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La taberna de una aldea de Baralla que resiste desde 1753

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA BARALLA / LA VOZ

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Inocencio Álvarez, a sus 90 años, sigue detrás de la barra en la que trabajó toda su vida
Inocencio Álvarez, a sus 90 años, sigue detrás de la barra en la que trabajó toda su vida REBECA

Inocencio Álvarez, de 90 años, sigue al frente del negocio familiar, que es uno de los locales más antiguos de España aún en activo

29 oct 2022 . Actualizado a las 20:46 h.

Lo primero que hace Inocencio Álvarez, a sus 90 años, es barrer con dedicación su taberna. Por ese suelo de la cantina ubicada en Penarrubia, una parroquia de Baralla, ya pasaron cuatro generaciones de historia. La conocida como Taberna de Val consta en los registros al menos desde 1753, siendo uno de los locales más antiguos de España que todavía sigue en funcionamiento. «É un sitio para pasar o tempo e o que máis me gusta a min é falar coa xente».

Inocencio ahora es un hombre de pocas palabras, pero dice las suficientes para entender el vínculo y la entrega a su cantina. También es conocida como O Taberneiro y el lucense se dedicó toda su vida a estar en ella detrás de la barra. Heredó el negocio que un día abrió su abuelo. Él mismo no sabe en qué año exacto fue eso. De hecho, por la zona siempre se especuló con los siglos que llevaba abierta la taberna.

Pero recientemente, un vecino de Penarrubia le puso una fecha aproximada. Eduardo Álvarez, que durante la pandemia abrió una página web para recopilar la información sobre su parroquia natal, encontró un registro del negocio como estanco de 1753 en el Catastro de Ensenada. Este documento se elaboró por iniciativa del marqués de la Ensenada para averiguar de manera minuciosa los habitantes, propiedades u oficios de hasta 15.000 lugares.

En 1753, uno de los encargados de redactar este documento pasó por Baralla y compró tabaco o disfrutó del vino de la Taberna de Val. La cantina ofrecía, y ofrece, no solo bebida y tabaco sino que tiene función de ultramarinos.

El pequeño local de la casa familiar, con el mismo techo y los muebles de madera que el primer día, está revestido por estanterías que se fueron renovando con el paso de los años repletas de diferentes licores, conservas, harina, aceite y hasta Cola Cao. El local de Val fue el punto de compra de la zona de aquellos productos que no se podían producir en casa. Fue el supermercado de la época.

Inocencio vivió momentos históricos como el racionamiento del franquismo después de la Guerra Civil: «A xente viña coa cartilla e podiamos darlle só unhas poucas cousas a cada un». Para contar con todo el material, su padre y él iban a la tabacalera que se encontraba en Becerreá y transportaban la mercancía en caballo o a cuestas. El vino o la comida o bien la producían en casa o bien la traían desde Lugo o incluso desde Villafranca del Bierzo.

Ruta de vinos

La Taberna do Val, cuando Inocencio ya se incorporó de pequeño al negocio familiar, formaba parte de un pequeño circuito de cantinas de la zona de la montaña, que está ubicado estratégicamente en la carretera que une Baralla con O Cádavo.

La de Inocencio, era la única que vendía tabaco.«Antes había moita xente, pero as casas foron quedando baleiras e xa non hai familias», cuenta el tabernero. Cerca de esta antigua cantina, solo queda otra abierta, O Perón.

Miles de personas hacían parada en la cantina de Inocencio y también se trasladaban a propósito desde A Coruña o Mondoñedo. Al preguntar por lo más demandado, el lucense lo tiene claro: «Moito viño».

La clientela acudía a O Taberneiro para pasar la tarde compartiendo unos vinos y jugando la partida, una competición entre amigos que duraba hasta la madrugada. «Recordo que moitas veces de pequena eran as tantas da madrugada e na casa seguía habendo xente xogando. O meu avó non se movía da taberna ata que se fose o último», recuerda Nuria, una de las nietas de Inocencio. El lucense de 90 años hizo de «relaciones públicas» y también de moderador en las discusiones o subidas de tono de la taberna. «Nunca ten unha palabra máis alta que outra nin se sae do seu sitio», asegura otra nieta, Andrea. Hablando con los clientes y leyendo el periódico es como Inocencio se pasó toda su vida.

La otra parte importante de la cantina eran las comidas. La mujer de Inocencio era la encargada. La cocina de la casa familiar se convirtió durante décadas en comedor, además el sitio oficial que tenían para servir comidas: «Pedía moita xente comer na cociña».

Relevo generacional

Inocencio con sus dos nietas, Andrea y Nuria, que quieren darle continuidad a la cantina
Inocencio con sus dos nietas, Andrea y Nuria, que quieren darle continuidad a la cantina REBECA

A día de hoy la taberna sigue abriendo todos los días del año, como hizo siempre. Inocencio sigue detrás de la barra «coa mesma rutina que cando comezou a traballar». Lamenta que cada vez quede menos gente en la aldea, pero al menos tiene la compañía y el apoyo constante de su familia. A sus nietas las tiene «case coma empregadas».

«A cada unha tennos unha función. El fai a lista de compra para a taberna e o inventario de tabaco e mándanos a cada unha cousa, porque agora é todo por internet e axudámoslle», cuenta Andrea.

Las jóvenes destacan la cabeza y la capacidad matemática que conserva todavía su abuelo. Además, ambas tienen claro que quieren darle continuidad a la taberna. No como actividad principal, pero sí adaptada a sus trabajos. Parece que Andrea es la que tiene más papeletas. «Nós como crecimos aquí parécenos común, pero ao pensalo si é extraordinario que aínda siga aberta, para a familia é moi especial».