Miles de personas atestaron el centro de la ciudad para vivir el espectáculo del primer sábado seco
28 nov 2022 . Actualizado a las 23:28 h.La fotofobia es un mal ajeno a las miles de personas que acuden a Vigo en masa, atraídas por su Navidad como polillas a la luz. Tampoco hay fobia a las fotos. El centro de la ciudad es ahora el centro mundial del selfi. El truco de los móviles apoyados en el asfalto para conseguir el ángulo perfecto sigue en boga. Tras la solemne y políglota cuenta atrás del encendido el pasado fin de semana, ayer fue el primer sábado de previsible avalancha, después de una semana salpicada de lluvias y vientos que lo azotaron todo menos las ganas de sumergirse en el brillo vigués de los once millones de leds.
Rozando la hora en que se pone el sol por las Cíes, con las bombillas empezando a engrosar la factura comunitaria de la luz, los párkings ya estaban llenos, los atascos, gloriosos, y los que habían conseguido llegar al círculo dorado del espectáculo de la interminable Navidad. Cuatro ángeles tocando las trompetas se han mudado desde la puerta del museo Marco hasta la fachada de la iglesia de Santiago de Vigo. Anuncian el apocalipsis de la tranquilidad hasta mediados de enero en medio de un ensordecedor ruido de coches y toques de claxon de los impacientes.
Mientras, otros visitantes ya disfrutan con alegría que llevan escrita en la cara, y sin estrés, de lo prometido: luces en sus muy diversas combinaciones, en escenarios para el recuerdo. Quienes eligieron el transporte público ya estaban en el lío desde primera hora. Como Montse y Ángeles, dos amigas de Ferrol que junto a unas cuantas más, se hacían fotos delante de la estrella de Oriente. «Venimos de excursión el autobús, comimos en Cambados y ahora, a dar una vuelta por Vigo, que está todo muy bonito», afirmaba una de ellas.
El tren chuchú, más conocido como el AVE de Abel, pide paso entre el gentío tocando la campana en el cruce de los cuatro bancos. Va a tope, más lleno que los Alvia, porque los ferrocarriles de la Navidad de Vigo no admiten reservas fantasma. Se pagan a tocateja y no hay bonos que valgan (aunque sí una rebajita con la tarjeta PassVigo) que no sirven nada más que para que los usuarios habituales del tren se queden sin billetes mientras otros los acaparan solo porque es gratis. Tan gratis como la luz que invade la ciudad con escenas de un alegre candor incandescente que no llega a los barrios, abocados al lado oscuro del cuento de Navidad.
El epicentro de la movida
En el meollo, la algarabía, las imágenes de gente encantada de darse baños de luz desborda las expectativas de los más escépticos. Una mujer vende barquillos con el habitual soniquete. La escena de los Reyes Magos ha recuperado al monarca negro tras el estreno del blanqueado trío. Hay colas hasta para meterse dentro del orondo cuerpo del muñeco de Navidad que año tras año va cambiando de ubicación. En ese tramo aún es posible moverse con cierta soltura. A partir de ahí ya es imposible. Según los pies se acercan al árbol gigante y el tiovivo, la masa humana ya es espesa y avanzar es cuestión de reflejos y escorzos perfectos.
La Porta do Sol es el epicentro de la movida eléctrica. Que se lo digan a Naiara y sus amigas, que han viajado desde Ribeira para esto. «Bueno, las luces son la excusa», reconocen ante la noche de marcha viguesa que les espera. «Venimos a darlo todo», avanzan, mientras Naiara posa con su diadema con forma de árbol de Navidad y brillan sus pendientes verdes con luz intermitente. Justo en ese momento suena All I want for Christmas is you, la canción que desde 1994 ( ¡hace casi 30 años!) ha hecho aún más millonaria a Mariah Carey. Desde Vigo le han de llegar unos cuantos dólares en derechos de autor. Menos mal que el sonido de los altavoces repartidos por toda la ciudad no es tan invasivo. Quien haya tenido la responsabilidad de elegirlos ha tenido piedad anotando una selección de música clásica, instrumental, en una banda sonora discreta donde todavía no se han atrevido con el tamborilero, los peces en el río y otros éxitos del top Villancico.
El recorrido alcanza la calle del Príncipe, a reventar de turistas y autóctonos en busca de chollos del Black Friday. Llama la atención cómo al otro lado, la inmensa terraza de la cafetería Cañaveral invade la plaza y mantiene sus posiciones en el ojo del huracán.
La ruta tiene su otro epicentro en la Alameda, elegante y señorial jardín convertido en el zoco bar de este parque temático vigués en el que dinoseto y su hijo, despeluchados, son ignorados por casi todos los que pasan a su lado. Ni una bombilla les han puesto a los pobres símbolos destronados por las bolas con enchufe. El mercadillo bautizado como Cíes Market ha vuelto con algunos cambios entre los moradores de las casetas que son, mayoritariamente, gastronómicas. La oferta es infinita, desde morcilla de Burgos hasta rosquillas de chocolate gigantes que llegan desde Ordes, pizzas al estilo siciliano, dulces ravacholitos de Pontevedra, hamburguesas, nachos, guacamole, kebabs y otros emblemas de la comida callejera. Hay más. Huele a feria multitudinaria, a pulpo de San Froilán, a carnes a la brasa y especias. Hay postres con la cara del regidor impresa en galletas que hornea la madre de Lidia García en su obrador de avenida de Fragoso, 18, para abastecer la demanda de quienes se quieren dar el gusto de darle un bocado al alcalde o mojarlo en leche hirviendo con cacao. Como el que ha montado.
También hay caramelos con el logotipo de la Navidad viguesa, y tazas con el mismo emblema y con la efigie de la ciudad más iluminada de Galicia y parte del extranjero. El colofón está a escasos metros. Solo hay que nadar entre un mar de gente para llegar a la noria, que una vez más, enmarca una postal de Vigo redonda.