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El parque compostelano de Brandía, antesala del bosque de castaños de O Instrumento

cristóbal ramírez

VEN A GALICIA

CRISTÓBAL RAMÍREZ

La ruta, que cuenta con enclaves muy bien conservados, se inicia en Santiago y concluye en Lapido, en Bertamiráns

15 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El río Sar, tan unido a Santiago y a Rosalía de Castro, deja a su inmaterial espalda la ciudad a la altura del monasterio de Conxo. Va a discurrir por la parte de atrás de las viviendas de la Rúa da Fervenza, pero lo va a hacer por una auténtica selva que no tiene entrada. Se puede comprobar desde ahí, desde el puente de la calle Torrente y desde el de A Rocha. Y sucede lo mismo desde la Ponte Vella de Arriba, ahora rehabilitada con mucha dignidad y por donde se trazó el Camino Portugués en su tramo final antes de pisar calles y plazas.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Pero todos esos sitios son meros enclaves para la foto, no para andar. Para el paseo hay que dirigirse a la calle Ponte Vella, que discurre por una urbanización de adosados. Ahí sí. Ahí se deja el coche y es el momento de poner un pie delante del otro y recorrer el precioso parque de Brandía, de 60.000 metros cuadrados recuperados a partir del 2003.

El río, que todavía no ha cogido mucha anchura, se merece un sobresaliente. Es posible ir pegado a él o alejado unos metros —hay una traída de agua de nada menos que más de medio kilómetro—, todo cuidadísimo, con bancos y una fuente (ojo: agua no potable). Se trata de un lugar no tanto para descansar —en realidad, comienza la jornada— como para observar y aprender, porque ese entorno fue un testigo privilegiado del desarrollo industrial de Santiago cuando el calendario marcaba el siglo XVIII. Y lo hizo de la mano de un hombre de Vidán, Jacobo Pérez, gran emprendedor que levantó varios molinos, una curtiduría y una fábrica de papel.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Y uno de esos edificios, llenando la retina, es hoy el centro sociocultural de Vidán, con banco curvo, fuente y pequeño estanque como compañeros. De matrícula de honor. Se trata del antiguo «curtidoiro» de Pego (o de Ponte Vella de Vidán, o Villa Rin, o Quinta dos Fuentes, o Villa Rial, o Quinta dos Xesuítas, o Casa de Brandía, que por todos esos nombres fue conocido).

A partir de ahí, y hasta Bertamiráns, solo entra en el apartado de lo posible dar cortos paseos por la orilla del río, no existe un sendero continuado. Por ejemplo, yendo desde A Barcia rumbo a Laraño ya se cruza el Sar, pero eso solo da para otra foto y para comprobar que se introduce en otra auténtica e impracticable selva, abandonado como está el mundo rural. Y, si bien va a discurrir pegado a la carretera que conduce a Bertamiráns, solo se distingue el bosque de ribera, pero no la corriente.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Hay que dar un salto con el fin de evitar la estación depuradora de Silvouta, que sufre problemas conocidos por la ciudadanía —es incapaz de purificar todo lo que entra— y, por lo tanto, a partir de ahí el Sar va a mostrarse más o menos esplendoroso como siempre, pero la calidad de sus aguas es harina de otro costal.

De manera que la recomendación consiste en continuar y en la rotonda de Aldea Nova tomar la carretera de la izquierda, hacia el cementerio, y ahí aparcar y echar a andar. Por detrás del camposanto parte una pista muy estrecha y muy descendente que pasa debajo de la autovía y antes de que suba ofrece un camino ancho de tierra, fácil de recorrer, que va a ir en paralelo al río. Desemboca en una carretera que por la izquierda lleva al Sar a la altura de Moutón, y por la mano contraria hacia un lugar de curioso nombre, O Instrumento, que ya a la distancia muestra un espectacular conjunto de castaños.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Sin cruzar el río, al comienzo de O Instrumento arranca una pista paralela al Sar que conduce a uno de los lugares mejor conservados de toda la cuenca del río: Lapido, con su empedrado, que todavía hace pocas semanas estaban arreglando operarios municipales de Ames; su ermita de la Merced, y su área recreativa.