La primera dificultad es encontrar la desembocadura en el Samo
10 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Resulta que en la comarca compostelana hay no solo un río Cabrón que nace en Mesón do Vento y recorre medio concello de Ordes, sino otro más del mismo nombre. Y este pertenece, desde su minúsculo manantial, al municipio de Oroso. Es más: esas primeras y humildes gotas marcan un punto geográfico, un ángulo, donde comienza el ayuntamiento de Frades. Curiosidades administrativas.
Hay dos maneras de conocer esos paisajes humanizados pero con rincones muy tranquilos y realmente bonitos: o hacer el recorrido en coche, deteniéndose en puntos concretos de la corriente, o bien andando (y con el apoyo de bicicleta de montaña para los que se encuentren en muy buen estado de forma). Y una propuesta: hacer la excursión al revés.
Y aceptado eso, la primera dificultad es encontrar la desembocadura del Cabrón en el Samo. Una somera indicación ayuda: carretera del centro de Sigüeiro hacia Frades, y justo al cruzar el Samo en un paraje donde hay una pequeña área de descanso, desvío a la izquierda por asfalto en paralelo a la corriente, que no se ve, como no se ve lo que queda de un molino. Se alcanzan las casas de A Barreira y ahí nace un camino descendente que lleva a ese punto simbólico.
Desde A Barreira parte hacia el norte otro precioso camino de tierra que va al lado del Cabrón, y desciende hasta encontrarse ambos a la altura del cruce con una pista que por la izquierda conduce a la iglesia de Marzoa. El desvío hasta el templo es pequeño y merece la pena. Ahí el excursionista se va a encontrar con una fuente, un lavadero tradicional, el portalón de un pazo (privado), un cruceiro levantado con ingenio ya que se adapta al desnivel del terreno (y con la inscripción «Este crucero se hizo a espensas —sic— de dn Emilio Somoza Rey año de 1875») y con la iglesia puesta bajo la advocación de San Martiño.
Marcha atrás cien metros y a la izquierda y luego a la derecha por pistas de tierra que vuelven a conducir a la corriente. Por ahí y por un camino en paralelo se llega a un pequeño bosque donde hay que buscar el manantial, cosa por otra parte nada difícil. Cuando se encuentra, el viajero estará a algo más de dos kilómetros y medio del punto de inicio. Corta distancia, cierto, pero con un nivel de dificultad que convierte la salida en una aventura.
Y muy cerca, a poco más de un millar de metros, se extiende un lugar idóneo para poner punto final de manera relajada. Las casas que se ven detrás del bosque son las de Vista Alegre, ya en Frades, y ahí nace una pista asfaltada, pura línea recta con escaso desnivel, que conduce al pazo de Galegos, con un pequeño parque infantil y otro biosaludable los cuales, en justicia, reclaman un poco más de cariño.
Si en el pazo se gira a la derecha se alcanza un espacio muy abierto y al mismo tiempo acogedor, la Praza das Doroteas, con amplitud para aparcar los coches. Ahí está el área recreativa A Fraga do Petón, muy grande, con palco de música tradicional (¡y bien cuidado!) curioso cruceiro aunque de escaso valor artístico y la iglesia, también de San Martiño y que fue levantada como vecina de un castro del que nada queda.
El edificio, impecable y con unas tumbas al menos curiosas, es barroco del siglo XVIII, erguido en mampostería con refuerzos de sillares; todo el conjunto sufrió modificaciones posteriores que le imprimieron un aspecto muy singular. Suele estar cerrado, lo cual es de lamentar puesto que en los muros norte y sur se levantaron dos notables retablos hechos en piedra, que al menos se pueden ver en un panel explicativo colocado en el exterior. Por cierto que otro panel muestra un plano de cómo es A Fraga do Petón.
Lo más interesante está detrás del templo, donde un regato forma preciosos parajes para sentarse y reponer fuerzas después de la aventura.