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Del bollo clásico al rollo «brunch»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VEN A GALICIA

Oscar Vázquez

Patricia Aguiar, que encarna en Vigo a la quinta generación de la pastelería Rosendo, nacida en Tui hace 133 años, reinventa el negocio ampliando el servicio con desayunos que añaden salados y comida para llevar

06 may 2023 . Actualizado a las 00:52 h.

Pocos negocios con tanta solera quedan en Galicia como la pastelería Rosendo, que fundo en Tui hace nada menos que 133 años Rosendo Sánchez, el tatarabuelo de Patricia Aguiar. Ella encarna a la quinta generación de una saga entregada a endulzar la vida a sus congéneres. Hace un cuarto de siglo, sus padres, Fernando y Aurora, trasladaron el establecimiento al barrio vigués de Bouzas. Allí, entre ambos, aprendió ella todos los secretos de un oficio cuya principal baza para mantenerse no es ningún misterio: intensas jornadas de trabajo y horarios a contrapelo del resto del mundo que hacen muy difícil la conciliación familiar. Pero cuando se lleva el la sangre, es difícil sustraerse a ese imán azucarado en el que además de pasión, hay que ponerle a los productos materia prima de calidad y mimo a la hora de elaborarlos.

Así es como ha llegado hasta hoy. «Yo me crie en el obrador de Tui y cuando estábamos allí, cerca de la frontera, me acuerdo de ir con mi abuela a buscar huevos a Portugal, escogiéndolos en las fincas de los paisanos», relata la joven emprendedora, que asegura que no usaban ni báscula para calcular medidas. «Solo con sostener el producto en las manos, ella ya sabía si estaba bien o no, y yo algo he heredado a base de experiencia. Cojo una tarta y hay un 90 % de probabilidades de que acierte el peso tras cotejarlo con la máquina», afirma.

Patricia explica que aunque ahora en las panaderías se vende pan y en las panaderías despachan pasteles, en el pasado, ambos oficios no se mezclaban. Estaba prohibido. «Las panaderías no podían abrir los domingos, solo las pastelerías, hasta que los panaderos lo consiguieron tras años reivindicándolo. Y nosotros éramos una pastelería tradicional, con un horno de leña en el que se fabricaba absolutamente todo lo que se vendía, el hojaldre, la crema, la masa y el relleno, lo de dentro y lo de fuera, y así hasta el día de hoy», cuenta, aunque matiza que a lo largo de tantos años, fueron aportando variaciones: «Por ejemplo, en la época de Franco, pusieron unas mesitas para servir el té».

El salto a Vigo obedeció a una oportunidad que surgió y aprovecharon, y a una apuesta por la ciudad natal de su madre. De su ubicación en Tui se mudaron a un local en plena alameda de Bouzas, parroquia marinera que fue concello independiente y no fue viguesa hasta 1901.

«Mi padre me dijo que le encantaría que siguiera la tradición, pero también me animó a que me formara en otro ámbito, y de hecho estudié Trabajo Social, aunque no ejercí porque esto me encanta. Hago lo que me gusta», afirma. Patricia tiene una hija de seis años que hace unas galletas de premio, así que podría haber relevo y sexta generación de pasteleros en Rosendo. «Adoro mi oficio y a ella le gusta mucho, pero que sea lo que ella quiera en el futuro. Yo lo que puedo decir es que es muy sacrificado, que trabajamos al máximo cuando el resto está descansando. Si no naces en esto, es difícil que lo elijas, por eso va desapareciendo poco a poco», opina.

Patricia llegó a la ciudad con 15 años y tomó las riendas de la pastelería Rosendo cuando falleció su padre. Un año después, decidió darle un cambio al establecimiento al añadirle cafetería, «y hace menos de un mes le volví a dar otro», explica en relación a una reforma revolucionaria tras la que ha renacido con todo lo de antes y ha sumado el servicio de brunch y comidas para llevar, consciente de que sus antepasados «les daría un jamacuco si vieran esto, aunque también estoy segura de que estarían superorgullosos, pero es que eran otros tiempos», razona.

La pastelera vive ese cambio a Rosendo Brunch & Take Away con la preocupación inicial que le llega a través de clientes que se asoman al local preguntando si son los mismos de siempre. «¡Pues claro que somos los mismos!», exclama con rotundidad. «Seguimos la misma línea que teníamos antes, elaborando tartas (la tarta rusa es nuestra especialidad), pasteles, bollería, empanadas... todo lo que ya había antes, usando materias primas de calidad, pero ahora con una oferta mucho más amplia», recalca.

El brunch ofrece a la clientela la posibilidad de disfrutar desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche, de martes a domingo, de una amplia carta de dulce y salado que todavía están definiendo. Además, tienen menú del día y comida casera para consumir en el propio local o para llevar.

Sin embargo, por primera vez desde que se celebra la Festa da Brincadeira en Bouzas, no van a poder tener un puesto en la calle debido a un accidente que sufrió su pareja y que les impide contar con él para el montaje. «Pero estamos en la Alameda y tendremos choripán y un montón de cosas ricas», anima.

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