Manuel Regueiro, actor pontevedrés: «Diría que el mar es adictivo. Necesito escucharlo y olerlo. Es una terapia»
VEN A GALICIA
El intérprete, que triunfa como el marqués de Luján en la serie «La promesa», carga pilas en las Rías Baixas
13 abr 2023 . Actualizado a las 09:42 h.Cualquier excusa es buena para compartir un café, un té en su caso, con el actor Manuel Regueiro (Pontevedra, 1968). Llegó el martes de Madrid, donde reside desde hace treinta años, para pasar unos días de vacaciones en la ciudad y en Galicia, aunque no es algo excepcional en él. Lo hace siempre que puede. En Navidad, algún fin de semana esporádico y después se reparte entre las Rías Altas —porque su familia materna es de Ares, en A Coruña, y pasa los veranos en Pontedeume— y las Rías Baixas. Tiene dos hijos que nacieron en la capital de España, pero que están «muy vinculados» a Galicia.
Confiesa Manuel que lo primero que hizo esta Semana Santa fue una parada en la playa de Lapamán, en Bueu, para tocar arena y meter los pies en el agua. «Sobre todo soy muy marítimo y me gusta también el turismo gastronómico». Suele visitar a menudo Aldán, en Cangas, Bueu y San Vicente do Mar, en O Grove. ¿Qué tiene el mar?, se le pregunta. «Diría que es adictivo, cuando llevas un tiempo sin escucharlo y sin olerlo, tienes necesidad. Ponerte en la orilla del mar y solo escucharlo es una terapia tremenda. Cada vez es más difícil, pero intento buscar playas no masificadas porque me gusta la tranquilidad. Alguna queda».
Antes de ahondar en su trayectoria como intérprete toca despejar una duda que acaba en risas: su fecha de nacimiento. Y es que en la red aparecen dos. Para que quede claro la buena es la del 21 de diciembre de 1968. «Me ponían más viejo». Tres años, en concreto. «Mis amigos de Pontevedra me decían ‘No sabíamos que eras el mayor de la clase’». Manuel aclara que nació en el desaparecido sanatorio Santa Rita, «así que soy pontevedrés total». Cuenta que se instaló en Madrid por necesidad laboral y que lleva en un oficio que le apasiona 25 años. También hizo sus pinitos como cantante con un grupo de chavales cuando tenía 17 o 18 años. Manuel era el cantante de la banda y lo sigue siendo muy de vez en cuando. Sin ir más lejos en el 2022 Los caras de cona, como se llama el grupo, dieron un concierto en Ares. «Pero es una cosa amateur de cuatro amigos que nos conocemos de toda la vida, y no lo hacemos mal». El nombre les hizo gracia en aquel momento y se quedó. Manuel no es de los que se arrancan a cantar al final de una cena porque para eso, dice, necesita a su banda.
Es cantante aficionado, pero sí se formó para hacer carrera como actor. Y de eso vive. Aunque empezó en el cine, ha hecho muchas más series. La relación que figura en su currículo es interminable. Ahora triunfa como el marqués Alonso Luján en La promesa, la apuesta de RTVE para las tardes de la semana. «Está yendo muy bien desde el primer día, estamos ascendiendo en el tema de audiencia, no solo la habitual que pincha la tele a las cuatro y media, sino que estamos teniendo mucha audiencia en diferido, por la noche llegas a casa, buscas la guía y la ves. Hay quien la ve en el móvil, en la tableta, y aunque es una serie que ve gente mayor por el tipo de producto que es, también está llegando a otra gente por ese tirón en diferido», explica el actor.
Un papel «muy chulo»
La serie lleva emitidos 68 capítulos, pero ya se han grabado muchos más. «Y vamos a seguir rodando mientras la audiencia nos respalde. Si sigue gustando, TVE va renovando». Tiene mérito, sin duda, que una serie de época y en formato diario compita con una oferta inabarcable como la actual con tantas plataformas. «Creo que todavía no hemos tocado techo y estoy muy contento, la verdad».
El actor no dudó en aceptar el papel del marqués de Luján, que define como un personaje muy chulo. «Cuando me lo ofreció Bambú Producciones no me lo pensé. Es un personaje con muchos frentes abiertos, con muchas aristas. Es un poco el mediador entre todos los conflictos familiares y económicos que hay en La promesa. Tiene que lidiar con su mujer, que es un poco rebelde, digamos, sus hijos, y sus herencias, haciendas, el servicio. Es el número nueve en el eneagrama famoso, que es el mediador». Para Manuel, el marqués es un señor noble de la época (1913), de principios y valores «de entonces», y uno de los buenos de la serie, «cabal y sensato».
«La pandemia fue un susto gordo y hubo incertidumbre»
A Manuel Regueiro le gustan los rodajes de época. En el caso de La promesa, los exteriores están grabados en el palacio El Rincón —la fachada y los jardines—, del difunto marqués de Griñón. Mientras que los interiores son decorados construidos por Bambú Producciones para este proyecto en Leganés. «El mundo de época es muy chulo porque te pones esos trajes, entras en esas salas y tienes medio personaje casi hecho. Esta creo que tiene un plus más en tema de decoración, vestuario, exteriores». La trayectoria en series del actor pontevedrés supera las 50 desde míticas como Raquel busca su sitio o El Comisario, pasando por las gallegas Serramoura y Matalobos o las más recientes Acacias 38, El secreto de Puente Viejo, Si lo hubiera sabido, de Netflix, o Madres, de Amazon. «Para mí ha sido más fácil acceder a la televisión o me han salido más proyectos de cine, aunque sí he hecho TV movies, cine para televisión», relata. Considera que no se puede quejar porque el trabajo de actor «ya sabes como es y he tenido continuidad». Un trabajo que se paró en seco en el 2020 con la pandemia del covid. Lo recuerda con emoción: «Nosotros no podíamos teletrabajar y fue un susto gordo. Hubo mucha incertidumbre y cuando, con un gran esfuerzo del mundo de la cultura, se empezó a producir se hizo con muchas medidas. Aún ahora si tienes una escena de un beso con alguien te tienes que hacer un test y si hay un positivo en covid se va para su casa. Aquí no hay mascarillas».
Manuel colabora habitualmente en las campañas de la asociación pontevedresa Asseii, de enfermedades inflamatorias intestinales, y a este colectivo donó el pasado enero mil euros en el concurso El cazador. Conoce a su presidenta, Ángela Paz, a través de su hermana y con ese gesto quiso agradecer el trabajo que realizan para dar visibilidad a estos pacientes. «Gracias a Ángela conocí cómo afectan estas enfermedades a los pacientes. Me ha abierto los ojos y enseñado en primera persona cómo viven, cómo les limitan y cómo hay que insistir para que tengan servicios. Hay millones de causas a las que se puede aportar y esta de Asseii es una de ellas», subraya.