El arenal sonense es uno de los grandes tesoros de Barbanza
17 jun 2023 . Actualizado a las 10:44 h.Por todos es conocido que Baroña es uno de los grandes tesoros barbanzanos, capaz de atraer a miles de turistas al año deseosos de conocer cómo vivían los castreños y disfrutar del espectacular arenal situado al pie de la antigua ciudad celta. Tal es la belleza de esta playa que la revista National Geographic la ha nombrado como una de las más deseadas de España. La publicación explica que su hermosura bebe directamente de su esencia natural, así como de las vistas, protagonizadas por la célebre fortaleza histórica.
Además de lo apreciable a simple vista, el complejo esconde para los visitantes más sensibles rincones que podrían embelesar a cualquiera, pues la llegada a este paraje sonense ya desvela que lo importante no son los servicios ni las grandes instalaciones, si no el contacto directo con un bosque lleno de pinos y fincas delimitadas con muros de piedra. Al final del camino descendente que lleva a la costa se encuentra uno de los platos fuertes para los curiosos, un banco que da directamente al mar.
Lo mágico de este asiento no es solo la vista hacia el frente, si no su ubicación. Ante él, la marea en movimiento parece una especie de beso interminable entre naturaleza e historia, ya que a un lado se encuentra el castro y a otro el arenal. La vista no es el único sentido que se deleita, pues la diferencia entre el romper de la olas en la arena y el choque contra las piedras forma una banda sonora duplicada en la que cada uno escoge a qué prestar atención.
Aunque carezca de un orden determinado, la visita suele continuar con la bajada hasta la fortaleza celta, erigida piedra a piedra por quienes habitaron estas tierras allá por el siglo I antes de Cristo, previo a la llegada de los romanos. La construcción conserva las dos murallas exteriores, así como 20 viviendas de planta circular u oval.
Mirar el infinito
Aparte de su incalculable valor histórico, este monumento cuenta con un pequeño paseo en el que la gran protagonista es la inmensidad del océano, que tiene la capacidad de hacer sentir minúsculo al espectador, como uno de los millones de granos de arena que componen parte del paisaje. Por si el viaje en el tiempo no fuese suficiente, esta localización está a escasos metros de la espectacular playa en la que además de disfrutar del sol, los bañistas pueden deleitarse mirando una obra de arte viva.
A lo largo del camino de ida hasta la orilla, se ven pintadas en las piedras que recuerdan el debate social que representó el nudismo en Porto do Son en los ochenta. No en vano, a mediados de los años setenta varios naturistas procedentes de Santiago de Compostela y usuarios del arenal fueron detenidos en la zona acusados de escándalo público. Este suceso llevó al grupo Coordinadora Nudista Ecológica Radical a luchar activamente por la legalización de este derecho, llevando la petición al Congreso. Como respuesta, los vecinos recogieron 300 firmas en contra de esta práctica.
El principio del fin de la guerra abierta entre gente mas conservadora y los más liberales llegó cuando falleció el principal detractor de esta manera de disfrutar de la playa, el párroco de Baroña Sabino Lema, y muchos perdieron las ganas y los argumentos para luchar por lo que consideraban un acto de provocación en espacios comunes.
Este hecho y las reivindicaciones lograron que con el paso de los años el nudismo volviera a ser aceptado por la mayoría de los vecinos. En la actualidad, los visitantes pueden escoger libremente si ir vestidos o no por la orilla, haciendo que cuerpos cubiertos y descubiertos convivan en total harmonía.