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En estos locales gallegos el postre es el plato estrella

A. G. CHOUCIÑO / LAURA G. DEL VALLE / MARTA VÁZQUEZ / PABLO PORTABALES

VEN A GALICIA

ANGEL MANSO

Lo más solicitado de la carta está en sus últimas líneas. Vete aflojando el cinturón si vas a estos locales en los que se come menos para llegar en forma al dulce final

26 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En la carta de estos locales el plato estrella está en su apartado final. La gente comparte plato, o incluso deja de pedir algo más para hacer hueco al verdadero protagonista del menú de esta ruta YES: el postre. La muerte por chocolate es posible en este recorrido en el que incluso algún restaurante tuvo que poner cartas en el asunto tras darse cuenta de que había comensales que se sentaban en la mesa con la única pretensión de pedir el postre. Toca aflojarse el cinturón para hacer la primera parada en A Coruña.

Una muerte dulce

Hablar del restaurante Basílico es hablar de uno de los referentes de la cocina mediterránea en la ciudad herculina. No obstante, tras más de dos décadas atendiendo comensales, también se ha ganado a pulso el tener un gran reconocimiento por sus postres caseros. En su carta siempre triunfan dos: Morirse por chocolate e Inspiración naranja. También lo otros que tenemos gustan mucho, pero estos dos son los que más llaman la atención, ya que no hay otros iguales en ningún sitio. El resto son postres que se podrían encontrar en otros restaurantes. Estos son únicos, son algo nuestro», explica su creador y dueño del restaurante, Alessandro Perfini.

Son dos propuestas distintas y con las que llegar a cualquier paladar que ame el dulce. «Hay gente que descarta la Inspiración naranja al principio porque no le gusta el sabor a naranja, pero realmente esa fruta no es el ingrediente principal. Es la inspiración. Entonces cuando lo ven llegar, que es muy bonito de ver, y lo prueban, pues se quedan sorprendidos. No se lo esperan. Son unas láminas de galleta muy finas que hacemos nosotros. Se recortan y van en capas con una crema pastelera de vainilla, y se baña con un almíbar de naranja. Las láminas son complejas de hacer y se sirven al momento para que no se ablanden o rompan». Morirse por chocolate, en cambio, ya lo dice todo con el nombre. «Es bastante esponjoso y muy contundente. Mucha gente cuando vuelve suele repetir. Además, está acompañado de una crema de leche en la base del plato para suavizar el chocolate».

Son elaboraciones 100 % caseras. Morirse por chocolate lleva un día prepararlo. Se comienza por la mañana y estaría listo para servir por la noche. El reposo es lo que lleva tiempo y es la clave para que tenga esa consistencia», sostiene Alessandro. Toda una experiencia culinaria que ya cuenta con fieles seguidores. «Hay clientes que se privan de comer algo más para hacer sitio para el postre. También los hay que nada más entrar ya me piden que les guarde un morirse o una inspiración, porque saben que la producción es limitada. A veces se agotan, porque los hacemos para tenerlos siempre frescos. Tampoco hacemos postres para llevar, porque la elaboración de inspiración, por ejemplo, perdería parte de su esencia y sabor. No sabe igual», destaca Perfini.

«Coulant» a la gallega

XOAN A. SOLER

La relación de Alén Tarrío, responsable del compostelano Pampín Bar, con su coulant de tarta de Santiago podría definirse como de amor-odio. Este postre es uno de los iconos de la carta de su restaurante y, sin embargo, a veces le da quebraderos de cabeza. El comensal no lo sabe, pues solo disfruta de una receta que, por lo que dice su autor, gusta a los golosos y a quienes no lo son tanto.

El caso es que este postre surgió hace años para darle una vuelta de tuerca a la tarta de Santiago, que aunque es un emblema de la gastronomía gallega, Tarrío considera que no gusta demasiado en las tierras de Breogán. «Si te fijas, apenas la sirven en los restaurantes y nadie la compra para llevar a casa», comenta. Así, quiso que recuperase el lugar que le pertenece de una manera apetecible para todo el mundo.

Vaya si lo consiguió. Tras diez o doce pruebas, su postre rozó la perfección, y ahora se ha convertido en un indispensable de su local. Esto llega a tal punto que, como explica el chef, «hay gente que va de viaje a A Coruña y pasa a propósito por aquí para probarlo, o cuando no tenemos mesas libres, la gente se lo lleva y lo come aquí en unas escaleras». Esto, que a priori parece todo un logro, se puede convertir en un problema si acarrea una pérdida económica. «Tenemos que buscar una solución para lo que ocurrió este verano, ponerlo en un menú o algo así. Estos meses tuvimos muchísima gente que venía solo porque le intrigaba este postre, se pedía una empanada y ya el coulant. Teniendo en cuenta que un comensal, solo por sentarse, ya cuesta unos 4 euros, no sale rentable».

