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Los peregrinos se resisten a entrar en la Catedral de Santiago sin mochila

lEILA fERNÁNDEZ / s. l. SANTIAGO / LA VOZ

VEN A GALICIA

Sandra Alonso

La norma, impuesta en el 2010, provoca despistes y alguna queja

26 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ya doce años que los peregrinos no pueden entrar en la Catedral con mochilas de grandes dimensiones, y muchos de ellos todavía no lo saben. «No teníamos ni idea, ¿donde la podemos dejar ahora?», se preguntaban ayer unos visitantes extranjeros, mientras esperaban su turno para acceder al mayor atractivo turístico de la ciudad. Eran los únicos en la hilera de personas que atraviesa A Quintana que portaban esas voluminosas mochilas, porque la mayoría de peregrinos acostumbran a despojarse de los bártulos nada más llegar a Santiago, dejándolos en los albergues o pensiones. Solo cargan con lo imprescindible en pequeñas mochilas o bolsos, con los que sí se permite acceder a la Catedral, eso sí, después de ser revisados por el personal de seguridad.

La mayoría de los que intentan colar la mochila es porque no van a permanecer ni pernoctar en la ciudad, así que suelen cargar con ella. Aún así, el problema viene porque «el 99% de los peregrinos no saben que no pueden entrar con esas mochilas tan grandes», aseguran desde Atelier Isabel Suárez, una joyería en Praterías que a su vez funciona como consigna. Precisamente aquí es adonde el personal de seguridad envía a aquellos que intentan acceder a la Catedral con bultos de grandes dimensiones, por ser la consigna más cercana. Por un módico precio de dos euros, los turistas se deshacen de sus equipajes, y todo ello sin perder su puesto en la cola, pues el personal no les obliga a rehacer la kilométrica fila. Aún así, siempre hay quien prefiere dejarlos en las inmediaciones de la puerta, sin vigilancia.

Desde que la prohibición se impuso en el 2010 —el anterior Año Santo— ha tenido buena acogida, pero en este nuevo Xacobeo —el más multitudinario de la historia— puntualmente se ha producido alguna pequeña discusión en los controles de acceso al templo. «En xeral non hai problemas, simplemente dicímoslles que non poden pasar, deixan a mochila nalgún sitio e volven», explica el personal de seguridad, que no niega que de vez en cuando algún visitante se queje. «Nos parece fatal que después de hacer cien kilómetros o más no dejen pasar las mochilas, por muy grandes que sean», sostiene un grupo, que tacha la medida de «ridícula». Por el contrario, un matrimonio granadino sí apoya una norma que conocieron «por unos amigos que vinieron antes y nos lo dijeron».