hasta la capilla y hasta allá que se encaminó la cuadrilla. Llovía más que nunca, fuerte a veces, y otras veces escampaba, pero a esas alturas ya daba igual. Llego luego el turno del pregón de Sara Gómez que, manteniendo la tradición, solo lo pudieron escuchar quienes más cerca estaban de la grúa. Y, luego, el despiporre acuático. El agua comenzó a fluir de los balcones de los pisos para solaz refresco de unas hordas que, en realidad, no la necesitaban porque calor no hacía, pero que echaban de menos la festiña tras dos años de sequía.

Música por todos lados

Los participantes fueron bajando desde San Roque para ir pidiendo agua por el centro del pueblo. De cuando en vez el sol hacía un amago de participar en la fiesta, pero sin demostrar mucho interés. Había música por todos lados, pero no bomberos, y hubo quien se acordó de ellos cantando aquello de «No puedo vivir sin ti, no hay manguera». Sí, llovió ayer, pero eso no fue lo más importante para muchos.