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«A xente nova xa non entende o toque das campás; a algún ata lle molestan»

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

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Miguel souto

El estradense Jesús Janeiro es campanero desde hace 50 años; ha tocado a arrebato alguna vez y desvela los mitos de un oficio en vías de extinción

15 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El estradense Jesús Janeiro Villaverde tiene 67 años y está en plena forma. Por eso no le cuesta nada subir los 38 escalones de la tortuosa escalera que conduce al campanario de la iglesia de Santa Baia de Matalobos. Los ha subido miles de veces. De niño, a la carrera, con la esperanza de que los mayores del pueblo le dejasen golpear los badajos en las vísperas de la fiesta. Ahora, ya sin prisas, cumpliendo con un ritual con siglos de historia y un futuro incierto.

Hace unos días la Unesco ha declarado el toque manual de campanas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Jesús no solo está al tanto, sino que ha festejado la declaración como se merece: haciendo repicar las campanas de su pueblo.

«Eu empecei de neno. Tería oito ou nove anos. Tiña un tío, Manuel Janeiro, que tiña fama de ser o mellor campaneiro desta zona», explica. «Daquela todos os rapaces queriamos tocar as vésperas da festa, pero os maiores subían á torre e non nos deixaban aos pequenos», comenta.

Jesús Janeiro no recuerda haber tenido un maestro campanero. «Aprendín practicando na casa con dúas sachas. ¿Sabes como faciamos?. Poñiamos dúas sachas co metal á altura das mans e dabámoslle con dúas pedras, con paus ou co que houbera á man», recuerda. Así se ensayaba el toque perfecto antes de debutar en el campanario.

«Eu non son dos que mellor toca porque son zurdo e os campanarios están pensados para destros. Eu doulle máis son á campá pequena que á grande porque teño máis forza na man dereita. Debería ser á inversa. Toca mellor o meu fillo, que aprendeu de pequeno, pero el non quere. Non quere ninguén. Á xente nova non lle interesa isto», lamenta. «A xente máis nova xa non entende o toque das campás. Nin sabe a que toca, nin por que se toca, nin lle importa. A algún ata lle molestan porque lle fai ruído. O único que non lles molesta é o WhatsApp», dice resignado.

Hubo una época en la que las campanas eran el WhatsApp de la época. El sistema más rápido y fiable para hacer llegar la información importante a todos los vecinos. Además de las misas, las fiestas, las muertes o los incendios se anunciaban con distintos tipos de tañidos. «Os toques son distintos en cada parroquia. Non se toca igual a morto aquí que en Ouzande», explica Jesús Janeiro. Y tampoco se toca igual cuando el fallecido es un hombre que cuando es una mujer o un niño. «Nós aquí, cando é un home tocamos cinco minutos na campá grande e cinco minutos na pequena e cando é unha muller a maiores tócanse outros cinco minutos na grande. Cando é un neno faise un repenique con picadas a defunto polo medio», explica. Jesús solo tuvo que tocar la muerte de un menor una vez en su vida. Fue hace décadas, pero aún se acuerda. También recuerda con claridad el día que tocó a arrebato. «Hoxe hai un incendio e xa veñen os bombeiros rapidamente, pero daquela había que avisar aos veciños. Ardera todo o monte preto das casas e da igrexa», cuenta el campanero.

De todos aquellos toques hoy solo están en uso los de difunto y las llamadas a misa, que con los años se han simplificado. Antaño, había «repeniques» cada cuarto de hora desde una hora antes de los oficios y tres picadas para marcar el inicio que se hacían ya sin subir al campanario, tirando de un alambre que había enganchado a una de las campanas.

Jesús puede estar horas hablando de las curiosidades y mitos de su oficio. Como que la campana grande de Matalobos, que pesa 150 kilos, fue fabricada en 1904 en el taller que José Liste tenía en la parroquia de Orazo o como que las campanas suenan distinto los días de lluvia que los de sol.

El lloro de la campana

«Antes tamén se dicía que tiñas que ter coidado de non tocarlle co pelo ás campás porque o bronce é moi delicado e podía romper se lle arrimabas o pelo. Tamén se dicía, cando despois de tocar a campá quedaba vibrando, que a campá choraba porque ía haber morto na parroquia», cuenta.

Tras una vida trabajando en los sectores de la construcción y la hostelería en Galicia y Mallorca a Jesús Janeiro no le da pereza en absoluto ejercer de campanero. «Non todo vai ser traballar ou ver a televisión», dice satisfecho con su encomienda. Lleva más de medio siglo tañendo las campanas de Matalobos y está dispuesto a seguir haciéndolo hasta que alguien toque por él. Si la tradición se mantiene.

Un curso en proyecto para que la tradición no se pierda

Muchas iglesias, como la de San Paio, en A Estrada, ya han incorporado el toque automático de las campanas, que evita tener que subir al campanario a cada rato. Sin embargo, los puristas consideran que el toque automático poco o nada tiene que ver con el manual.

En vista de la modernización de muchos campanarios y de la elevada media de edad de los campaneros, algún colectivo ha emprendido iniciativas para evitar que la tradición se pierda.

En A Estrada, la primera actuación partió de la asociación A Fervenza de Ouzande en el año 2005. Aún estaba muy lejos la declaración del toque manual de campanas como Patrimonio Inmaterial, pero el colectivo presentía la necesidad de difundirlo para evitar su pérdida. Organizó un curso de campanero en el que los participantes pudieron aprender los distintos toques, sus significados y las diferencias zonales. La ocasión se aprovechó además para hacer una grabación que se incluyó en el Arquivo Sonoro de Galicia, para preservar un patrimonio intangible que ya empezaba a agonizar.

Más recientemente, la asociación de vecinos de Cereixo también convirtió el «repenique» de las campanas en las vísperas de las fiestas en un acontecimiento social abierto a toda la parroquia. «Empezamos no ano 2016. Queriamos que non se perdera esa tradición que tiñamos na parroquia de ir repenicar nas vésperas. Antigamente contan que había cola no campanario para ir repenicar. Queriamos transmitirlle esa tradición aos máis novos. Foi un éxito. Comprobamos que había moita xente interesada, así que este ano estámonos plantexando facer unha xornada formativa para ensinar non só o repenique festivo, senón os distintos toques», explica Gonzalo Louzao.