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Un recorrido por la banda de Laíño y por la banda de Lestrobe, en Dodro

cristóbal ramírez

VEN A GALICIA

Rosalía residió un par de años en el municipio y lo inmortalizó en sus versos

17 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy en día, Padrón sería mucho menos de lo que es sin los peregrinos, que han eclipsado algo la figura de Rosalía de Castro pero sigue estando presente en el imaginario colectivo y en el gran monumento en O Espolón. Y sin embargo, Dodro, el municipio vecino, no ha sabido explotar (en el mejor sentido de la palabra) la presencia allí de la poetisa.

Porque en Dodro no solo residió una temporada, un par de años, sino que lo inmortalizó en sus archiconocidos versos «como chove miudiño, como miudiño chove, pola banda de Laíño, pola banda de Lestrove». Y Laíño y Lestrobe (ahora con b) están en Dodro, y ella observaba la lluvia desde el pazo de Hermida. Sin duda, también recorrió esos lugares, algo que también resulta posible hacer hoy, claro está.

Así que desde el centro de Padrón, y cruzado el Sar, en dirección a Ribeira sin elegir la autovía sino la carretera de siempre. Ese primer grupo de casas ya es Lestrobe. En su parte alta está precisamente el pazo de Hermida, donde Rosalía dio a luz a los gemelos Gala y Ovidio (la dueña del edificio era su tía) y donde escribió «Padrón y las inundaciones» y parte de «Follas novas». Y en la parte baja, al lado del asfalto, un palacio recuperado que ahora es un establecimiento hostelero de cierto lujo.

Dejado atrás Lestrobe y el recuerdo de su conocida cerámica, las largas rectas que tiene el excursionista ante sí no le dicen absolutamente nada. Todo lo interesante, que es mucho, queda oculto, bien a la izquierda, con el Ulla y las brañas, bien a la derecha, como por ejemplo la enorme iglesia de Santa María, que data del XVIII, puro barroco con una torre enorme de tres sólidos cuerpos alzándose hacia el cielo. Los historiadores del arte y arquitectos resaltan que la cubierta en las dependencias laterales de la capilla mayor tiene forma de vieira. Dentro de la sencillez de la fachada destaca la puerta, muy trabajada y, coronándola, un frontón triangular que no se completa para dar cabida a una hornacina con forma de vieira y, dentro de ella, una imagen de la Asunción. Toda una obra de arte.

Por cierto que, también a la derecha, un poco más adelante queda un edificio más humilde pero con mucha historia y el rótulo Sociedad de Agricultores de las Tres Parroquias de Dodro, una entidad que tuvo vida entre 1913 y 1940 y ligada a la emigración a Argentina.

En determinado punto de esa carretera a Ribeira se pasa Vigo (un vicus o lugar romano; abundan en Galicia) y otra invita a ascender hacia la iglesia de Laíño, bien señalizada. Y antes de llegar al templo por ese asfalto no muy ancho y con los bordes pintados se deja atrás un parque infantil y a los 600 metros, un magnífico crucero que habría que medirlo, pero su fuste es de los más altos de Galicia, sin duda. Y el primer molino de los muchos de esta ladera aparece otros 200 metros más allá. Esto es Tarrío, con algunas casas muy bien rehabilitadas y demostrando que unas simples flores en el balcón son un impagable (y nada caro) plus estético.

Y arriba se divisa la iglesia de Laíño, de granito muy limpio, una gran mole puesta bajo la advocación de San Xián y con viejo cementerio en suelo. Haciendo conjunto, un edificio con historia salvado porque es centro de día de la Xunta, otro esbelto y muy alto crucero. Su fachada es magnífica dentro de la gran sobriedad exceptuando la ornamentación justo sobre la puerta, que, sin embargo, no asombra tanto como la de Santa María.

Lo que no tiene esta última sin embargo, son dos de las cosas que puede ofrecer Laíño: un precioso reloj de sol en un lateral datado en 1743 (todo apunta a que el templo se remató dos años después) y una inigualable panorámica sobre el tramo final del río Ulla y de las brañas que forma y cruza. Un paisaje que inspiró a Rosalía de Castro y que, sin duda, el excursionista sabrá valorar.