Fruto de un proceso de experimentación, busca la interacción con el público
18 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.En la película Big (1988), mientras que Tom Hanks y Robert Loggia pasean por una juguetería en Nueva York, tropiezan con un piano gigante anclado al suelo. Con los pies, saltando de tecla en tecla y de un lado a otro, ambos comienzan a improvisar melodías.
Tomando esta escena como referencia, Manuel Benyacar, lutier argentino residente en Italia, creó su propio «grande piano». No obstante, ellos fueron un paso más allá que Penny Marshall. Benyacar, un apasionado de las máquinas y los sistemas, construyó con sus propias manos «un instrumento musical nuevo». «En la película estaba la idea, pero no desarrollaron la parte electrónica como nosotros», explica.
Su interés por la tecnología y la robótica le llevó a abandonar su trabajo con los violines barrocos para ahondar de lleno en este proyecto. Primero, con «pasillos sonoros» pensados para ferias en los que, al pasar el público por ellos, creara algún tipo de sonido. Desde un principio, la idea era la comunicación entre usuario e instrumento.
Recorrió el mundo con su invención —Dubái, Corea del Sur, Tailandia, Macedonia, Singapur, México...—, pero no fue hasta sacarla a la calle cuando la burbuja explotó. Los vídeos de las actuaciones que colgaban en su canal de YouTube —Il Grande Piano— se hicieron virales; algunos llegaron a mas de veinte millones de reproducciones. «No estábamos preparados en cuanto a infraestructura», explica el creador. No obstante, esto fue un empujón para seguir desarrollando nuevas versiones del piano «con más sensibilidad». El motor que las propicia, el ansia «de búsqueda y experimentación». De esta forma, experimentando, encontraron también la manera para llevarlo de ciudad en ciudad. Las piezas se separan y se transportan en maletas.
Interacción con el público
Tras la pandemia, el equipo de Il Grande Piano —marca patentada— estuvieron dos años parados. Contra todo pronóstico, les sirvió para reafirmarse en que querían continuar con el proyecto. Los espectáculos funcionan con dos bailarines de circo que componen las melodías con sus pies. «No somos pianistas académicos. Nosotros improvisamos y divertimos al público», explica Benyacar. Al final de cada espectáculo dejan que los asistentes toquen las teclas en vivo «para que vean que es verdad».
El domingo actúan en el Ikfem, festival que gira en torno al teclado. Por eso, aprovechando la ocasión, al autor le gustaría que probaran a tocarlo algunos pianistas profesionales. «Que trataran de hacer algo, ejecutar sus propias piezas aquí. Sería un proceso creativo interesante».
Puente entre culturas
El festival Ikfem lleva diez años organizándose como un símbolo de unión entre la Eurociudad de Tui y Valença do Miño. «Es un proyecto que simboliza que no existen las fronteras», explica Andrea González, directora y fundadora.
El hilo conductor del festival es el teclado, pieza clave en instrumentos como el piano clásico, el sintetizador o el órgano. Todos los estilos programados —pop, rock, fado o flamenco—, giran en torno a el.
Las actividades están programadas de forma simultánea. Desde mañana hasta el día 26, tendrán lugar a ambos lados de la frontera, en Tui y en Valença. La filosofía de unión que transmiten también la aplican al público, que va desde gente joven a familias con niños. En todos los sentidos, según González, el proyecto «va de romper barreras».