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Redescubriendo una ermita del XV que los vecinos de Monfero salvaron

Cristóbal Ramírez A CORUÑA

VEN A GALICIA

Cristóbal Ramírez

El templo muestra un altar que reclama atención, y las pinturas murales, del XVIII, o se salvan o desaparecen

27 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El monasterio de Monfero forma parte del conocimiento general de la mayor parte de los coruñeses. Pero ese municipio que con sus abruptas montañas diseña la retaguardia del golfo Ártabro esconde docenas de enclaves dignos de ser explorados pero, al mismo tiempo, se ven eclipsados por el propio monasterio. Súmesele que la parte integrante de las fragas del Eume es la más ignorada de ese parque natural (lo habitual es acceder por Pontedeume y Caaveiro) y también la más salvaje.

Siguiendo desde el cenobio al norte, la primera referencia es A Visura. Ahí abre sus puertas Emerinda, una magnífica y bonita pizzería que nada tiene que ver con tantas otras vulgares. Si no se lleva comida, anótese la posición para reponer fuerzas ahí. Es ese igualmente el lugar donde aparcar el coche y subirse a la bicicleta, si se prefiere conocer la zona sobre dos ruedas. Desde ahí al destino hay menos de nueve kilómetros por pista estrecha y bien asfaltada que va a dejar a la diestra dos molinos abandonados, ciertamente notable el segundo a pesar de su tejado de uralita.

La capilla de Santo André da Ribeira obliga a hacer la siguiente parada. Se trata de un humildísimo templo que demuestra que, aunque los habitantes de los castros no llegaron a estas alturas, el cristianismo sí lo hizo. Y siempre al norte y cruzando un arroyo por un paraje en verdad precioso, el excursionista va a dejar atrás los lugares de Fornos y Regueiro, con unos edificios tradicionales que da pena ver cómo están porque son tesoros etnográficos. El contrapunto lo ponen los pocos vecinos que quedan en A Torre de San Bartolomeu.

Para comprobarlo hay que ir al barrio de A Ermida (Hermida, sic, en el indicador) y descubrir en unos paneles que acompañan a la fuente de 1990 cómo estaba y cómo está la ermita de San Bartolomeu, del siglo XV. Impresiona.

Impresiona también hablar con Manolo y sus compañeros, los vecinos que durante dos años acometieron por iniciativa propia una obra agotadora: aquellas ruinas son hoy una iglesita en perfecto estado de revista, «pero aínda temos traballo no interior, a ver se a Xunta bota unha man». El templo muestra un altar que reclama atención, y las pinturas murales, del XVIII, o se salvan o desaparecen. Ese grupo de vecinos -rara avis en el mundo rural gallego: se llevan muy bien, son muy cultos y demuestran y pregonan su compromiso con su aldea- está dispuesto a seguir adelante.

Y todo ello es materia para ir pensando mientras se da un paseo -ya a pie- por el camino que sigue desde la ermita monte arriba o, si hay tiempo y ganas, por el sendero señalizado que desde las cercanías de la casa de turismo rural lleva a conocer paso a paso los múltiples encantos naturales de Monfero.