Patrocinado por

Una ruta xacobea salvaje para unir A Lanzada con la plaza del Obradoiro a caballo

Serxio González Souto
SERXIO GONZÁLEZ VILAGARCÍA / LA VOZ

VEN A GALICIA

La experiencia huye de las carreteras, toca tres de los Camiños y permite dormir de acampada en cuatro, cinco o más jornadas

12 abr 2023 . Actualizado a las 18:23 h.

Peregrinar a caballo a Compostela no constituye ninguna novedad. Se hace desde hace largos años, con especial asiduidad en la Ruta da Prata. La experiencia, sin embargo, acostumbra a perder un tanto de autenticidad, por así decirlo, al compartir largos tramos con el duro asfalto. Evitar la carretera en lo posible y ofrecer una alternativa más intensa y cercana a lo que pudo ser su sentimiento original —habrá quien lo compare con aquellas trashumancias épicas de hoguera, café al fuego y manta enrollada de las buenas vaqueradas cinematográficas— anima la creación de una ruta ecuestre distinta que une, campo a través, el corazón espiritual de las Rías Baixas con la plaza del Obradoiro.

La idea surge del Club Hípico Atalaya, que abre sus puertas en Noalla desde 1987. Sus impulsores son el propietario del negocio, Nicolás Dontzoff Gedert, de padre alemán y madre francesa de orígenes rusos, y su mujer Anna Karchesvska, ucraniana. «Desde hace tiempo —explica Nico— tenemos rutas de un día a caballo. Hacemos, por ejemplo, la Ruta del Padre Sarmiento por tramos. También recorremos San Vicente, Montalvo y todo lo que es esta zona de la costa de las Rías Baixas. Pero queríamos probar algo distinto y creo que lo hemos conseguido».

El camino parte de la ermita de A Lanzada, un enclave de poderosas resonancias simbólicas, y se dirige, en su primera singladura, hacia Caldas de Reis. Los jinetes experimentados pueden cubrirla en una sola jornada, que los menos expertos tal vez deban repartir entre dos. Son, en cualquier caso, alrededor de 45 kilómetros que llevan al peregrino por el monasterio de A Armenteira, el mismo en cuyo huerto el monje Ero durmió una siesta de trescientos años mecido por el trinar de un pajarillo.

La siguiente etapa comunica Caldas con Pontevea, donde se cruza el puente antiguo. Hay algo más de carretera que en la anterior, pero el trazado, diseñado y testado por Nico y Anna, procura también un máximo de sendas a través de campo y monte.

La penúltima jornada une Pontevea con el Monte do Gozo. «Es una gozada, porque vas tocando, como una tangente, el Camiño da Costa, el Camiño Portugués y la Ruta da Prata», indica Idoia Camiruaga, una de las socias con las que cuenta el club hípico.

Por fin, la etapa final permite al jinete adentrarse en Santiago y alcanzar el Obradoiro. «Este es ya un tramo prácticamente urbano, en el que, además, es preciso advertir a Protección Civil para que sus miembros ejerzan como guías.

Esta es una propuesta base, pero el viaje puede llevarse a cabo con mayor demora. «El número de etapas también puede ajustarse en función de la experiencia del grupo o de sus preferencias», confirma el director de la hípica.

Uno de sus puntos fuertes consiste en la forma de hacer noche. Siempre que el tiempo lo permita, Nico y su gente han llegado a una cuerdo con varios propietarios para poder acampar en una serie de fincas. Los caballos también dormirán al raso, previo tendido de un pastor eléctrico. En cambio, si la lluvia y el frío arrecian, jinetes y monturas tendrán a su disposición un alojamiento a cubierto.

Durante todo el recorrido, los participantes estarán asistidos por un vehículo escoba. Quien posea su propio caballo —Atalaya tiene cuatro a disposición de los potenciales peregrinos— podrá sumarse con él siempre que acredite su doma y preparación. Eso sí, esta ruta más salvaje exige una cierta pericia en la monta y proveerse de un buen equipo. Las posaderas lo agradecerán.

En busca de la Compostela. La ruta, de un centenar de kilómetros, ha sido diseñada y testada por la gente del Club Hípico Atalaya. Nico Dontzoff trabaja ahora para que quienes la recorran puedan obtener la Compostela, la acreditación del peregrino, con sus correspondientes puntos de sellado. De hecho, la idea es que el sello en cuestión refleje la ermita de A Lanzada.