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Excursión a Pontevedra sin salir de la comarca compostelana

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

VEN A GALICIA

CRISTÓBAL RAMÍREZ

El lugar que pertenece a Negreira resulta paradisíaco

10 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Pontevedra está ahí al lado. Cierto es que la capital de la provincia homónima queda más lejos en kilómetros pero más cerca —o igual— en tiempo que otra Pontevedra, la cercana, la que para sorpresa de más de uno tiene el mismo origen toponímico: Pontem Veteram, el puente viejo dio origen a Pontevedra, pero, ¿cómo explicar el nombre de esta minúscula aldea de Negreira, muy alejada ladera arriba de un río Tambre que corre encajonado? Ahí no hay puente que valga. No hay, pero hubo.

Pero lo mejor es verlo con los propios ojos. O sea, llegarse a Negreira, descender y dejar atrás el pazo do Cotón, cruzar el río Barcala y ascender por la carretera DP-5602 que conduce a Ponte Nafonso y deja atrás los albergues públicos y privado, así como el cementerio. Un comienzo en ascenso muy agradable con firme ancho en buen estado porque hasta llegar a Gándara, a los dos kilómetros, se cruza un bosque mixto.

De Gándara a Gonte, y al acabar este, desvío a la izquierda señalizado, por pista estrecha. Y si hasta ahora se ha subido sin parar, la bajada obliga a ir muy despacio. Ese es el punto donde deben arrancar quienes prefieran la excursión en bicicleta o andando, y además hay sitio para dejar el coche.

Lo que no hay es amplia panorámica porque la arboleda y las xestas lo impiden. A los 400 metros arranca a la izquierda una pista preciosa con fuerte pendiente descendente y muy recta. Si hay tiempo, ganas y fuerza, procede seguirla, sabiendo que al final va a dar de nuevo al asfalto a 600 metros de donde nacía. Una experiencia.

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En cualquier caso va a impresionar el tajo del Tambre, río que aquí es muy ancho, tanto que llama la atención porque tiene algo de no natural. Y en efecto, ese es el embalse Barrié de la Maza.

Mil cuatrocientos metros después de haber abandonado la DP-5602 el encanto ha sido sustituido por la magia. Ante los ojos, la sencilla y entrañable capilla de Bo Suceso, rehabilitada en su día por la Diputación. La parada semeja obligatoria, desde luego, y si se mira a la derecha se verá el par de casas muy bien cuidadas de Pontevedra, a las que se accede por una pista que nace un poco más adelante. Vivir ahí es una opción como otra cualquiera, pero con el añadido de que el lugar resulta paradisíaco.

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En el punto donde parte la pista que lleva a Pontevedra, pasada la capilla do Bo Suceso, nace otra descendente también de muy alta nota. La bajada se va a sentir en las rodillas sobre todo, porque es tan larga que llega hasta el agua. Y ahí surgen tres posibilidades, dependiendo del entrenamiento y fortaleza del excursionista.

La más suave es coger a la derecha a los 500 metros y subir, para dar en las cercanías de Maio Pequeno. La siguiente ya exige más esfuerzo: en vez de elegir en esa bifurcación hacerlo en la siguiente, 1.300 metros más adelante, para ir a dar directamente al corazón del núcleo del citado Maio Pequeno, erguido en un alto con aires de fortaleza y donde todavía conserva un muy buen conjunto de hórreos (menos uno, lleno de ladrillo), amén de que ofrece un pequeño y acogedor espacio con mesas y bancos.

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Y la tercera es solo para expertos bien acostumbrados a caminar: no se toma ese segundo desvío sino el tercero, que está casi tres kilómetros más adelante, con ascenso hasta Maio Grande, donde se empalma con la vía principal y donde puede estar esperando el coche de apoyo. La otra opción es dar marcha atrás pero directamente por la pista: Maio Pequeño-Bo Suceso-Gonte. Advertencia: hay que tener cuidado si el embalse está lleno, puede ser peligroso andar por su orilla. En cualquier caso, típica salida de las que no se olvidan.