Del tardeo (o «afterwork») ya se hablaba antes de la pandemia. Pero fue el cierre del ocio nocturno el que impulsó esta tendencia en la que se aprovechan las horas después del trabajo para tomar algo con los amigos
03 may 2023 . Actualizado a las 17:03 h.Se le empezó llamando afterwork, un ampuloso e innecesario anglicismo con el que se pretendía identificar ese momento de la tarde en el que, entre la salida de trabajo y el retorno a casa, uno (o una) se concedía la licencia de tomarse un respiro y un trago en un entorno cordial y en un ambiente sosegado y acogedor.
Lo que podría haber quedado en un esnobismo, actualizado sucedáneo del chiquiteo de toda la vida, adquirió un inesperado protagonismo con la llegada de la pandemia y el consiguiente cierre del ocio nocturno. Finiquitada la noche, el refugio era la tarde. Ya no era cuestión de aliviar solo el estrés de la jornada laboral. Era prácticamente el único momento de socialización permitido. Se acababa el afterwork y nacía el tardeo. Una costumbre que ha sobrevivido a las restricciones y que se confirma como tendencia en auge.
Lo corrobora Alberto Boquete, propietario del Afterwork Cocktail Bar, que abrió sus puertas en el 2015 en la calle Pardo Bazán y que a partir de la próxima semana se traslada a las instalaciones de La Mansión 1783, en La Marina. «La gente ha modificado sus horas de ocio», señala. Es por ello que la primera planta de La Mansión acogerá, además del restaurante, un cóctel bar, «con un rinconcito muy instagrameable», orientado principalmente a la franja horaria de la tarde.
El perfil del cliente de tardeo, explica el responsable de La Mansión, es «gente de 30 años en adelante, que busca una copa tranquila y hacer vida social de día». Claro que si el tardeo se prolonga, algo que no suele ser infrecuente, sobre todo los fines de semana, La Mansión también ofrece su servicio de restaurante a partir de las 20.00 en esa misma planta.
Alberto Boquete ha definido el nuevo concepto de La Mansión como food and fun. Un espacio con un ambiente distendido, que cuenta además con un espectacular balcón con vistas al puerto, y que abre desde las doce del mediodía (a las diez los fines de semana) hasta las tres de la madrugada. Fiel a esa idea, también se ha renovado la carta del restaurante incorporando «platos más divertidos y desenfadados», pensados para compartir y para poder probar varios.
En su espacio dedicado al tardeo La Mansión 1783 recupera buena parte de la oferta de coctelería del Afterwork. «Contamos con nueve tragos fijos más uno que llamamos el trago del bartender, que va cambiando periódicamente», detallan. Hay cócteles para todos los gustos: refrescantes, dulces, cítricos, amargos... Y es que, según afirma Alberto Boquete, el auge del tardeo ha coincidido —o quién sabe si es que lo ha provocado— con el auge de la coctelería. «Está de moda, sin duda», asegura. «Supongo que tiene que ver con que cada vez hay más locales que ofrecen cócteles, se habla más de ellos y, como consecuencia, la gente se anima más a pedirlos».
Taberna de toda la vida
Ahora le llamamos tardeo. Para nuestros padres o nuestros abuelos era salir de chiquitos. Una tradición que, de alguna manera, sigue conservando A Mina, una histórica taberna del casco viejo de Vigo a la que Cristina García y Kiko de la Joakina no han querido desposeer de su esencia. Se hicieron cargo de ella hace 8 años, ya con la intención de que fuese un bar de largo recorrido. Por la mañana abre de 12.30 a 16.00, con servicio de cocina. Y por la tarde, a partir de las siete. Y ha sido este último tramo el que más ha ganado en presencia en los últimos años. «De lunes a jueves la hora a la que mejor trabajamos es de 20.00 a 22.00», apuntan.
«Repescamos a mucha gente que sale de trabajar y a la que antes de irse a casa le gusta tomarse algo y compartir unas tapas sin que eso le impida cenar después». El plato insignia de A Mina son los mejillones. Al vapor, en salsa picante o en escabeche casero, una receta heredada de quienes durante más de medio siglo fueron los propietarios de A Mina, Moncho y Neli. No le desmerecen en el ranking de preferencias a la hora del picoteo el lacón, la oreja y las tablas de embutidos o de quesos artesanos.
Asegura Cristina García que el perfil del cliente de tarde no difiere en exceso del del resto del día. «Hay bastante mezcla, tanto de generaciones como de estilos». Vecinos del barrio, gente mayor que ya venía a la taberna y, últimamente, también muchas pandillas bastante jóvenes». Y posiblemente ese sea una de los grandes atractivos del tardeo en A Mina. «Un ambiente distendido en el que la gente está cómoda y nadie mira raro a nadie». Si a eso se le añade una oferta de coctelería, con el Aperol spritz como buque insignia, la tarde de A Mina se consagra como un plan tan tentador como gratificante.
Tras haber trabajado durante muchos años la noche, Pablo Domínguez está feliz con su propuesta en el Baysha, centrada en el servicio del restaurante, el tardeo y, si acaso, la primera copa noctámbula.
