Bengalas y música acompañaron a este ser en el día de ayer por la Boa Vila
23 ago 2022 . Actualizado a las 21:20 h.Con una temperatura que marcaba cerca de los 30 grados a partir de las doce del mediodía, la Iglesia de San Bartolomeu se despertaba este martes con una gran conglomeración de personas reunidas a su alrededor, cuya mayoría estaba representada por niños y niñas de todas las edades.
Disfrazados algunos con cuernos, largas capas rojas y tridentes, los más pequeños de la casa esperaban ansiosos la llegada de un ser mitológico que, desde el año 2001 irrumpe y recorre las calles de Pontevedra cada 23 de agosto, como motivo de una de las tradiciones más históricas de la ciudad, como es la Festa do Demo, donde la cola de este es el bien más buscado entre estos pequeños.
«Ya viene, ya viene». Los gritos de algunos niños anunciaban la llegada de este demo, que acompañado de sus tres secuaces y al ritmo de la música traída por la Banda de Gaitas de Cotobade, se adentraba, poco a poco, por los arcos de San Bartolomeu.
En escasos momentos, el sonido de los petardos y el olor a pólvora de las bengalas se mezclaban entre la multitud. Una completa revolución de travesuras se había montado de un momento a otro, donde el demo y su grupo comenzaron a asustar y robar algunas gorras de los presentes.
La cola de este demo se convirtió en el punto clave de todos los niños, que a penas tardaron dos minutos en robársela.
A partir de ahí, las distintas calles de la ciudad se convirtieron en un escenario donde el demo fue recorriendo y escapando de estos niños, apoyados por los secuaces de este, que al grito de «avalancha» corrían todos juntos a por la preciada cola.
La plaza de la Verdura, la Ferrería, Curros Enríquez o Teucro, fueron algunos de los destinos donde se pudo presenciar a este ser mitológico, que asustaba a todo aquel con el que se encontraba, tanto en las propias terrazas de los distintos bares de la ciudad, como los empleados de los locales que salían al exterior abrumados por los gritos de los niños y la humareda de colores de las bengalas.
Los padres o abuelos de estas criaturas no tuvieron otro remedio que recorrer también todas las calles, como Isabel, que tras años acudiendo a esta fiesta, traía por primera vez a su nieta a conocer al demo. Incluso algunos turistas, que desconocían esta tradición, no quisieron perderse este recorrido. «Nosotros somos de Extremadura y nos acabamos de encontrar con esto mientras paseábamos, y nos encanta», comentaban Manolo y Manoli.
Los más valientes aguantaron hasta el final del recorrido con las mismas ganas de robarle el rabo como al principio. Otros, por el contrario, se seguían escondiendo detrás de sus padres cada vez que el demo se acercaba a ellos, provocando alguna que otra lágrima.
El Liceo Casino servía para el demo y sus secuaces como final de su recorrido matinal, en el que despidieron a todos con aplausos, petardos y bengalas.
“O mellor destas festas son os rapaces, os diabliños, que veñen con moitas ganas para desmelenarse e portarse mal conmigo”, contaba el propio demo, escondido bajo la figura de Renato Domínguez, tercera vez que se caracteriza de este ser mitolóxico.