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Dejó el País Vasco para abrir su propio restaurante en Allariz

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE

VEN A GALICIA

Alberto, con dos de las propuestas que más salen en Boigorri
Alberto, con dos de las propuestas que más salen en Boigorri Santi M. Amil

Alberto Fernández es de Ermua, aunque por sus venas corre sangre de Cordelle, y abrió en el 2019 el Boigorri alaricano

03 dic 2022 . Actualizado a las 17:05 h.

Alberto Fernández nació en 1983 en Ermua (País Vasco) como le pasó a la mayoría de hijos de gallegos emigrados y es que su pueblo es prácticamente una pequeña Galicia situada a casi 500 kilómetros de la que todos conocemos. «Mi familia es natural de Cordelle, una aldea que está entre Parada de Sil y Montederramo. Y desde niño conozco bien el rural ourensano, es lo que siento como mi casa, mi tierra», explica. Alberto se dedicaba al sector de la automoción pero con la crisis del 2008 se quedó sin trabajo y tuvo que reciclarse. «La cocina siempre me tiró mucho. Me gustaba encerrarme y prepararles cenas a mis amigos y familiares, así que mi chica —Montse Carracedo— me animó a estudiar y profesionalizarme», cuenta. Se apuntó a una escuela de Bilbao y lo demás fue rodado. «Allí encontré mi verdadera vocación», afirma.

Tanto Montse como él tenían un sueño común: cambiar la ciudad por el rural. Y hasta tenían el lugar escogido. «Su padre es de Allariz así que siempre lo tuvimos claro», comenta Alberto. Se vino en el 2015. Trabajó en A Fábrica y A Pepiña. A los seis meses llegó Montse para empezar a gestar la idea de abrir su propio restaurante junto; él en la cocina, ella en la sala. En el 2019 vio la luz Boigorri. «Este proyecto es mi amor por la brasa y por aunar la gastronomía vasca con la gallega, con algún toque internacional», resume Alberto. En su carta predominan la carne, pero también hay pescados y verduras. «Aquí renegamos de los ceviches y los tatakis y apostamos por los escabeches», confiesa. Precisamente entre sus especialidades están los mejillones de la ría en escabeche casero con algas ramallo de mar; o los rollitos de cecina con mus de foie. «Son dos platos icónicos del restaurante», dice el chef. La carta cambia por temporadas. Ahora es el momento de las setas, el pan de castañas y la perdiz estofada. ¿Contento con su decisión de mudarse? «Sin duda, lo repetiría una y mil veces. Tener mi propia casita, con mi huerta y mis animalitos es lo mejor que he hecho mi vida», termina Alberto.