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Fábrica de luz de Pina: cien escalones hacia lo desconocido

VEN A GALICIA

A los pies del río Liñares subsisten las ruinas de una antigua central hidroeléctrica donde la vegetación se abre paso entre los restos industriales y una escalera de 100 peldaños conduce a lo desconocido

08 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Visitar la fábrica de luz de Pina (A Estrada) es como colarse en un cuadro de algún paisajista romántico. La naturaleza se abre paso entre las ruinas y la caminata se convierte en una experiencia casi mística. Para disfrutarla hay que andar apenas kilómetro y medio desde el lugar de Aldea Grande, en la parroquia de Aguións. No hay aparcamiento, pero tampoco mucho tránsito, así que se puede estacionar sin problema en la carretera ( 42 º 42' 51.6'' N - 8º 28' 39.8'' W). Desde este punto parte una pista sin asfaltar que se va adentrando en campos de cultivo. En esta época, los maizales agonizan y las imponentes flores amarillas de las calabazas reclaman la atención.

El camino está bastante bien señalizado, porque la antigua central forma parte de la Ruta das Eléctricas, impulsada por el Concello de A Estrada dentro de un plan para promover el senderismo de proximidad. Justo antes de abandonar los cultivos, un letrero de madera indica la dirección a seguir para adentrarse en el monte y llegar a la fábrica de la luz.

Poco después de ese cartel conviene estar atentos, porque el camino se bifurca en un punto sin indicadores y el sendero más ancho y mejor acondicionado no es el que lleva hacia el río. Para ir acercándose al punto de destino hay que tomar la estrecha senda de la izquierda. La ruta desciende entre pinos, robles, toxos y uces de diminutas flores malvas. En algún tramo los helechos y las zarzas amenazan con cortar el paso, pero el mal trago se compensa con el murmullo del agua que ya empieza a oírse.

La antigua central se encuentra a los pies del río Liñares. Se estima que fue construida en los albores del siglo XX y lleva décadas abandonada.

Al acabar la bajada por el sendero un cartel invita a desviarse hacia la izquierda. Y ahí empieza la auténtica aventura. La ruta avanza sobre el muro del antiguo canal de la minicentral, entre un túnel de hiedras y laureles desde el que ya se oye con contundencia el rugir del agua. El canal termina con efecto sorpresa. Justo donde la maleza cierra el paso, mirando a la izquierda, aparecen de la nada unas inquietantes escaleras con un centenar de peldaños. Son empinadísimas y están tapizadas de hojas otoñales, así que conviene ir con cuidado para completar la experiencia felizmente. Desde el escalón 80, más o menos, se vislumbran al fin las ruinas de la antigua fábrica de la luz. El edificio, sin tejado, puertas ni ventanas ha sido tomado por la naturaleza. Los árboles crecen dentro y los restos de las antiguas turbinas perviven rodeados de musgo y helechos.

La ruta continúa luego al borde del río en un nuevo tramo de aventura en el que hay que agacharse para salvar troncos caídos o saltar para sobrepasarlos. El río baja a la par saltando ruidosamente entre las rocas.

Pero la última sorpresa aún está por llegar. Poco después de iniciada la subida, a la izquierda, un mirador natural permite ver la antigua pasarela-acueducto sobre el río, una reliquia del patrimonio industrial que merecería la pena restaurar. Más adelante se enlaza con el sendero de ida. En total son menos de tres kilómetros y hora y pico de experiencia sensorial impagable.