El castro de Montes Claros (A Laracha) es como una vieja acrópolis cargada de secretos y leyendas. Desde allí, un gigante lanzaba enormes piedras con las que, dicen, se construyó el monasterio de Monteaguado.
26 may 2023 . Actualizado a las 11:22 h.Otros defienden que las rocas fueron para el monasterio de Soandres. Es lo que cuenta una de las leyendas que adornan la historia de este yacimiento larachés. En la croa se conserva el Asento do Xigante o O Cu do Xigante, donde el lanzador de rocas descansaría, daría indicaciones a sus sirvientes y vigilaría todo el entorno. Desde el castro se divisa un amplio territorio todo alrededor, hasta el mar de Baldaio (Carballo), los montes de Santa Marta (A Laracha) y Xalo (Cerceda) y parte de la cuenca del Anllóns. En el entorno del sillón del forzudo está la Patada da Mula, otro grabado hecho por humanos en la roca que, según la arqueóloga que trata de desentrañar los secretos de Montes Claros, Puri Soto del Río, son manifestaciones de cultos y rituales que pudieron tener que ver con investiduras de líderes de clanes, oficios religiosos o ceremonias sociales y comerciales.
Junto al trono del gentil está A Pisada do Xigante, la huella que dejó al descender de forma brusca de su caballo. Y también está la Patada da Mula, la pegada que dejó la cabalgadura del forzudo para saltar hasta Monteagudo, dicen unos, y hasta Soandres, sostienen los otros. Para rematar la historia, el gigante está enterrado en el Castro Pequeno, que está próximo y de dimensiones más reducidas.
Este entramado legendario viene a enriquecer el aspecto monumental del yacimiento de Montes Claros, que tiene otros muchos más misterios. Puri Soto y su equipo descubrieron dos pías rupestres excavadas en las rocas de la zona de extramuros, al este del recinto. Tienen un metro de profundidad. Son unos depósitos o cubetas de gran capacidad. Una estructura novedosa y un misterio que aún no se ha resuelto, aunque bien podrían haber sido utilizadas para hacer acopio de agua para una sauna. Tienen rebordes y como una especie de pequeños canales en el entorno de la parte superior. Las hallaron rellenas, lo que puede evidenciar que fueron dejadas de usar mientras el castro continuó habitado. Para el colmado echaron cenizas y carbones cuyos análisis podrán dar detalles en el futuro de datas, vida y usos en el lugar.
Encontraron las pías en una especie de plataforma rocosa trabajada, sobre la que hubo una construcción cuadrangular posterior y con hogar incluido. Por encima apareció una estructura galaico-romana posterior en el tiempo, un conglomerado arcilloso. En las proximidades está la calzada de acceso a la croa.
Así que Puri Soto considera que hay dos niveles de ocupación del castro, que no para de deparar sorpresas. Ella está convencida de que el recinto es un vestigio de un gran núcleo de población del territorio ártabro, una especie de centro del comercio en el ámbito del intercambio marítimo de la bahía coruñesa. El tipo de construcción, la entrada, los materiales, la olería y la metalurgia relacionada con el lugar así lo atestiguan, en su opinión. La navegación y los intercambios comerciales que facilita el mar pueden ser el motivo de los hallazgos en las dos campañas promovidas por el Concello de A Laracha, que se ha hecho con las cuatro hectáreas del recinto. La explicación está, según la arqueóloga, en la cerámica ibérica descubierta en las excavaciones. Destaca, en este sentido, una doa oculada, pieza de un collar o similar, muy bien conservada y procedente del comercio de larga distancia, seguramente del área del Mediterráneo. Una de las tejas halladas tiene incrustadas las huellas de un cánido, algo similar a otras encontradas en el yacimiento romano de Brandomil (Zas). Pertenece a la última fase de habitación del recinto.
Incluso la elección del lugar de ubicación del castro tiene trascendencia. Está en un cruce de caminos, con acceso fácil a las primeras extracciones mineras de la Costa da Morte, con el oro de Corcoesto o de Limideiro al alcance de menos de una jornada, y cerca del tráfico marítimo.