Por tierras del interior de Arzúa, que esconden la iglesia de Vitiriz
VEN A GALICIA
El templo está incluido en el capítulo de las grandes joyas del rural gallego
23 may 2023 . Actualizado a las 20:15 h.Boente es una pequeña localidad de Arzúa conocida por cientos de miles de personas de todo el mundo. No se trata de exageración alguna, porque resulta que Boente es un lugar emblemático en el Camino Francés de Santiago, entre Melide y la propia Arzúa, donde hay que cruzar la carretera general. Un par de sitios permiten reponer fuerzas a los peregrinos, cuyas caras suelen reflejar el estado del ánimo y del cuerpo.
La iglesia de Boente no deslumbra. Puede definirse como el típico ejemplar del rural gallego levantado con humildad de medios. Y puede ser, también, el punto de partida de una excursión para hacer en coche o, si se tiene experiencia, en bicicleta de montaña.
Los primeros y los últimos metros son los peores, porque se transita precisamente por esa carretera general. Seiscientos metros rumbo a Melide antes de desviarse a la izquierda, a Vitiriz y a Rocamador. Sin centrarse en el origen suévico del primero de los topónimos, el segundo hace volar la mente a Rocamadour, el gran santuario francés que llegó a convertirse en competencia de Santiago en tiempos medievales.
La iglesia de Vitiriz está incluida en el capítulo de las grandes joyas del rural gallego y tiene sus orígenes en aquel período histórico en el cual mandaba el arte románico. Su tímpano se merece la más alta calificación, y el alero del tejado se ve sostenido, por uno y otro lado, por sendas series de dos docenas de canecillos de una calidad artística muy alta.
Valadás marca el camino para descender a un pequeño valle y cruzar uno de los dos arroyos que, cuando se unen, reciben el nombre de Boente. Cepelos, Lamelas y Corral do Medio son tres nombres para, en realidad, meras partes de un conjunto de casas que hay que abandonar dejándolas a la izquierda para llegar a Agrón, donde está la iglesia, que ya se domina en la lejanía mientras un hórreo parece vigilar desde lo más alto. Esa iglesia es muy sencilla, sin duda la más humilde del itinerario. El cruceiro, apartado y en otro nivel, ayuda a ennoblecer el conjunto.
Desde Agrón el siguiente objetivo se llama As Conchadas, saliendo de un bosque de matrícula de honor que hace desear que ojalá así fueran todos los de la Galicia actual. As Conchadas, un par de edificios a la vista, hace honor a esa belleza.
La ruta es circular y procede ir a la izquierda hasta encontrar el cartel que invita a ir a Lobeiro (o Lubeiro; una enorme granja con una buena casa) y seguir hasta un cruce de pistas. La clave está ahí, porque va a surgir la duda. La opción correcta es el descenso por la izquierda, pasar Paraños y, bajando, ganar Outeiro de Arriba, desde donde se dominan los tejados de Outeiro de Abaixo.
Con una fuente (¡azul!) a la espalda, se emprende camino a la iglesia de San Paio, que luce allá en lo alto, solitaria, llevando a la reflexión de cuáles habrá sido los motivos por los cuales hace doscientos y pico años fue erguida allí. Solo existe una razón lógica: en la elevación que hay atrás del templo, a 415 metros sobre el nivel del mar, debía de haber un castro, un territorio pagano que fue perentorio cristianizar aunque tal cosa sucediera tantos años después de que sus habitantes lo abandonaran. La existencia de un precioso cruceiro en medio de la ladera respalda esta hipótesis, que tiene en contra el hecho de que no parece haber ningún estudio o prospección arqueológica que apunte que ahí se emplazó una aldea prehistórica.
Lo que sí se extiende ante los ojos es otro precioso bosque en el cual se interna el excursionista para llegar a una carretera, elegir la izquierda, cruzar el Camino Francés, ganar la general y encontrarse, 300 metros más allá, con la iglesia de Boente flanqueada por dos hórreos.