Patrocinado por

De naufragios y abordajes

tareixa taboada OURENSE

VEN A GALICIA

MIGUEL VILLAR

La propuesta expositiva de Zeta en el Centro cultural Marcos Valcárcel

19 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«El arte no es lo que se ve; el arte es la brecha», Duchamp.

Naufragios del alma es una de las propuestas expositivas más auténticas de un artista que muestra su obra como experiencia con valentía. La colección que Zeta presenta cupa la sala principal del espacio Marcos Valcárcel. Su trabajo, vinculado al Informalismo matérico por el impulso de una creación arrebatada y destructiva es tan lírica como dramática en función de los vacíos, la violencia de los materiales ideados como cuenca de sedimentación de estratos geológicos y simbólicos, la selección de los mismos, elementos reciclados que aproximan su obra al Póvera, Trash o Funk Art y trasladan en su agonía de deshecho la crítica al consumismo exacerbado de la sociedad capitalista en su antropofagia y cohabitan con una naturaleza en peligro de extinción, arrasada por el hombre y el tiempo, convirtiendo el cuadro ventana renacentista en muro de contención. Revienta los límites impuestos por la pintura tradicional en sus escultopinturas, dándole al arte la autonomía del ser en sí mismo, liberada de la imposición representativa. Pintura expandida como concepto mental transdisciplinar, temperamento, experimentación procesual de un impulso creativo sin límites, expresión de emociones, encantos y desencantos con una ética incuestionable en la huella que el autor realiza en sus intervenciones, tanto en las construcciones como en las destrucciones provocadas por los materiales torturados. Es este sinergismo de los materiales, los barnices y la policromía que funciona como una organización armónica entre estructura, material e idea a través de un refinamiento visual.

El muro como imagen tan pretérita como contemporánea, desde las pinturas parietales en cuevas con el hálito de magia propiciatoria, a Goya, Tàpies, la corriente Arte Madí o los grafitis de Banksy y Miss Van, el ser humano encuentra en la pared un soporte para manifestarse en libertad de forma crítica o estética, alejándose de convencionalismos y del mercado. El artista no necesita ni siquiera gustar sino expresarse, ser.

Zeta elabora propuestas estructurales de composición, experimentación y síntesis a través de evocaciones geológicas y sígnicas con una resolución magistral del no?lugar del cuadro, convertido en cuenca de sedimentación de estratos que niega la limitación renacentista del cuadro-ventana en favor de un muralismo de texturas terrosas y pétreas en la simulación de un paisaje arrasado por el tiempo, constituido por la adhesión de una mixtura con apariencia orgánica de elementos, para definir un lenguaje propio partiendo de la tendencia matérica y de la importancia procesual, despojándose de todo elemento narrativo superficial. Fragmentos de materia olvidada y derrubios que perfilan una imagen veraz a través del ensamblaje con la resaca postindustrial de lo urbano y una sorprendente iconografía residual en la degradación de los materiales, reales y falseados en sofisticadas escenografías trompe lòeil. La voluntad aniquiladora de la imposición obligó al arte a aproximarse a la contemplación de lo cotidiano de forma que la mirada taxonómica del público se limitaba a reconocer el objeto que se representaba y a valorar la obra según el grado de semejanza con la realidad, entronizando la habilidad técnica y prescindiendo de la necesidad vital de expresarse del artista. Ante esto, es difícil calibrar en qué lugar quedaría el arte, la creación, la libertad, si la experiencia estética se limitase a la reproducción de lo real. También donde quedaría el élan, el alma, las tripas, su caligrafía, su lenguaje. El accidente se convierte en tema, emoción, sensibilidad. El individuo creativo revienta los límites establecidos con lo que es ilimitado e inefable. Al renunciar a la anécdota representativa el arte se revela autónomo, libre. El artista trasciende la realidad para encontrar su propia voz. La palabra se vuelve paradoja en la deconstrucción de la obra degradada por la fragmentación y alienación de la sociedad contemporánea. Su punto de vista es ventral, a pesar de la concepción espacialista y el carácter estratificador de los sedimentos plásticos y la mancha que en su contraste enfrenta conceptos como angustia y calma en base al grado de tortura o densidad de las texturas. Como Tharrats de Dau al Set, introduce arena, cemento, papel de periódico, cartón y evoluciona investigando el concepto que le aproxima a Tàpies al concebir el soporte como muro que se erosiona y degrada a través de la intervención plástica del artista.