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Odile Lueiro: «Prometí hacer el Camino si mi hija entraba en Medicina»

Loreto Silvoso
loreto silvoso A CORUÑA / LA VOZ

VEN A GALICIA

La experta en comercio exterior de la Cámara de A Coruña peregrinó desde los Pirineos franceses hasta Santiago en 34 días

04 sep 2022 . Actualizado a las 10:24 h.

El verano también se puede aprovechar para reconectar con uno mismo y cumplir antiguas promesas. Es lo que hizo Odile Lueiro (Vila de Cruces, 1965), técnica de comercio exterior de la Cámara de Comercio de A Coruña. Habituada a asesorar a las empresas en materia de exportación, este agosto cambió las misiones comerciales por las botas de peregrina. Recorrió los 820 kilómetros que hay desde los Pirineos franceses hasta Santiago en 34 días. Sanadores kilómetros que le han servido para descubrir lo bien que funciona su mente cuando sus piernas caminan.

—¿Cuál era su motivación?

—Una promesa que hice hace cuatro años. Mi hija Helena estaba en una lista de espera para entrar en la Facultade de Medicina en Santiago y yo veía que era casi imposible. Un día antes de irse a Barcelona (donde sí había entrado), la llamaron de Santiago.

—Así que lo consiguió.

—Sí, este curso entra en cuarto.

—Pero el Camino es mucho más que un agradecimiento.

—Al caminar, no solo mueves tu cuerpo, sino tu mente. Son muchas horas a solas contigo misma, con tus pensamientos, tus miedos, tu pasado, tu presente.

—¿Sirve para sanar las heridas?

—Sí. El contacto con la naturaleza, con todo lo que te rodea te da mucha paz y un día, durante tu caminar, sientes que las heridas cicatrizan y duelen menos.

—¿Fue duro a nivel físico?

—Tienes que ir a tu ritmo. Escuchar tu cuerpo. No es una competición de quién llega antes. Yo disfruté de cada etapa y he parado muchas veces para contemplar lo que me ofrecía la naturaleza, para recogerme en alguna iglesia (¡cuántos tesoros tenemos!), para un baño de pies en los ríos que cruzaba...

—¿Cuántas ampollas le tocaron?

—Por suerte, ninguna. Me ayudó el cambiar de calzado en la mitad de cada etapa: botas de trekking por sandalias de montaña.

—Buen consejo. Dígame otro, ¿qué no debe faltar en la mochila?

—Los tapones, para poder dormir en los albergues. Y un botiquín básico. Parece obvio, pero tuve que dejar varias veces mi botiquín para curar ampollas o para un dolor de muelas. Otra cosa importante es una linterna frontal, si empiezas a caminar muy temprano.

—Apuntado. ¿Qué está de más?

—No volvería a llevar una batería externa de móvil. La infraestructura del Camino francés es muy buena y siempre encuentras donde cargarlo. Y sobra ropa. Con lo puesto y un par de cambios es suficiente.

—¿Partía de alguna premisa?

—Vive el Camino con todos tus sentidos y sin programar nada. Ese consejo me lo dio mi hijo mayor, Diego. Él hizo su primer Camino solo a los 21 años, desde los Pirineos hasta Fisterra en 27 días. Me sentí muy emocionada siguiendo sus pasos. Diego es un ejemplo de superación y de fuerza. A los 10 años debutó con una diabetes tipo 1, con todo lo que eso implica. Toda mi admiración hacia él.

—¿Qué aprendizaje se lleva?

—Destacaría la paciencia y la recompensa del esfuerzo. Creer en ti y en que puedes conseguir tu objetivo si te esfuerzas.

—Si tuviera que describirlo con una palabra, ¿cuál sería?

—Magia. Por muy escéptico que seas, en un momento dado sientes esa magia que es la belleza del Camino. En todas las etapas, algo captará tu atención y quedará grabado en tu retina.

—¿A qué huele el Camino?

—A trigo, a girasoles, a tierra, a árboles, a velas eclesiásticas, a suelas de zapatos gastadas...

—¿Cuál fue la etapa más bonita?

—La primera, desde Saint Jean Pied de Port hasta Roncesvalles. Tenía un sentido especial. Soy una persona con dos culturas. Ha sido como deshacer el camino de mi familia que partió a Francia.

—Día a día, iba contando la experiencia en sus redes sociales. Se ha revelado como una gran escritora y mejor fotógrafa.

—Necesitaba escribir para no olvidar. Cada día volcaba mi sentir con letras. Opté por las redes para que familia y amigos estuvieran al tanto de mis pasos. No me esperaba la respuesta que he tenido y doy las gracias a todos.

Un viaje especial: Su historia es la de la emigración de Galicia. «Mis bisabuelos y mi abuelo paterno se fueron a Cuba y Argentina; mis abuelos maternos y mis padres, a Francia. Yo me eduqué en París hasta los 18 años y luego regresamos a España. Estudié Económicas en Santiago y viví un año en Bruselas, becada por la Cámara de de A Coruña».

«En un albergue tuve que despertar a un diputado francés que había ocupado mi litera»

Odile Lueiro acaba de completar el Camino de Santiago en una experiencia que la ha «transformado» y «reconectado» con su etapa francesa. Esta coruñesa vivió en París hasta los 18 años. Ella aconseja emprender la ruta en solitario. «Tú eliges, tú marcas los tiempos y apagas los ruidos exteriores, muchas veces contaminantes e innecesarios».

—Es frecuente ver a mujeres solas haciendo el Camino, ¿no?

—Es más frecuente ver a mujeres solas que a hombres. Y, sobre todo, mujeres de otros países: Francia, Corea, Australia, el Reino Unido, Alemania… Mujeres valientes. Siento una admiración especial por las de Corea del Sur que, sin apenas hablar inglés y con una cultura muy distinta a la nuestra, emprenden el Camino.

—¿El Camino da las alianzas?

—El Camino puede unir. Conozco historias de amor y de amistad. Yo soy muy afortunada porque mi Camino me dio una amiga coreana, Youn. Sin apenas entendernos, porque habla muy poco inglés, hemos sentido una conexión muy especial y fuerte. Me aportó mucha paz. Yo podía ser valiente, pero ella mucho más.

—Le habrá pasado de todo.

—Una vez, la litera que me habían asignado estaba ocupada cuando llegué al albergue. Resultó ser un diputado de la Asamblea francesa, al cual tuve que despertar. Otra vez, un peregrino preguntó por «una Odile que estaba con una coreana y que, al parecer, era enfermera. ¡Era por mi famoso botiquín!

—¿En qué idioma hizo el Camino?

—En francés, español e inglés.

—¿Le ayudó ser políglota?

—Sí, porque podía aprender de otros peregrinos, cuando dejas de caminar al finalizar la tarde.

—¿Repetirá la experiencia?

—Sin lugar a dudas, porque creo que el Camino nunca es igual.