El furancho con historia que lo mismo te sirve empanada de zamburiñas que un «porridge bowl»
VEN A GALICIA
Isabel y Ana Belén abrieron A Pousada do Peregrino en la aldea de San Amaro, en Barro, y se toparon con que sus paredes escondían una fascinante historia de hace 300 años
18 nov 2022 . Actualizado a las 15:55 h.Las casualidades, esas que siempre existen, son fundamentales en la historia de Ana Belén Prado y su madre, Isabel Neira, que regentan un mesón llamado A Pousada do Peregrino en Barro. Hace algo más de una década, Ana Belén estaba buscando cómo enfocar su vida laboral. Había hecho una licenciatura de la rama de Económicas y también una diplomatura relacionada con el mundo empresarial. Pero, con la economía aún tocada por la crisis del ladrillo, no había manera de poner el pie en el mercado. Un día, se levantó en la casa en la que viven sus padres en la aldea de San Amaro, en Barro, y se quedó alucinada al ver a un montón de gente pasando a pie con mochilas a cuestas. «Pregunté qué hacían allí y me enteré de que eran peregrinos y de que por allí pasaba el Camiño Portugués. Ni siquiera yo lo sabía hasta entonces, porque apenas había caminantes. Les vi y me dije ‘aquí hay chicha’». Esa frase suya acabó cristalizando en un proyecto: abrieron un furancho, luego convertido en mesón, en el bajo de su casa para dar desayunos y comidas a los peregrinos. Lo bautizaron como Pousada do Peregrino pero, cuando le pusieron el nombre, ya habían descubierto la fascinante historia que escondían aquellas paredes. Así empezaba un negocio de aldea que, como veremos más adelante, tiene una carta que habla varios idiomas en la que mezcla sabores de muchos países culturas.
Pero vayamos despacio. Y parémonos en ese momento en el que Ana Belén deciden apostar por la hostelería pie de aldea. Su padre empieza entonces a insistirle en que debería subir al desván y revolver en los papeles viejos que allí guarda, porque él vio documentos que dicen que en esa casa en la que ella va a montar el furancho, antiguamente, ya había un mesón. Ella iba dejando correr la historia. Hasta que un día, por la insistencia paterna, abre el baúl de los recuerdos y topa un papel amarillento en el que se habla del arriendo de esa propiedad. No logra entender casi nada, así que se planta en el registro de Pontevedra para que le ayuden. Y es ahí donde se da cuenta de que 300 años antes que ella alguien ya había montado un mesón en estas cuatro paredes. Se trataba de Lorenzo do Casal, un hombre que alquiló el inmueble para dar comida y posiblemente también posada a quienes iban hacia Compostela.
Ana Belén fue hilando la historia hasta que comprobó que su familia, que vino de Castilla, compró la casa y mantuvo el negocio al menos durante dos generaciones. El último que regentó el mesón, el único que había en Barro a mediados del siglo XVIII —tal y como comprobó en un documento que apareció en el registro— fue su bisabuelo, que terminó cerrándolo y marchándose a hacer las Américas porque el negocio, que había decrecido porque tras construirse la N-550 eran muchos los que no pasaban por San Amaro para ir a Santiago, ya no daba para mantener a los ocho hijos que había tenido.
La tortilla de Fran Rivera
Por tanto, Ana Belén y su madre Isabel, compañera suya desde que se animó a emprender, se dieron cuenta que de no estaban haciendo nada nuevo con su furancho, sino que continuaban una tradición familiar interrumpida durante decenas de años. Por eso bautizaron el bar como A Pousada do Peregrino. Empezaron en el 2012 a servir desayunos y comidas a los caminantes que, habitualmente, llegan a San Amaro deseosos de un buen almuerzo. Se dieron cuenta enseguida de que su público, mayoritariamente, era extranjero. Así que buscaron guiños a sus culturas y países en la carta. Lo cuenta bien Ana Belén: «Tenemos muchas tostadas distintas, con aguacate y otros ingredientes. Y también hacemos tacos. Además, ofrecemos por ejemplo el porridge bowl, que es con leche de avena y avellana y encima lleva fruta... eso vuelve locos a los ingleses. Apostamos por comida vegana y sin gluten, para dar alternativas a todo tipo de clientes». Todo ello se marida con algunos de los platos insignia de la gastronomía gallega, como una buena empanada de zamburiñas. Y, por supuesto, no falta el plato estrella de la casa: tortilla. Con esta tienen anécdota, como cuenta Isabel: «Vino por aquí el torero Fran Rivera, que iba de peregrino. Llevaba la mascarilla, pero yo lo conocí por los ojos y le pregunté `¿Fran cómo quieres la tortilla?´ Me dijo que jugosita y nos escribió en el libro del mesón que le daba dos orejas y un rabo a nuestra tortilla».
Tienen anécdotas a rabiar. Y eso que solo abren durante la temporada fuerte, desde Semana Santa hasta octubre. Ana Belén sigue partiéndose de risa cuando se acuerda de una peregrina que perdió los dientes postizos en el lavabo. Por suerte, los encontró una dentista brasileña que también desayunó allí ese día y le dijo a ella que los guardase, que esa dentadura muy cara. La peregrina le suplicó al hostelero del siguiente bar donde paró que se los fuese a buscar. Y así lo hizo. Otra maravillosa casualidad.