Patrocinado por

Yoga, puesta de sol y ruta de los mejillones a bordo de un balandro bateeiro que navega por la ría de Aldán

VEN A GALICIA

Mauro BernárdezPedro Giráldez Sotelo

Embarcar en «O que faltaba», una nave de madera de 1987, para descubrir una veintena de playas y calas de aguas cristalinas entre faros, cuevas y bateas, con vistas a las islas Ons y Cíes

25 jul 2023 . Actualizado a las 20:08 h.

Que no se te escape el verano sin navegar. Navegar entre bateas de mejillones hasta Punta Couso, en la boca de la ría de Aldán, donde hay un faro y una cueva marina, y ver la isla de Ons al fondo y la puesta de sol sobre el océano Atlántico. Esta es una de las rutas que hace «O que faltaba», un balandro o barco bateeiro de 14 metros de eslora, que desde hace cinco años se dedica al turismo mariñeiro. «Me gusta divulgar la cultura de pesca. Hago la ruta del mejillón y de la puesta de sol. También hacemos excursiones que combinan puesta de sol y yoga a bordo», dice su patrón, Fito Dacosta.

Fue su padre quien bautizó este barco auxiliar de bateas en el año 1987, cuando salió del astillero de la carpintería de ribeira de Domaio, en Moaña. «El casco es de madera de roble y de pino, aunque lleva un refuerzo de metal, y el motor es de Eduardo Barreiros. Se dedicó al mejillón desde entonces hasta 2015, cuando vendimos las bateas», explica.

«O que faltaba» estaba destinado al desguace porque ahora se usan barcos de hierro y de fibra para los trabajos del mar y no tenía venta, pero Fito, para quien este balandro tiene un gran valor sentimental, decidió restaurarlo. «Tiene capacidad para once personas; es perfecto para enseñarle a los turistas la ría y el cultivo del mejillón, para organizar algunas fiestas, para la pesca y el buceo», asegura este patrón, que pasó de la pesca al turismo, y reconoce que, cuando trabajaba en la batea, no se podía imaginar que su vida iba a cambiar tanto. «Estoy muy contento con mi trabajo. La parte más bonita es divulgar nuestra forma de vivir con las artes de pesca. Si vas a pagar cinco euros por un kilo de mejillones en Madrid, quiero que sepas cómo se hizo», asegura.

Más de la mitad de sus clientes son gallegos, gente de aquí que celebra cumpleaños, despedidas y fiestas familiares, o que alquilan el barco para pasar el día. «El resto es turismo principalmente nacional, aunque la ruta del mejillón la hacen sobre todo gallegos, catalanes, madrileños e ingleses. El turismo internacional roza el 10 %», calcula Dacosta.

Fito, el patrón, explica a los turistas el proceso de cría del mejillón
Fito, el patrón, explica a los turistas el proceso de cría del mejillón Mauro Bernárdez

La ruta del mejillón parte del puerto de Aldán, surca la costa de la parroquia de O Hío, pasando por playas y cuevas, sale un poco de la ría para ver las Cíes y Ons, la Costa da vela y Cabo do Home, y discurre entre bateas. «Explico el proceso del cultivo del mejillón, ofrezco una degustación de estos moluscos y de albariño, y pongo música gallega ya llegando a puerto. Si vemos a algún bateeiro haciendo alguna labor, a algún navalleiro recogiendo navajas o a alguien recogiendo nasas con pulpos, me paro un poco más», asegura. 

La salida de la puesta de sol dura unas dos horas. A las nueve de la noche salen del puerto, atraviesan la ría y arriban hasta su bocana para ver cómo se pone el sol detrás de la isla de Ons, y entre Ons y Cíes.«Luego regresamos al interior de la ría, viendo por la popa el atardecer y por la proa, la noche. Es un cambio bonito. Y hay degustación de mejillones, albariño y pan», señala el patrón. También hay grupos que quieren quedarse viendo las estrellas, las perseidas o el mar de ardora. «Yo me amoldo porque luego en octubre es raro que suene el teléfono. La temporada alta es entre semana santa y septiembre. El barco sirve para todo, desde sesiones de fotos para moda hasta para grabar un anuncio del Celta», presume Dacosta.

El barco bateeiro O que faltaba, fondeado en Aldán
El barco bateeiro O que faltaba, fondeado en Aldán Mauro Bernárdez

La ruta de yoga es una innovación de este verano. «Salimos de puerto, buscamos un sitio calmado para fondear y la clase dura entre 40 y 45 minutos. Luego navegamos hacia fuera para ver la puesta de sol y hay degustación de albariño y mejillones», asegura Dacosta, que dice que la cubierta es muy espaciosa para las clases de yoga, que imparte una profesora de Vigo.

En Aldán no hay puerto deportivo ni pantalán, así que Fito tiene que coger un bote e ir remando hasta el barco, que deja fondeado en medio de la ría de Aldán. Una ría de aguas cristalinas, que esconde más de una veintena de playas y calas que casi desaparecen con la marea alta.