La experiencia de hacer el Camino de Santiago con la mente abierta y la boca cerrada
VEN A GALICIA
Manuel Mariño ha recorrido de muchas formas las rutas jacobeas, incluso en completo silencio, e investiga sus beneficios para la salud en un estudio emprendido junto a universidades y otras entidades
17 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Hizo por primera vez el Camino de Santiago en 1992, hace 30 años, y desde entonces Manuel Mariño (Ribeira, 1966) ha recorrido las distintas rutas jacobeas de muchas formas e incontables veces. Lo ha hecho solo, acompañado, guiando a grupos e incluso en completo silencio. El vecino de Santiago y codirector de Quietud, Instituto de Ciencias Contemplativas, explica que el hecho de peregrinar con la boca cerrada es solo una anécdota dentro de una vivencia mucho más importante, la cual tiene que ver con enfrentarse a esta experiencia con la mente abierta y dispuesto a ser «tocado por ella».
Cuenta que emprendió su primer Camino en silencio el 1 de enero del 2019 y decidió hacerlo de esta manera al salir de su casa, cara Oporto. Ese mismo año, en octubre, repitió a través de la Vía de la Plata, desde Sevilla. Fueron 25 días y casi 1.000 kilómetros hasta el Obradoiro guardando mutismo. No fue la última vez, ya que en este 2022 se enfrentó por tercera ocasión al reto. ¿Y por qué peregrinar sin mediar palabra? Dice que eventualmente decide renunciar a un aspecto «importante» de la vivencia jacobea, como es relacionarse con otras personas de diferentes países y enriquecerse mutuamente. Y lo hace porque, como formador en meditación, en mindfulness y en la práctica contemplativa en Quietud, «es parte de lo que hago». Lo aborda como un estudio empírico para comprobar cómo procesa cada uno las vivencias: «Una misma experiencia es vivida de diferente manera en función de cada persona y tiene que ver con cómo nos relacionamos con lo que nos sucede, con cómo lo procesamos y la propia narrativa que creamos». Así, continúa Manuel, «hay un sufrimiento inherente al ser humano que no se puede evitar, pero hay otro que depende precisamente de cómo nos relacionamos con las cosas que nos suceden y es algo que se puede entrenar. Y quería analizar objetivamente cómo construimos la realidad en base a un relato», contó en el programa Voces de Compostela de RadioVoz.
Como peregrino, él se vale de un simple cartel que pone «camino en silencio» y asegura que, hasta ahora, en ningún momento se vio obligado a hablar y se sintió muy respetado en este sentido, ya que su premisa es siempre «no ser grosero y, si veo que el que está en frente de mí se va sentir agredido o mal, no tengo problema en romper el silencio; pero no fue necesario hasta ahora». En algún caso, explica, sí se sirve de un papel para comunicarse con el resto y ha podido comprobar cómo se iba creando un relato paralelo alrededor de él y corría el rumor de que hacía el Camino un supuesto peregrino mudo. Incluso, comenta, disfrutó en silencio escuchando durante las cenas en los albergues las historias que contaban de sí mismo.
Asegura que si uno va en silencio, camina más porque no hay distracciones. No obstante, para él es un error relacionar el silencio con la ausencia de ruido, porque él llegó a experimentar el mayor silencio en su vida durante un concierto de Bruce Springsteen en Madrid, rodeado de miles de personas, a pesar de que lleva muchos años haciendo e impartiendo retiros (alguno de ellos implicó más de un mes de silencio): «Es un estado interno del ser humano, un lugar en uno mismo. Es decir, puedes estar en un lugar muy silencioso y mentalmente estar en uno muy ruidoso, porque tus pensamientos no paran. O, por lo contrario, encontrar el silencio y tus pensamientos están en calma en medio del bullicio. Evidentemente, ayuda el contexto, sobre todo al principio, pero aprendí en el Camino que el silencio es un estado más que una circunstancia, que te lleva a estar en paz contigo mismo».
El barbanzano explica que participa con Quietud en una investigación sobre los efectos beneficiosos de la experiencia jacobea sobre la salud a nivel físico y mental, frente a otro tipo de modelos vacacionales. Se trata del proyecto Ultreya, que ya recibió el premio Camino de Santiago de la Xunta hace 3 años y en el que participaron las universidades de Barcelona y Zaragoza, entre otras entidades. Aunque es una investigación abierta y que sigue nutriéndose de nuevos testimonios y experiencias, en sus primeras conclusiones -teniendo en cuenta las respuestas de más de 400 peregrinos antes, al terminar y tres meses después de haber hecho el Camino; confrontadas con las de 100 personas que tuvieron unas «vacaciones estándar»- ya se constató el potencial terapéutico del viaje a través de las rutas jacobeas. Así, los peregrinos mostraron mejorías superiores al otro grupo de estudio en afecto negativo, sintomatología depresiva, estrés percibido, afecto positivo, satisfacción con la vida, felicidad, coherencia con valores personales y en la faceta de mindfulness de no-reactivad (en este último caso, hasta ocho veces más que en unas vacaciones convencionales), indican las conclusiones firmadas por Manuel Mariño, Albert Felu-Soler, Joaquim Soler, Marcelo Demarzo, Javier García-Campayo, Jesús Montero-Marín y Juan V. Luciano.
En el espacio Quietud, destaca Mariño, «tenemos un convenio con el Colegio Médico de Vigo y de Pontevedra en el que formamos a médicos en atención plena» suscrito después de la pandemia, como una herramienta más para enfrentarse a la profesión. No obstante, van ya por la octava promoción en sus formaciones, matiza, en un centro que cumple en el 2023 los 14 años de actividad.