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El ceense Diego González terminó su marcha de 3.500 kilómetros a Roma y Fisterra

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

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Diego, a la derecha, con dos compañeros italianos de peregrinación
Diego, a la derecha, con dos compañeros italianos de peregrinación DIEGO

Partió de la frontera italiana con Suiza, pudo ver al papa en El Vaticano, regresó por Francia y acabó en el Camino del Norte

07 oct 2022 . Actualizado a las 09:13 h.

Casi cuatro meses después de dar el primer paso de su aventura personal, Diego González (43 años) ya está en casa. En Xallas, Cee, adonde llegó el miércoles tras recorrer a pie unos 3.500 kilómetros que lo llevaron por Suiza, Italia (sobre todo), el sur de Francia y el norte de España. La llegada no se le olvidará, por el homenaje y los gestos de cariño y apoyo que recibió de amigos, vecinos y la parroquia.

Ayer ponía el epílogo a esta larga caminata con el último tramo, de Cee a Fisterra, para ver la puesta de sol, y ahora prepararse para descansar una temporada. Es difícil resumir toda la peripecia, porque cada día ya daría para una historia. Así, en general, la larga experiencia por Italia fue muy buena, y la francesa, no tanto. Todo en su conjunto, «impresionante».

La idea de Diego era terminar en Santiago, enlazando desde la zona del santuario de Lourdes, en Francia, hacia Irún, y de ahí a Ribadeo (no eligió el Camino Francés porque ya lo había hecho), pero la extensión a su parroquia y a Fisterra se motivó un tanto tras conocer a otros peregrinos (en Bilbao, un grupo inicial de nueve, y algunos de ellos fueron por otras vías o acabando) que sí querían ver el fin del mundo en su meta peregrina: dos italianos y una de Austria. Esta se quedó en la capital gallega, y los otros dos, Fabio de Vicenza y Serena de Savona, continuaban ayer con él en ese último tramo hacia el mar.

Pese a que no son fechas de altos picos de caminantes, y además en una ruta que tampoco es de las más ocupadas, curiosamente por Asturias «estaba a tope», y en todo el trayecto había albergues sin problema. No tantos como en Galicia, claro, «que en cada lugar hai polo menos cinco», pero sí los suficientes como para moverse y pernoctar sin problemas.

En todo este viaje, siempre exterior y que tuvo mucho de interior, una de las fechas que le van a quedar marcadas es la del 1 de agosto, cuando Diego llegó a la capital italiana a las 10 de la mañana tras 48 días de caminata, con solo tres de descanso. Sumaba ya algo más de 1.120 kilómetros desde que había empezado la vía francígena que comienza en el sureste de Inglaterra, en Canterbury. Pero no en ese inicio, sino en el arranque de Italia desde Suiza, casi en plena frontera. El motor que lo ha movido todo es Tamara, familiar que casi es una hermana. Hace unos once años se habían comprometido a realizar juntos uno de los Caminos. Era el mes de febrero, la fecha marcada era la de septiembre, pero en medio (en abril) la chica sufrió un grave accidente de moto, del que arrastra secuelas, y ni pudo ser entonces ni será. Así que, desde entonces, Diego se comprometió a hacer los Caminos que pudiese (ya van unos cuantos, cinco), y en ello está.

El otro objetivo era nada menos que ver al papa Francisco. Iba recomendado por la parroquia y del Arzobispado, pero no contaba con que en aquellos días el pontífice estaría atravesando por un problema médico, con la movilidad muy reducida, moviéndose en silla de ruedas. Incluso así, Francisco ofreció una recepción con saludo a los presentes a la que Diego pudo acceder, así que el objetivo quedó cumplido. De todo ello, además de la memoria, hay testimonio en vídeo y en imágenes.

Diego, a la derecha, ayer en Fisterra junto a sus dos acompañantes italianos en las últimas etapas del Camino.
Diego, a la derecha, ayer en Fisterra junto a sus dos acompañantes italianos en las últimas etapas del Camino. DIEGO

Fue después cuando surgió la idea de regresar caminando. No era nada nuevo, porque, de hecho, tal era la pretensión inicial, más tarde eliminada, pero renació. Así lo contó en agosto en Radio Voz, para sorpresa de sus familiares. Como era una época de mucho turismo, subir por la costa este italiana se planteaba complicado en cuanto a precios de comida y alojamiento, por lo que decidió viajar hasta la Camarga, en el sur galo, y seguir por ahí ya hacia Francia y España.

Como entonces, cree que el conocimiento emocional ha sido excepcional, entre otros muchos aprendizajes.