¿Y qué tiene este postre que vuelve locos a los clientes del Pampín Bar? Pues que pese a ser un «dulce potente», como aclara Tarrío, por la presencia del praliné de almendra, también lleva un punto de sal que contrarresta y hace que hasta los menos golosos vivan una experiencia religiosa con esta receta. Tanto es así que garantiza que tiene clientes que nunca dejan hueco para el postre, salvo si se trata de este manjar. Evidentemente, se va a quedar en la carta, según indica ahora el cocinero, de manera indefinida.

Sabores de Italia

MIGUEL VILLAR

Reservarse para el postre es casi obligatorio en La Galleguita. Este restaurante, que abrió hace unos meses en Castadón (Pereiro de Aguiar) gracias a la unión de la familia del chef italiano Flavio Morganti y de la del empresario ourensano Santiago Conde, ofrece a los comensales una amplia y sabrosa variedad de comidas en la que se fusiona la comida gallega con la italiana, pero conviene echar un vistazo a la carta de postres y lanzarse a probar alguno. Da igual que uno se sienta lleno después de haber comido alguna de las deliciosas pinsas (una variedad de pizza con una masa hecha en la casa) o alguna de las sabrosas hamburguesas, por citar algunos ejemplos; en La Galleguita el postre tiene entidad propia, con una cuidada selección en la que no faltan los referentes italianos de siempre. La panacota o el tiramisú, dos propuestas que ya elaboraba Flavio en otros negocios anteriores, son dos exquisitas elecciones que se recomienda degustar, pero las propuestas van mucho más allá de la geografía del país de la bota. Así, se puede escoger entre el brownie casero de chocolate y nueces, el arroz con leche, el hojaldre con crema y nata y las tartas de queso o zanahoria, hechas siempre en casa. Por si fuera poco, se puede también probar alguna de las sobremesas calientes, como el gofre con chocolate, el chaparro pancake con chocolate cremoso o la París pancake de tofe de naranja y frutos secos garrapiñados. El helado tampoco falta entre las alternativas, con una amplia variedad de sabores, pero además en este restaurante, situado al pie de la C-536, se elaboran también tartas de cumpleaños por encargo. En La Galleguita el postre es el broche perfecto para una comida o incluso la excusa ideal para reservar mesa, ya sea en el interior del local o en su amplia y bonita terraza exterior. Es apto para toda la familia y además ofrece un amplio horario de apertura, desde primera hora de la mañana hasta la noche.

Canducha nunca falla

Ramón Leiro

Este es uno de esos restaurantes en los que te tienes que aflojar el cinturón a mitad de almuerzo. El cabrito y las patatas brillan tanto que hay que comerlos con gafas de sol. Todos son platos tradicionales sabrosos y contundentes, pero es obligatorio dejar un hueco para los postres. «Hay gente que comparte un plato para no llegar lleno al final. Y tenemos clientes que, aunque tomen un cocido de campeonato, no perdonan el dulce fin de fiesta», asegura Miguel Fernández desde Casa Pipeiro, en Ponte Caldelas, Pontevedra. Un establecimiento fundado por sus abuelos en 1938 y en el que su madre, Canducha Baqueiro, sigue siendo la jefa de cocina y la autora material de la carta de postres. El domingo pasado ofrecían dos tipos de flanes, uno de queso do Cebreiro con frutos rojos, y el de huevo de toda la vida, milhoja caramelizada de crema, cañas fritas, helado de la casa, el de vainilla es la especialidad, y su maravillosa tarta de queso de tetilla. Lo elabora una artesana de la aldea, hija de la señora que ya lo hacía hace años. Después se mezcla el suero que suelta con el caramelo y un crocanti de frutos secos. Es como una versión del queso con membrillo para volverse loco. En verano o en invierno, Canducha nunca falla. «La carta es casi siempre la misma, pero cuando empezamos con la temporada de cocidos incorporamos los melindres y la torta de chicharrones que hacemos con la propia grasa del cerdo. Son postres que ayudan a prolongar la comida», destaca Miguel. Habrá que esperar hasta noviembre. «Con este calor es imposible pensar en empezar con la matanza», apunta. No encontrarán orejas o filloas, aquí apuestan por los dulces antes comentados en lugar de los clásicos. Un restaurante famoso por el cabrito o por los cocidos, entre otros platos, pero en el que la gente deja sitio para el postre. Saben que Canducha nunca falla.