Un jardín urbano
Reafirma el responsable del local ourensano que el cambio de tendencia en cuanto a los horarios de la clientela surgió a raíz de la pandemia. «La gente descubrió la tarde, cuando le quitaron la noche, y ahora son muchos quienes siguen prefiriendo tomarse un cóctel o una copa a esa hora», señala. «Incluso los que se vienen arriba y al final acaban cenando aquí, saben que a la una o a las dos de la mañana están en casa. No es como si sales a media noche y acabas a las tantas de la madrugada».
Cuenta el Baysha con una baza abrumadora, que aún se vuelve más atractiva en la hora de la tarde, que es su fenomenal terraza. En realidad, un auténtico jardín. Un lugar privilegiado para soportar los rigores estivales, cuando lleguen, pero también para aprovechar la templada placidez de estas tardes primaverales.
Ha constatado Pablo Domínguez que el abanico de edades del público afín al tardeo se ha ido ampliando a medida que se iba convirtiendo en tendencia. «Al principio era gente de 30 para arriba que venía a tomarse un cóctel o un combinado, pero cada vez tenemos más chavales, que se piden unos refrescos o alguna caña», comenta. En cualquier caso, añade, se trata de un público muy agradecido. «No es de los que se tiran tres horas con un café». El Baysha no cierra ningún día de la semana y abre cada jornada a partir de las cinco de la tarde.
Indo e Vindo no es un bar. Ni un restaurante. Es un espacio de experiencias gastronómicas. Una de las más exitosas son los tardeos. Ubicado en el corazón de Cambados, la propuesta que desde hace justo un año allí ofrecen Fran Jamardo, Rocío Garrido y Coque Fariña tiene que ver con su incontenible capacidad de crear.
Tardeo gastronómico
«Necesitábamos un espacio en el que poder desarrollar todo lo que estábamos haciendo en otros lugares: showcokings, catas de vinos, talleres de cocina...», comentan. Y ese espacio es ahora Indo e Vindo. El pasado verano ya se marcaron un afterbeach, con oferta de caña o refresco más tapa. Este año apuestan por el tardeo. «Porque cada vez a más gente le apetece tomar algo después de trabajar o no esperar a la noche para salir». Y así, los miércoles y jueves, desde las 19 a las 22, Indo e Vindo propone una consumición (un vino o una caña) más una tapa creativa por 6 o 10 euros, en función de la tapa elegida. Que siempre es diferente. «En realidad lo que queremos es que la consumición sea una excusa para que la gente pueda probar nuestras elaboraciones», apuntan. Elaboraciones como la croqueta deconstruida de pollo con manzana, sushi crujiente con gambón, lubina en hoja de plátano o curry de garbanzos y almejas con katsuobushi, por citar algunas de las que figuraban en los tardeos de este mes. «Es una cocina muy variada. Como nosotros. Intentamos hacer cosas diferentes porque a los tres nos gusta darle una vuelta a todo».
Además de los tardeos gastronómicos, que en mayo serán los jueves, la programación para ese mes del Indo e Vindo incluye una aula de cocina y otra de té (días 3 y 24), brunchs ( 7 y 21), catas de vino (8 y 29), una cena de Eurovisión (13) y una jornada de puertas abiertas con motivo de su primer aniversario, el miércoles 10.
Mesas de largo recorrido
«Los que tenemos una edad y hemos probado el tardeo, ya no lo cambiamos por nada», sostiene César Pérez, propietario junto a Luis Jarque de La Urbana, el local de la coruñesa plaza José Sellier. «La chavalada ha recuperado los hábitos prepandémicos y sigue bajando después de las doce de la noche, pero cada vez hay más público que prefiere aprovechar la tarde porque eso le permite también disfrutar del día siguiente», añade.
Reconoce César Pérez que, hasta no hace mucho, a lo largo del día había varias horas valle. «Ahora no, ahora la tarde ya empieza a coger fuerza a partir de las cuatro y media». Los primeros en tardear suelen ser los propios clientes que han comido en La Urbana. «Hoy a las 15.30 ya estábamos sirviendo copas. Primero te piden una copa flojita pero luego la voluntad se va ablandando y no falta quien acaba enlazando con la cena». Esa es una de las ventajas de La Urbana. «A partir de las ocho puedes seguir de tardeo y a la vez picar algo sin tener que levantarte».
También es frecuente que se sumen a la sobremesa clientes de otros locales que sí cierran al mediodía. Y ya a partir de las 6 empieza a llegar el público del tardeo, propiamente dicho. Entre semana, sobre todo, gente que sale de trabajar. El fin de semana, los que adelantan la salida de la noche y familias que salen con los niños y aprovechan esas horas vespertinas para tomarse algo.
Las diez mesas de la terraza son con mucho las más demandadas de La Urbana durante la tarde. Y llegado el momento, el personal opta incluso por quedarse fuera, de pie. Las cañas y los vinos siguen siendo lo más demandado durante el tardeo si bien, según atestiguan los responsables del local, cada vez se piden más vermús y más combinados.