Realizar la ruta es ir andando con la compañía simbólica de Rosalía
01 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Recorrer la ruta del Sar es ir andando con la compañía simbólica de la gran Rosalía de Castro. Un itinerario que comienza poco después del puente de O Viso, que pasa por detrás del polideportivo y que alcanza la colegiata de Santa María. Cuando se diseñó se pensó en todas las edades, y es que, sinceramente, su nivel de dificultad roza el cero absoluto.
Una vez en la colegiata se echa a poner un pie delante del otro dejando a la diestra el magnífico muro, justo antes de cruzar el puente que ve pasar a los peregrinos del Camino de Santiago procedentes de Ourense. Bajo las botas no hay ahora tierra, como en el tramo anterior, sino inicialmente un enlosado. El río parece un poco más estrecho que a la altura del polideportivo, pero quizás sea un efecto óptico porque la vegetación crece, y mucho, en una orilla y otra.
El paseante se va a encontrar con gente haciendo deporte, alguna descansando en el primer banco o, pasado un puente, en el segundo de los que jalonan el itinerario. La ruta va a alejarse un poco del agua y aparece otro banco más. «É que sen bancos a xente maior non viriamos por aquí», dice Eugenio, bien pasados los 80 y que asegura que, si no llueve, todos los días respira aire puro por aquellos pagos.
Así se alcanza Pontepedriña, donde el Sar queda por debajo de un puente de madera; madera es también el material usado en una larga pasarela. El entorno se hace hasta grato, cuando en realidad podría no serlo puesto que se han levantado edificios por todas partes.
Uno casi no se entera de que por allí busca su espacio vital un arroyo de gran humildad en sus dimensiones, y el caminante entra, así de repente, en ese peso pesado del Santiago verde que es el parque Eugenio Granell. Fueron colocados puentes que permiten ir al otro lado, y en algún momento de esa gran curva que va describiendo el itinerario de tierra habrá que hacerlo. Vegetación por todas partes en un espacio que poco a poco va formando parte del centro de la ciudad. En resumen, un lujo.
Con la carretera de doble carril ya cerca, el Sar va a correr canalizado. Algún compañero circunstancial de paseo se detiene para hacerse una foto en un puente o en el lavadero con fuente y que data del siglo XIX.
Y ante los ojos, un túnel. Parece que de alguna manera indica el fin de la jornada, ya que al otro lado es asfalto lo que se pisa, con viviendas a diestra y siniestra, pero en absoluto es así. La vía se estrecha y se convierte en sendero, gana a la carretera y se elige la izquierda para salvar el Sar con enormes losas bajo la goma de las botas. Cierto es que la entrada a ese bosque que inunda la retina entra en la categoría de lo mejorable, pero la magnificencia del lugar lo tapa todo. El carballo de Conxo impone con su presencia, preámbulo de una zona de descanso, con un banco corrido y otro puente. Un paraje con mucha historia que se explica allí mismo de una manera clara, colorida y concisa. O para decirlo sin dar más vueltas: el lugar donde se celebró el banquete de Conxo es un enclave que todos y cada uno de los compostelanos tiene que conocer.
Así se gana la rúa de Fervenza, en Conxo. Es casi el punto final de la etapa, de manera que se asciende y se llega justo al monasterio, donde ya circula el transporte público. Y es el punto final porque el Sar se va a meter por unos parajes a los que no hay acceso, una auténtica selva. Si se quiere ver desde otra perspectiva, entonces sígase desde el monasterio en dirección salida de la ciudad y cójase por la calle Torrente hasta encontrar el puente. Ahí se comprobará lo dicho: no hay quien pase. Para continuar conociendo el río de Rosalía de Castro procede subirse a un coche. Pero esa es otra historia.