Ourense atesora un importante legado, que incluye las obras romanas mejor conservadas
25 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.En una provincia cosida a base de vías romanas, caminos a Compostela y rutas de arrieiros para abastecer de productos a las ciudades o dar salida a las cosechas vinícolas —entre otros trazados—, el patrimonio repartido por los rincones más insospechados de la misma incluye un amplio, rico y variado legado en materia de puentes que constituye una de las singularidades ourensanas. El catálogo es tan amplio como enriquecedor: de los pequeños pasos ubicados en espacios de gran singularidad —desde Éntoma, en el Camiño de Inverno, a Ricobanca y su conexión con la Terra de Montes— a Castro Cavadoso —asentado entre O Carballiño y Boborás, sobre el río Arenteiro— o singularidades como la de Pontepedriña: una construcción vinculada a la Vía XVIII que duerme el sueño de los justos bajo las aguas del embalse de As Conchas.
La mejor fábrica romana
Aunque el icono ourensano por excelencia es el «puente romano» de la ciudad, la verdad es que de romano tiene más bien poco: las remodelaciones acometidas históricamente han reducido la obra original a los pilares y poco más. Sus señales de identidad proceden de la época medieval y por el camino se han quedado varios de los arcos originales.
Con todo, la provincia de Ourense puede presumir de que cuenta con los dos puentes romanos mejor conservados y menos alterados de toda Galicia: Ponte Bibei y O Freixo. Enclave singular de la Vía Nova, o Vía XVIII, el puente sobre el río Bibei mantiene las características de la mejor fábrica romana y sigue soportando —con sus gruesos pilares de cinco metros de ancho— el tráfico rodado casi dos milenios después de ser levantado. Sobre el río Arnoia, entre Celanova y Cartelle, se mantiene inalterable el puente de O Freixo, la otra gran aportación de la época.
De la misma etapa, y también vinculado a la Vía Nova, es otro paso sobre el Arnoia: el de Baños de Molgas. El puente, de un solo arco, sufrió importantes reformas en los siglos XIV y XX.
Se hace cuestión imposible realizar la foto fija de un patrimonio que se ha ido adaptando
a los tiempos y las necesidades a través de la historia, con elementos que van desde las modernas construcciones —con el puente del Milenio como uno de los iconos— a las piezas que dan cuenta de una etapa industrial —puentes del tren en Ribadavia y Os Peares o sobre el río Miño en Castrelo—.
Por toda la provinc ia se reparten enclaves de gran singularidad y piezas que forman parte de la memoria colectiva de los ourensanos: en A Cigarrosa (Petín) disfrutan de uno que está parcialmente cubierto por las aguas del embalse, Allariz tiene en el de Vilanova una de las señales de identidad más reconocibles de la villa, la ciudad guarda el pequeño tesoro la construcción sobre el río Loña y en Leiro —donde también presumen de puente colgante— cuentan con una maravillosa fábrica sobre el curso del río Avia en San Clodio. La lista podría hacerse interminable, aunque en la misma seguro que tendrían un espacio destacado piezas como los puentes de Sobradelo, Vilariño Frío, Ponte Cabalar, Faramontaos o la de Francelos.
Demolición contra los franceses
Una de las piezas de especial relevancia se encuentra en Pazos de Arenteiro, donde cuentan con varios pasos sobre los ríos Arenteiro y Avia. Desafiando a una previsible ruina, a la que parece condenado, se mantiene Ponte da Cruz como un símbolo de la lucha contra la invasión francesa. Por las tierras de O Ribeiro se fajó Bernardo González, Cachamuíña, y los vecinos de Pazos de Arenteiro cortaron la marcha de los franceses hacia Ourense derribando parcialmente su puente.