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Lorbé, el puerto de aguas esmeraldas que esconde una carpintería de ribeira

María Salgado
MARÍA SALGADO LA VOZ

VEN A GALICIA

Pepe Gómez lleva cinco décadas construyendo embarcaciones de madera. Está al frente de una de las 13 carpinterías de Galicia que resisten y mantienen esta actividad artesanal en pleno siglo XXI. La suya, en Oleiros, tiene asegurada la continuidad con su hijo al frente

26 abr 2023 . Actualizado a las 17:39 h.

El sol de abril atraviesa las aguas esmeraldas del pequeño puerto de Lorbé, que es bello sin saberlo. Chalanas y pesqueros de colores, cormoranes negros, bateas de mejillones, gatos huidizos y un intenso olor marino que te invita a quedarte allí varado, viendo pasar las nubes y claros de esta primavera. Ya han dado las once de la mañana y el muelle es todo actividad: bateeiros, redeiras y pescadores trabajan sin pausa en la dársena y los pantalanes. Una brillante nave roja al pie de la rampa esconde, quizás también sin saberlo, un tesoro del patrimonio cultural y marítimo de nuestro país: la carpintería de ribeira de Pepe Gómez, una de las 13 que resisten en Galicia en pleno siglo XXI.

Pepe es José Manuel Gómez Porto (Veigue, Sada, 1959) y lleva cinco décadas construyendo embarcaciones de madera. «Aprendí el oficio en el astillero de Sada, con Emilio Babío. Empecé de aprendiz con 14 años e hicimos siete barcos, el más grande de 23 metros de eslora», recuerda este artesano, que afronta la cercanía de la jubilación con la tranquilidad de dejar su varadero en manos de su hijo. «José Francisco ya es el que manda, el que paga y el que ordena. Mi hijo trabaja algo mejor que yo porque es más curioso y detallista, tiene más agilidad y apura más. Yo ya hice lo mío, ya no tengo nada que demostrar», dice, con orgullo.

Pepe Gómez, en su carpintería de ribeira en Lorbé, en el municipio coruñés de Oleiros
Pepe Gómez, en su carpintería de ribeira en Lorbé, en el municipio coruñés de Oleiros CESAR QUIAN

Tras 30 años en Sada, donde apostaban por la fibra frente a la madera, trabajó un año y medio en el astillero de A Coruña, pero ya con la vista y los planes, en el puerto de Lorbé. «Aquí antes no había nada, solo la rampa-varadero, que estaba mal hecha. Ahora hemos conseguido que la lleven a morir al fondo. Llevo aquí ya 20 años e hicimos seis embarcaciones de madera; la más grande fue un pesquero de 11 metros de eslora para Pontedeume», asegura, pendiente del casco de un enorme barco que está reparando esta mañana.

La artesanía que navega a sotavento

Tres Pepes trabajan en esta carpintería de ribeira solicitada más allá del Eo. A José Manuel, José Francisco y José Antonio -el padre, el hijo y un empleado- no les faltan encargos. «Estoy aquí de 9 a 19 y muchos festivos. En enero nos marchamos una semana y pico a Ondarroa, a 700 kilómetros, para reparar un pesquero de 24 metros que se fue a la escollera y barrió toda la proa. Y ahora va a venir un barco de 14 metros de Lastres, en Asturias, para hacer unos arreglos. El dueño me dijo que en Avilés ya no queda ningún carpintero de ribeira», explica Pepe, que también tiene muchos clientes de Malpica.

Un auténtico placer, con algunos días malos: así resume estos 50 años de trabajo. «Es muy bonito construir un barco de madera; primero pones la quilla y luego vas añadiendo las costillas. Me gusta mucho la madera, el poliéster es tóxico. Tienes que tener vocación; si no te gusta, poco puedes hacer. También es un trabajo complicado y laborioso, hay que tener oficio», dice Pepe, que siente que no se le reconoce su labor. «Si no te da parar vivir, no te vale de nada ser artesano. Solo vale lo que te da de comer. Lo mejor de reparar un barco es cobrar cuando acabas», bromea este hombre de casi 64 años, que construyó en noviembre su último barco.

Carpintería de ribeira en Lorbé, Oleiros
Carpintería de ribeira en Lorbé, Oleiros CESAR QUIAN

Los barcos de Pepe navegan, pero también están varados en museos. En el Museo Naval de Ferrol hay tres réplicas que son obra suya, de cuando hizo la mili, entre 1979 y 1980. «Construí el casco de la fragata Magdalena, que mide tres metros y es de madera de caoba; un galeón pequeño; y una lancha xeiteira para andar a la sardina. Otros artesanos hicieron las cuadernas, el mascarón de proa y los mástiles», rememora este experto, que también reparó el barco-museo que está atracado en el muelle de Burela.

Hijo de marinero, confiesa que mira mucho el puerto de Lorbé, aunque esté abandonado de la mano de Dios, protesta. «Creo que es maravilloso trabajar aquí, además es donde me crié porque, aunque nací en Veigue, a los ocho años nos mudamos a Lorbé», recuerda este amante de la pesca al que no le hace mucha gracia retirarse. «No sé cuándo me jubilo, creo que voy a seguir. En casa no voy a quedarme; si no el matrimonio no sobrevive. Estaré por aquí haciendo mis cositas», afirma, antes de buscar la fotografía del caballito-balancín de madera que ha construido para uno de sus nietos.

Artesano sobreviviente de un oficio en decadencia, es muy crítico con la falta de formación reglada de esta disciplina y el poco interés de la Administración. «La conselleira Rosa Quintana me dijo que apoyaba mucho la carpintería de ribera, pero no tienen lanchas de vigilancia de madera», se queja Pepe, que de todos los barcos que ha construido a lo largo de su vida tiene un favorito. «Es el Ribera, de 18 metros. Tenía algo especial. Iba navegando y se levantaba. Ya se desguazó», dice, con la mirada perdida en las rías de Ares y Betanzos como si lo estuviese viendo.

Rampa del Puerto de Lorbé, en Oleiros
Rampa del Puerto de Lorbé, en Oleiros