Una cafetería con sala de cine, el sueño cumplido del hijo del proyectista en Pontevedra
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Jaro Pérez abrió un local en la que proyecta películas en una zona habilitada con patio de butacas
02 oct 2022 . Actualizado a las 20:03 h.Jaro Pérez creció yendo al cine. Viendo cada lunes la cartelera junto a su padre y a partir de ahí, fijando cuántas películas irían a ver esa semana. Así, año tras año fueron forjando una pasión por el séptimo arte que se convirtió este año en el Café de cine, una cafetería en la calle Pintor Rafael Alonso en la que cuenta con una patio de butacas y un proyector para hacer un pase diario. La idea le rondaba la cabeza desde hacía tiempo, pero hace unos meses supo que era el momento. Tras regresar de una etapa en Madrid, trabajó en Casa Fidel para poder vivir hasta que encontró el local idóneo. Apuró los últimos días del verano echando una mano en la pulpería de la zona monumental de Pontevedra hasta que este mes arrancó un proyecto que «como en la canción de Celtas Cortos» había empezado a gestarse el 20 de abril.
Cada tarde hay un pase de una película con tirón, pero además, Jaro Pérez tiene muy claro que en su Café de Cine tienen cabida los proyectos de artistas y directores noveles. «Acabamos de hacer el ciclo de cine A nosa terra, con profesionales sin recursos para ir a grandes festivales, son cortometrajes locales de gente que viene de Pontevedra, Vigo o Santiago», explica este cinéfilo, que tiene en mente otros proyectos para finales de noviembre: «Estamos haciendo una selección de trabajos, unos ocho o diez, que van a muestras como la de Cannes o Sitges para poder hacer un pase».
Las ideas se le agolpan en la cabeza en una cafetería que cada día tiene se sión de cine a las 20.30 horas. En el patio de butacas hay un aforo de 23 personas holgadas, pero reconoce que hay pases en los que tiene que poner más sillas por la alta demanda. Mientras explica su día a día, uno de sus proveedores le trae el pedido de palomitas para dar el servicio completo cada tarde. En las paredes del local, decenas de películas ambientan un espacio que hasta las sofás tienen mantas de personajes de Marvel. Jaro recuerda cuando cerró el vídeoclub Colón y San José, el último que quedaba en la ciudad y que bajó la verja el pasado mes de diciembre. «Al de Colón fui para llevarme muchas pelis para tener en mi vídeoteca personal, pero no pude coger todas las que quería», recuerda Pérez, que trae una imagen de la niñez al presente: «Cuando tenía nueve años iba con mi bici rosa a alquilar pelis y las metía en la cesta que llevaba, como en la película metían a ET».
Ese mural que tiene en la pared con las películas no deja indiferente al que entra, es también parte de su vida. «Más de una vez me dijeron si se las puedo alquilar, algunos clientes preguntan si voy a montar un vídeoclub», explica Jaro, que por el momento descarta esa posibilidad. Las películas se verán en su local en pantalla gigante, como le gusta verlas a él desde que era un niño, cuando su padre, Paco Pérez, le metió el gusto por el cine. «Era proyectista en el Cineclube Pontevedra y siempre le ayudaba en los veranos. El otro día revisando mi primera alta laboral vi que era con 16 años», recuerda. Pero no solo echaba una mano a su padre, también colaboraba con Cine na rúa: «Me iba corriendo para ayudar al salir de Casa Fidel».
Y el destino quiso que este amante del cine se enamorase de una actriz. Corinna Rautenberg es alemana y se gana la vida con la interpretación y dando clases de inglés. Es coprotagonista en la película Jacinto, de Javi Camino, y su otra mitad en un proyecto que ya se les hace pequeño a los pocos meses de nacer. «En el centro de Pontevedra es casi imposible poder costear un bajo grande que tenga dos zonas diferenciadas, pero estoy limitado para algunas programaciones», apunta.
A pesar de estar a tiempo completo en este proyecto, sigue siendo un fijo en el cine, sobre todo en el de versión original, lo que le ha llevado a poner en su Café de Cine una película sin doblar una vez a la semana. También organiza campeonatos de videojuegos en esa pantalla gigante y abre la posibilidad a celebrar cumpleaños. «A veces cuando no hay un pase y vienen familias con niños pequeños les pongo unos dibujos, les encanta verlos así a ese tamaño», comenta Jaro, que está orgulloso de haber convertido una de sus debilidades en su oficio. Debajo de viejos carteles de cine que cuelgan sobre la barra, mira hacia arriba y ve el de Airbag: «Fue la primera vez que entré dos pases seguidos a ver una película, había ido con mi prima».