La riqueza monumental del casco histórico de la localidad, que tanto atrae, oculta otras bellezas del municipio, naturales y arquitectónicas
03 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.La localidad de Melide cuenta con un pequeño pero muy interesante casco histórico que por sí mismo reclama una jornada, con su magnífico museo y su centenario crucero sobre el que sigue el eterno debate que abrió Castelao sobre si es o no es el más antiguo de Galicia. Y por sus calles discurre una auténtica riada de peregrinos, que lógicamente ha disminuido mucho en estos meses. Gran tesoro, pero quizás esa riqueza monumental que tanto atrae oculta otras bellezas del municipio, naturales y arquitectónicas, algunas de las cuales se hallan muy cerca.
La afirmación se comprueba circulando por la carretera que conduce, rumbo norte, a Corredoiras y Oza dos Ríos, y a menos de cinco minutos desviándose a la derecha por una pista estrecha y descendente en sus primeros metros que conduce a O Fervedoiro, Vilaverde y Santa Mariña, y que salva el Rego dos Pasos para marchar en paralelo al de Albariño, con un molino en ruinas, unos prados muy verdes y un humilde pero precioso bosque de ribera en una orilla y otra de la corriente, mientras el excursionista se ve sorprendido por auténticos túneles de árboles. Si además el atardecer es soleado —cosa en efecto difícil ahora mismo—, merece la pena detenerse un rato.
Vilaverde está a medio kilómetro del río, y en ese grupo de casas destaca un hórreo a la izquierda. Siguiendo la pista, todavía no ha aparecido el eucalipto, y entre los árboles sí se ven, allá al fondo, molinos de viento. En cualquier caso no hay que despistarse: en la bifurcación, a la izquierda, para entrar en Santa Mariña casi un kilómetro después de Vilaverde.
La capilla se edificó en un alto, y su campanario se distingue a una distancia respetable. El edificio es blanco y tiene una sola campana, sin decoración excepto el campanario, que muestra tres pináculos. Siempre hay que dar la vuelta a las iglesias, y en este caso se descubre un sencillo crucero.
No hay que parar de ascender, y en el stop a la diestra, buscando Pedrouzos, minúscula aldea que dista justamente un kilómetro desde Santa Mariña. Su lavadero se ve en buen estado pero carece de interés, justo lo contrario de ese otero que lo vigila desde detrás. Y es que ese espacio lleno de árboles es un castro, que si tuviera alma estaría asombrado al ver cómo un hórreo desafía peligrosamente la ley de la gravedad y cómo otro pintado de verde lo remata una muy curiosa figura humana. Desde la última casa, muy bien rehabilitada, parte una corredoira idónea para estirar las piernas y para acercarse a esa aldea prehistórica.
Marcha atrás, descenso con una gran línea de montañas al fondo y a Atal, a O Quintal (algunas casas, de piedra, y una fuente impecable) y a Eirexe por una pista un poco mejor de firme. Y aquí es lo contrario de Santa Mariña: la iglesia sí está al frente, pero no se distingue hasta encontrarse prácticamente ante ella.
Recibe una plazoleta cementada, con un crucero de fuste trabajado y colocado sobre una muy sólida base de respetable altura, con un banco. El cementerio está allí mismo con la inscripción «Jubial año 1982» en la verja de entrada.
A partir de ahí espera un fuerte descenso con un molino rehabilitado de matrícula de honor, para alcanzar la carretera que une Melide con Oza dos Ríos. El viajero lleva recorridos 11,3 kilómetros desde que cruzó el Rego dos Pasos, sobre el que ha vuelto a pasar a la salida de Eirexe, en una ruta que es posible recorrer en bicicleta ya que apenas hay tráfico, pero que solo es apta para quien esté acostumbrado a dar pedales asiduamente: hay mucha subida y hay mucha bajada que exigen estar en forma.