Patrocinado por

«Crié desde los 27 a mis seis hijos, fue una vida dura, pero atender a los peregrinos cambió todo a mejor»

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA SAMOS / LA VOZ

VEN A GALICIA

Isabel Cabarcos abrió en su casa de Samos la pensión A Fonte das Bodas. Es un lugar único, decorado con sus propias creaciones y que ofrece comida de su huerta

27 abr 2023 . Actualizado a las 22:14 h.

En el salón familiar de Isabel Cabarcos y su pareja comen ahora personas de todo el mundo. En la mesa, una peregrina de Indonesia, con la que apenas puede mantener una conversación por no compartir idioma, suelta dos frases (en inglés): «mujer fuerte» y «¿quién es aquí la artista?». Sin hablar, Isabel y ella se entendieron. Esta asturiana asentada en Sivil, Samos, abrió en el 2019 una pensión en su casa, A Fonte das Bodas. La vivienda llama la atención por estar repleta de decoración, toda de las manualidades de Cabarcos. La sorpresa sigue en el interior, con una atención acogedora y comida totalmente casera.

En la amplia finca de Isabel y Enrique vigilan a los caminantes dos vacas impresas a tamaño real que nunca pasan desapercibidas. Aunque no son los únicos animales, también hay un burro: «Somos Platero y yo». Por varios carros y en la fachada de una de las casas hay decenas de tejas decoradas, muñecos o figuras esparcidas. «Siempre fui artista», asegura Isabel Cabarcos. Por tener que atender a sus hijos, la asturiana empezó sobre todo tejiendo pero su vena artística terminó saliendo por numerosas vías.

Las paredes de las dos viviendas están cubiertas de tejas pintadas con paisajes, personajes, simulando la fachada de una casa o incluso a un molino al que se enfrentaría Don Quijote. Todas son hechas por ella y tienen tanto éxito entre los peregrinos que algunos de los que se hospedan en su pensión quieren comprarlos. «Hay gente que me acaba haciendo encargos para que se lo envía a su ciudad», cuenta. También hace muñecos, calabazas decoradas, marcapáginas, jabones, pulseras, bordados... La pensión es toda una tienda de decoración.

En su interior, además de una casera galería de arte, los peregrinos pueden viajar al pasado y conocer una casa tradicional del interior de Lugo. La vivienda es de la familia de Enrique, de piedra pero reformada con más de cien años de historia.

Para él e Isabel ya era demasiado grande y, al estar a los pies del Camino, decidieron reformar una planta de habitaciones para destinarlas a los peregrinos. Aunque le dieron una mano de pintura y compraron nuevos colchones, conservaron los muebles de madera antiguos. La cocina sigue siendo la suya y el comedor también es el familiar. La entrada se distingue de la de una casa por vender todo tipo de productos del Camino, hechos por Isabel.

Una vida sacrificada que sigue dedicando a atender a los demás

Uno de los cuartos de la vivienda está dedicado a recopilar y exponer todos los regalos que los visitantes le hacen a Isabel y Enrique. La pareja acoge a los peregrinos como si fueran un familiar más de su casa. La comida es de sus animales y su huerta y aunque uno pida un simple plato, Isabel lo acompaña de embutido o postres de la casa.

La tortilla y el caldo triunfan entre los visitantes, aunque cualquier comida sirve para transportarlos a lo que cocinaban sus abuelas: «Por aquí pasó gente que lloró con un chorizo de la casa porque hacía mucho que no probaba uno que supiera como el de su madre».

Para esta ahora alberguera trabajar cada día con los caminantes es un regalo. «Estoy mucho mejor desde que abrimos la pensión, me da muchísima alegría y vida», asegura. Isabel trabaja dedicándose a los demás, que es lo que ha hecho ya toda su vida. Esta asturiana es madre de seis hijos.

Se casó con tan solo 15 años y a los 27 ya había tenido a sus seis hijos. Fue un gran sacrificio pero ahora también relata con orgullo las trayectorias de cada uno de ellos. Hace unos años por fin le llegó el momento de dedicarse más tiempo a ella, por eso trabaja con tranquilidad desde su casa ofreciendo su comida a los visitantes pero también aumentando su repertorio de obras de arte para decorar la pensión o incluso aprendiendo a tocar el acordeón.