Diez criadoras suministran al Mercado de Nadal do Galo de Corral de Meis
03 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.¿Por qué las criadoras de gallos en Meis son todas mujeres? «Algún home tamén hai», aclaran, aunque son ellas las que llevan el peso del asunto. Lolita, Rocío, Josefa, Encarna, Mercedes, Ana, Selva, Dolores y dos María del Carmen le ponen rostro al plantel de criadoras que participan en la undécima edición del Mercado de Nadal do Galo de Corral que se celebra en Mosteiro el día 22 de diciembre.
Ellas y David y otros vecinos que también arriman el hombro a la hora de sacar adelante estas imponentes aves llevan nueve meses dándoles de comer para que, en estas fechas, alcancen todo su esplendor. De media alcanzan entre 4,5 y 5,5 kilos de una carne jugosa y prieta que nada tiene que ver con la de los animales criados en granjas. Los gallos de Meis viven al aire libre y se alimentan eminentemente de maíz, trigo y verdura; una dieta cien por cien natural que de la misma huerta donde picotean.
Nada distinto a lo que ocurre en otras casas de O Salnés donde mantienen la tradición de criar un gallo para Navidad, pero en Meis han sabido ponerle su propio sello, y funciona. Los pedidos llegan estos días de Ribeira a Cangas pasando por O Grove y Sanxenxo, y proceden de particulares y también de empresarios, que recurren a este obsequio para repartir el aguinaldo. Este año tendrán que pagar un euro más, por aquello de que todo ha subido, de modo que el kilo de gallo se vende a once euros, ya limpio y en su caja.
Calculan las criadoras que pondrán en circulación unos 230 ejemplares, de los cuales una parte están ya comprometidos y otra se despachará el día 22. Normalmente, a la hora de comer ya se han agotado existencias, de modo que quien quiera llenar la nevera para Nochebuena deberá apurar, y se dejarán algunas reservas para los pedidos de Fin de Año.
Los gallos de Meis tienen mucha demanda, pero, visto lo visto, el negocio tiene los días contados. Las criadoras heredaron esta práctica de sus padres y de sus abuelos, pero sus hijos y sus nietos no están muy por la labor de seguir sus pasos, según cuentan. Y es que, aunque no demasiado laborioso, cuidar gallos requiere constancia y se corre el riesgo de llevar un arañazo. Su sacrificio, a cuchillo, puede resultar engorroso, después todavía hay que desplumarlos y eviscerarlos y no todo el mundo sabe ni quiere hacerlo. Pero de momento, no hay peligro de quedarse sin gallos. Las diez criadoras esperan todavía echar muchos años pendientes del corral para ganarse uno euros extra y, además, disfrutarlo. «Pasámolo moi ben entre nós», explica María del Carmen Monteagudo.